Jorge Luis Borges. Palabras mayores. Una de las más poderosas voces de toda la literatura del siglo XX, y no sólo en español. También de las más influyentes, de las que más huella y semilla dejaron en autores contemporáneos suyos y posteriores a él. A Borges tendremos que ir y volver varias veces en este pódcast. Vamos con la primera.
Fue en vida muy popular. Por sus versos, pero también porque muchos de ellos eran versos eróticos y él los sentía, los escribía y los publicaba pese a que se había ordenado sacerdote. Hoy, dos siglos después, está prácticamente olvidado. Hablamos de Juan Arolas, un poeta secundario que tiene un cierto interés. Algunos de sus poemas aún conservan en mi opinión cierto valor.
Juan Ramón. Juan Ramón a secas. Juan Ramón Jiménez es uno de los poquísimos escritores en español al que se le conoce por su nombre a secas, sin apellidos, tan relevante fue en su tiempo, tan influyente en las siguientes generaciones, y tan vigente aún hoy.
Durante muchos años, a Silvina Ocampo se la conocía por ser la hermana pequeña de Victoria Ocampo, por ser la esposa de Adolfo Bioy Casares, por ser amiga de Jorge Luis Borges; tres grandes de la literatura argentina del siglo XX. Luego el tiempo y su propia obra la pusieron en su sitio: en ese mismo primer nivel.
¿El héroe por excelencia? ¿El buen vasallo si hubiese buen señor? ¿El paladín cristiano legendario: noble, leal, esforzado, piadoso, sereno…? ¿O un mercenario cruel y despiadado que se vendía al que mejor le pagara, fuera cristiano o musulmán? No sabemos cuál de esos dos fue realmente el Cid, pero sí sabemos que el primero, que ha pervivido mil años, es sobre todo una creación literaria, poética.
Amor y desamor. Miedo a envejecer. Pasiones humanas. Sensualidad. Hoy vamos a hablar y vamos a leer a Joan Margarit, poeta en catalán y en castellano. El poeta que ve la poesía como un mecanismo de salvación, como la única herramienta poderosa de consuelo que tenemos.
Cabeza y corazón, forma y fondo, técnica y sentimiento. Sor Juana Inés de la Cruz lo tiene todo. Es una de las -y de los- principales poetas de toda la historia de nuestra lengua. Vivió a finales del siglo XVII, fue casi contemporánea de Lope de Vega, de Quevedo, de Góngora, de Calderón. Y ese es su nivel, esos son sus pares. Hubo quien la llamó, con razón, «la décima musa».
Gutierre de Cetina. Quédate con este nombre. Es famoso por un solo poema, un bellísimo poema que probablemente te suene más que el nombre del propio autor. Un poema, un madrigal, que empieza diciendo así:
Maestra, pedagoga, diplomática… ¡poeta! Hoy vamos a hablar de Gabriela Mistral, grande entre las grandes, una de las cumbres de la poesía en español de todos los tiempos. La primera mujer iberoamericana en recibir un Premio Nobel.
Quizás sí, quizás Gonzalo de Berceo era un cura medieval bonachón, sencillo, ingenuo. Muy piadoso, simpático, amigo incluso del buen vino. Pero quizás era también muchas más cosas. Un poeta excelente, el primero de nuestra historia del que conocemos nombre y apellido, y un experto de la publicidad y del marketing cuando ni se habían inventado esas ciencias. Ahora os cuento.
Hay versos que son como sacudidas eléctricas. «Devuélveme mi corazón, viajero». «Te quiero como gata boca arriba, / panza arriba te quiero». «Déjame que esparza / manzanas en tu sexo / néctares de mango / carne de fresas». Estos son algunos versos de la pasional y comprometida poeta que hoy os traigo: la nicaragüense, ahora radicada en Madrid, Gioconda Belli.
El poeta que hoy os traigo, el talaverano Rafael Morales, es uno de los grandes de la generación de postguerra. Y entre los grandes, quizás el más singular y -como hoy diríamos- trasversal.
Cuando falleció, hace apenas cinco años, la BBC tituló así la noticia: “Muere Carilda Oliver, la irreverente poetisa erótica que ‘desordenó’ Cuba”. Lo de “desordenó” iba entre comitas, ya veréis por qué. Hoy no os traigo un poema, os traigo varios de una autora irrepetible.
“Recuerde el alma adormida…”. Quizás no haya un primer verso más conocido en toda la historia de la literatura en español. ¿Adormida? Sí, adormida, luego os cuento. Hoy hablamos de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, quizás el poema que más amantes de la poesía en español citarían si tuvieran que escoger uno, sólo uno.
Su padre, que era anarquista, le puso el nombre de Idea como homenaje a la razón. Pero sus poemas son emoción, pura emoción, nada racionales. Hoy hablamos de Idea Vilariño y de su historia de amor y desamor con otro de los grandes escritores uruguayos, el último hombre del que debió enamorarse.
Este próximo martes se cumplen 81 años de la muerte de Miguel Hernández, uno de los grandes poetas en español del pasado siglo. Silenciado durante la larga dictadura franquista, en cuyas cárceles políticas penó y falleció, su figura ha ido creciendo después hasta convertirse en uno de los principales referentes de nuestra lírica de todos los tiempos, no sólo de su tiempo.
Buena parte de los últimos 500 años de poesía en español le deben mucho a una conversación remota, en los jardines del Generalife granadino, entre dos autores, el veneciano Andrea Navagero y el barcelonés Juan Boscán.
En la cuenta atrás de la transformación de este blog en otro formato -ya queda poco, ya estamos en pruebas, en breve estrenamos-, hoy os traigo de nuevo a dos poetas distintos y distantes, el salmantino-extremeño José María Gabriel y Galán y el cubano Nicolás Guillén. Distintos y distantes, pero ambos poetas sociales en los textos que de cada uno de ellos escogí en su día y ahora recupero.
Once escritores en lengua española han logrado el Premio Nobel de Literatura. Los españoles José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1989); los chilenos Gabriela Mistral (1945) y Pablo Neruda (1971); el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967); el colombiano Gabriel García Márquez (1982); el mexicano Octavio Paz (1990) y el peruano -con pasaporte también español- Mario Vargas Llosa (2010).
El sentido de la vida es una de las obsesiones intelectuales centrales desde que el hombre es hombre. ¿Qué somos? ¿Para qué hemos nacido? ¿Qué hay más allá de la muerte? Nada extraño que también sea uno de los grandes asuntos poéticos, una materia prima recurrente para la lírica.
En abril del año pasado pasado, una entrada de este blog ahora en reforma y reconstrucción comenzaba así:
El amor es el asunto más recurrente de la lírica. A ningún otro tema le han dedicado tanta atención y tantos versos los poetas, en español o en cualquier otro idioma. El amor es incluso, para algunos estudiosos, una invención poética, literaria.
Como os contaba la semana pasada, este blog, Poemas sentidos, va a convertirse en breve en otra cosa, va a mutar a otro formato, va a reinventarse. Estamos ya en ello.
Este blog, Poemas sentidos, nació a primeros de mayo de 2020, en pleno confinamiento. Cada semana, cada domingo, os he seleccionado, comentado y recitado o leído mirando cámara un poema diferente.
Escucha cuando estés entristecido,
en el silencio de tus noches solas,
estas maravillosas caracolas
que de remotas playas he traído.
Quiero otras sombras de oro, otras palmeras
con otros vuelos de aves extranjeras,
quiero calles distintas, en la nieve,
un barro diferente cuando llueve,
quiero el férvido olor de otras maderas,
quiero el fuego con llamas forasteras,
otras canciones, otras asperezas,
que no haya conocido mis tristezas.
Si otra patria, otras leyes, otro fuero,
otra edad o fortuna te deseas,
no es porque con razón infeliz seas,
es que hallas en ti mal compañero.
hoy creo todo falso
en este amor de humo
desde los dos estanques
vidriados de tus ojos
donde se inmovilizan mis pupilas
hasta la realidad emocionada
de tus dos manos infinitas
Una ciudad con dos ríos.
Chinos, negros y judíos.
con idénticos anhelos.
Ritmos de la esclavitud
contra amarguras y penas.
Al compás de las cadenas
ritmos negros del Perú.
En la noche del sexo busco luz
y encuentro más y más oscuridad
mi cuerpo es sacro y sacrifica edad
sin tiempo sobre el tuyo cruz con cruz.
Como los rieles del tren,
unidos y separados
pero siempre sentenciados
a llegar tarde al andén.
Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, sin embargo el beso
de la repulsa nos unió al instante…
¿Quién te ha dado tu hacienda o tu dinero?
O son fruto del trabajo honrado,
o el haber que tu padre te ha legado,
o el botín de un ladrón o un usurero.
Si mis manos cogiesen tu cabeza
y yo mirase en ti tan hondamente
que te pudiera atravesar la frente,
poner los ojos sobre tu tristeza,
El amor ha tales mañas
que quien no se guarda dellas,
si se l′entra en las entrañas,
no puede salir sin ellas.
Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.
Ven, muerte, tan escondida,
que no te sienta conmigo,
porque el gozo de contigo
no me torne a dar la vida.
Ven, como rayo que hiere,
que hasta que ha herido
no se siente su ruido,
por mejor herir do quiere.
Así sea tu venida;
si no, desde aquí me obligo
que el gozo que habré contigo
me dará de nuevo vida.
Sobre pupila azul, con sueño leve,
tu párpado cayendo amortecido
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó:
yo el sueño del placer nunca he dormido:
se más feliz que yo.
Dame la mano ángel
sin heridas.
Piedra, dame tu esquivo corazón sin arrugas.
Nube, dame tu rostro de repentina fruta.
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Los pensionistas hablan de trombosis
en los autobuses
o aguardan el final
en los bancos de los parques públicos
entre mierda de palomas y jeringas
ensangrentadas,
Yo sé que ya mi voz se va perdiendo,
yo sé que ya mis ojos vuelan poco,
sé que de tanto ya sentirme loco
loco me estoy volviendo.
Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones
borracha de estupor y de rabia
Y si el heraldo viene de la muerte
que nos encuentre, amor, arrodillados
ante el altar de Venus, entregados
al rito de quererme y de quererte.
Va mi vivir anclado en tu cintura
y en mi cuello engarzado va tu aliento,
presente ausencia, vivo encantamiento,
manantial que sustenta mi ventura.
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Sonaron tres golpes
junto a mi ventana.
Sonaron tres golpes
allá en la montaña.
Apagaste las luces y encendiste la noche.
Cerraste las ventanas y abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.
Aquel café de barrio, destartalado y frío,
testigo silencioso de nuestras confidencias,
extremo de rigores, conjunto de inclemencias,
que sólo caldeaban tu corazón y el mío.
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
¡dele Dios mal galardón!
Estamos siempre solos. Cae el viento
entre los encinares y la vega.
A nuestro corazón el ruido llega
del campo silencioso y polvoriento.
Cumbres de Guadarrama y de Fuenfría:
columnas de la tierra castellana,
que, por las nieves y los hielos, cana,
la frente alzáis con altivez sombría.
Una cosa, amor mío, me será imprescindible
para estar reclinada a tu vera en el suelo:
que mis ojos te miren y tu gracia me llene;
que tu mirada colme mi pecho de ternura
y enajenada toda no encuentre otro motivo
de muerte que tu ausencia.
Cuando el ánimo ciego y decaído
la luz persigue y la esperanza en vano;
cuando abate su vuelo soberano
como el cóndor en el espacio herido;
Todo lo muda el tiempo, Filis mía,
todo cede al rigor de sus guadañas:
ya transforma los valles en montañas,
ya pone un campo donde un mar había.
En donde vimos nieve, vemos flores;
y en el desnudo tronco macilento
donde se oyó silbar, furioso, el viento,
se escuchan hoy los dulces ruiseñores.
Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.
No quiero
que los besos se paguen
ni la sangre se venda
ni se compre la brisa
ni se alquile el aliento.
No quiero
que el trigo se queme y el pan se escatime.
Tu curva humilde, forma silenciosa,
le pone un triste anillo a la basura.
En ti se hizo redonda la ternura,
se hizo redonda, suave y dolorosa.
Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?
Una noche soñé que un pulpo me quería.
¡Oh la indecible angustia de aquella aberración!
Nunca he sufrido tanto; cuando amaneció el día
dijérase que había perdido la razón.
El amor es un juego apasionante
y el mejor sustituto del amor.
De aquel amor inmenso, el amor único,
que uno halla varias veces por el tiempo.
Ni sé si muero ni si tengo vida,
ni estoy en mí ni fuera puedo hallarme;
ni en tanto olvido cuido de buscarme,
que estoy de pena y de dolor vestida.
¡Tarde horrible! El horizonte
la alta esfera negro velo
recubrió;
triste, oscuro, estaba el monte,
triste el valle, triste el cielo,
¡triste yo!
En medio el cuadro sombrío,
de pavura todo acento
feneció;
mudo estaba el manso río,
muda el ave, mudo el viento,
¡mudo yo!
De la aldea a la cabaña
buscó un ser mi vista… en vano
le buscó;
sola estaba la montaña,
solo el bosque, solo el llano,
¡solo yo!
Y tras el negro horizonte,
solo el poder soberano
que hoy logró
que ni una flor guarde el monte,
ni una el bosque, ni una el llano,
¡ni una yo!
Madre o hermana mía taciturna y huraña
que has hecho luminosa tu pobre soledad,
que suavizaste el quejido y acallaste la saña
y ofreces a los tristes tu sombra de piedad.
Todos los días
llama a mi puerta el desconsuelo…
Estoy vacía y su eco resuena
por todos los rincones de mi vida.
Se estremece mi sangre
que es un hilo de hielo
al faltarme el calor de tu presencia.
-¿Qué cosa son los celos? -Mal rabioso.
-¿De qué nacen o mueren? -De temores.
-¿Qué teme aquel que ama? -Otros amores.
-Pues ¡qué se la da a él? -Tráenle envidioso.
¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.
¡Oh! ¿dónde está ese mundo que soñé
allá en los años de mi edad primera?
¿Dónde ese mundo que en mi mente orlé
de blancas flores…? ¡Todo fue quimera!
¡Ay, triste España de Caín, la roja
de sangre hermana y por la bilis gualda,
muerdes porque no comes, y en la espalda
llevas carga de siglos de congoja!
Búscame en ti. La flecha de mi vida
ha clavado sus rumbos en tu pecho
y esquivo entre tus brazos el acecho
de las cien rutas que mi paso olvida.
¿Tú piensas que nos desmientes
con el palillo pulido
con que, sin haber comido,
Tristán, te limpias los dientes?
No tal, el hambre cruel
da en comerte y en picarte,
de suerte, que no es limpiarte
sino rascarte con él.
Sobre la blanca almohada,
más allá del deseo,
sobre la blanca noche,
sobre el blanco silencio,
sobre nosotros mismos,
las almas en su encuentro.
Pastora, si mal me quieres
y deseas apartarme,
bien lo muestras con mirarme.
Quiero fer una prosa en román paladino,
en la cual suele el pueblo fablar a su vecino;
ca no so tan letrado por fer otro latino.
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
……..
Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste,
Yo te fui desnudando de ti mismo,
de los «tús» superpuestos que la vida
te había ceñido…
En la cima del puerto, me vi en una rebata;
encontré una vaquera al lado de una mata.
Preguntele quién era, respondiome: «¡La Chata!
Yo soy la Chata recia, la que a los hombres ata.
Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.
Todo me lo diste, todo:
el ritmo azul de las cunas
en cuentos maravillosos
glosados de suaves músicas…
Perdido ando, señora, entre la gente
sin vos, sin mí, sin ser, sin Dios, sin vida,
sin vos porque de mí no sois servida,
sin mí porque con vos no estoy presente;
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
Desde que te ausentaste,
sol de los soles,
ni los pájaros cantan
ni el río corre.
¡Ay, amor mío!
ni los pájaros cantan
ni corre el río.
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Amar el día, aborrecer el día,
llamar la noche y despreciarla luego,
temer el fuego y acercarse al fuego,
tener a un tiempo pena y alegría.
Ojos garzos ha la niña:
¡quién se los namoraría!
Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
Madrugaba el conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Devuélveme mi corazón, viajero.
Tú te irás –me lo dices-,
montado en alado pegaso te alejarás
y dejarás sólo noches solas a mi alrededor.
Determinarse y luego arrepentirse,
empezarse a atrever y acobardarse,
arder el pecho y la palabra helarse,
desengañarse y luego persuadirse;
Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
Si libres hizo ya de su mancilla
el águila inmortal los africanos,
¿por qué han de ser esclavos los hermanos
que vecinos tenéis en esa Antilla?
¡Qué paseo de noche
con tu ausencia a mi lado!
Me acompaña el sentir
que no vienes conmigo.
Los espejos, el agua
se creen que voy solo;
se lo creen los ojos.
Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.
Si te dicen que voy envejeciendo
porque me da fatiga la lectura
o me cansa la pluma, o tengo hartura
de las filosofías que no entiendo;
Tus cabellos, estimados
por oro contra razón,
ya se sabe, Inés, que son
de plata sobredorados.
Pues ¿querrás que se celebre
por verdad lo que no es?
Dar plata por oro, Inés,
es vender gato por liebre.
¡Pobre Carolina mía!
¡Nunca la podré olvidar!
Ved lo que el mundo decía
viendo el féretro pasar.
Un clérigo: Empiece el canto.
El doctor: ¡Cesó el sufrir!
El padre: ¡Me ahoga el llanto!
La madre: ¡Quiero morir!
Un muchacho: ¡Qué adornada!
Un joven: ¡Era muy bella!
Una moza: ¡Desgraciada!
Una vieja: ¡Feliz ella!
—¡Duerme en paz!— dicen los buenos.
—¡Adiós!— dicen los demás.
Un filósofo: ¡Uno menos!
Un poeta: ¡Un ángel más!
¡Cómo resbala el agua por mi espalda!
¡Cómo moja mi falda,
y pone en mis mejillas su frescura de nieve!
Llueve, llueve, llueve,
y voy, senda adelante,
con el alma ligera y la cara radiante,
sin sentir, sin soñar,
llena de la voluptuosidad de no pensar.
Tenía cierta vieja de costumbre,
al meterse en la cama,
arrimarse en cuclillas a la lumbre,
en camisa, las manos a la llama.
En este breve rato,
le hacía un manso gato
dos mil caricias tiernas: pasaba y repasaba entre sus piernas.
Y como en tales casos la enarbola,
tocaba en cierta parte con la cola.
Y la vieja cuitada
muy contenta decía: -Peor es nada.
Aquella muchachita pálida que vivía
pidiendo una limosna, de mesón en mesón,
en el umbral la hallaron al despuntar el día,
con las manitas yertas y mudo el corazón.
Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín;
Mía Gallegos.
Mía de nadie. Mía de mí.
Sin una biografía.
Tierna. Casi ácida.
Con un destino trazado
en una cruz.
Hoy las nubes me trajeron,
volando, el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Ya todos los caciques probaron el madero.
«¿Quién falta», y la respuesta fue un arrogante: «¡Yo!»
«¡Yo!», dijo; y, en la forma de una visión de Homero,
del fondo de los bosques Caupolicán surgió.
¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave la alborada!
Cuánto trabajo ella pasa
por corregir la torpeza
de su esposo, y en la casa,
(permitidme que me asombre)
tan inepto como fatuo
sigue él siendo la cabeza,
porque es hombre.
Dinero son calidad
Verdad!
Más ama quien más suspira
¡Mentira!
Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;
¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro ahora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir una hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo
Cuando regreses no hallarás siquiera
las huellas del pasado.
En el parque los cisnes se murieron
y las verbenas rojas se secaron.
Duro es tu corazón como el granito;
mi corazón como la cera tierno:
verano ardiente soy; tú helado invierno;
tú nieve eterna; fuego yo infinito.
Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.
Tras de un amoroso lance
y no de esperanza falto
volé tan alto tan alto
que le di a la caza alcance.
Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos:
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa,
allá sobre el horizonte.
Lo queramos o no
solo tenemos tres alternativas:
el ayer, el presente y el mañana.
Moza tan fermosa
non vi en la frontera,
com’una vaquera
de la Finojosa.
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Quién iba a prever que el amor, ese informal
se dedicara a ellos tan formales
Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Hace un año que busco la forma de mi amado.
Él era joven, bueno, un poco mal hablado
aunque puso una fiesta en cada palabrota.
Entera la sonrisa, el alma casi rota.
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé, entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
«Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él.»
Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
¡No me recuerdes! ¡Siénteme!
Hay un sólo trino entre tu amor y mi alma.
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Mientras muere el día,
llueve.
Es un agonía
breve.
La ciudad se queda abrumada
con la tristeza de la hora.
La lluvia no dice nada,
y llora.
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.
Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su marmol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.
Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.
Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque esa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
En santa Águeda de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
le toman la jura a Alfonso
por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo
y con unos evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto.
El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
Mi vida es un erial:
flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal,
alguien va sembrando el mal
para que yo lo recoja.
No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores…
El tronco seco dará nuevas hojas.
Sola estoy en la mi cama
namorando mi cojín;
¿quién será ese caballero
que a mi puerta dice «abrid»?
Una pequeña joya de nuestro primer Siglo de Oro, el XVI, esta breve composición del poeta y soldado sevillano Gutierre de Cetina (1520-1557). Es un madrigal, un tipo de poema lírico de versos heptasílabos y endecasílabos que por lo general trataba de amor y que importaron de Italia nuestros poetas viajeros, la mayoría soldados.