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10 Ene 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Fuego y nieve, de Pedro Antonio de Alarcón

Duro es tu corazón como el granito;
mi corazón como la cera tierno:
verano ardiente soy; tú helado invierno;
tú nieve eterna; fuego yo infinito.

Yo me acerco a tu nieve, y no tirito;
antes crece la furia de este infierno;
y hiélate a ti más mi fuego eterno,
y ni me apagas ¡ay! ni te derrito.
 
¿Cómo encuentro calor donde no hay llama?
¿Cómo no da calor la llama mía?
¿Cómo mi incendio tu esquivez no inflama?
 
¿Cómo tu hielo mi pasión no enfría?
¡Oh! ¿por qué no nos hizo el hado aleve,
o de fuego a los dos, o a ambos de nieve?  

El granadino Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891) es uno de los más sólidos representantes de segunda fila del realismo español decimonónico. Digo de la segunda fila, porque tanto a él como a otros muchos escritores de notable nivel (el cordobés Juan Varela, el cántabro José María Pereda, el asturiano Armando Palacio Valdés, el gaditano Luis Coloma e incluso los más destacados y perdurables Leopoldo Alas Clarín y Emilia Pardo Bazán) los eclipsa de alguna manera el gran genio de su tiempo: Benito Pérez Galdós.

Alarcón ha pasado a la historia de la literatura como narrador, como autor de novelas y cuentos. El sombrero de tres picos es su obra de ficción más conocida y exitosa, y la que más estela cultural generó: de Falla a Picasso, y aún hoy en el repertorio del ballet internacional. Pero debería ser recordado y valorado también por su labor como periodista (sus artículos recogidos en Diario de un testigo de la guerra de África -libro que le hizo famoso y rico- son interesantes incluso hoy), por sus libros de viajes por Italia y España y por su actividad política (fue diputado, senador y embajador; pasó de revolucionario y liberal de joven a conservador muy conservador de mayor). Intentó también abrirse camino en el teatro, con poco éxito. «Literato, vale mucho; / folletinista, algo menos; / político, casi nada; / y autor dramático, cero», dijo de él Manuel del Palacio, autor satírico muy célebre en la segunda mitad del siglo XIX.

Se prodigó poco Alarcón como poeta. Algunos especialistas destacan su El suspiro del moro, un canto épico en octavas reales que recuerda a Zorrilla o al Duque de Rivas y que ha envejecido mal, pues hoy se hace larguísimo y engolado. Al lector actual le pueden interesar bastante más otras piezas, en especial algunos de sus sonetos. Por ejemplo este que estos días de nieve os traigo aquí, un poema de amor que se diría de un romántico genuino pese a que es obra de un autor que en lo narrativo fue uno de los principales baluartes del realismo español.

En los catorce versos, Alarcón le saca mucho partido poético a esa contraposición constante entre los caracteres de él y de ella, del apasionado enamorado y de la gélida amada que no le corresponde.

Yo lo siento y lo digo así: