Al contrario de lo que parece, la palabra «catástrofe» (suceso que produce gran destrucción o daño) implica sin embargo perder la «fe» en el «catastro» (censo estadístico de los bienes inmuebles), por el consiguiente descenso del censo. En fin, que nada es lo que parece (excepto «nada», que sí es lo que parec...) ¡Basta!
El primer sello falsificado del mundo fue español y se descubrió porque estaba mal dibujada la nariz de Isabel II. El clérigo ilustrado Francisco Martínez explicó en su diccionario de Bellas Artes de 1788 que el secreto de un buen retrato reside en esmerarse en la nariz, pero se ve que el delincuente no estaba al tanto.
Lo malo de leer un libro mientras uso tu vientre de almohada es empadronarme en esa trama y no querer salir de allí, aunque mi oreja en tu ombligo (en caracola pose) me invite a escuchar el mar. Lo malo es debatirme entre dos mundos ciertamente incompatibles: uno seco y con final, y el tuyo empapado de spoilers.
El pueblo francés de Ay sufrió intensos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial (¡ay, pobre Ay!). Ahora forma parte del municipio de Aÿ-Champagne y su nombre ya no es tan triste con esas burbujitas que saltan en la esbelta copa de la «y».
El término «frío» proviene del latín «frigidus» cuya forma también se congeló durante siglos hasta adoptar el actual «frígido». Frío y frígido, a pesar de su misma gélida raíz, no significan lo mismo: «Frígido», según la RAE, es la «Ausencia de deseo o de goce sexual». Y cabe añadir que el calor se vincula al infierno. Decidan ustedes.
Acta de la reunión: Virgen de la Cueva (presidenta), viudita del conde Laurel (secretaria), Antón Pirulero (tesorero), cinco lobitos (vocales). Se guarda un minuto de silencio por la muerte del burro de la Tía Vinagre y se insta a los señores elefantes para que se balanceen con precaución sobre la tela de la araña.
En apenas dos años maduramos a golpe de lenguaje: «Emoji» fue la palabra del año 2019 según FundéuRAE, un término infantiloide y despreocupado. En 2020, sin embargo, ganó «confinamiento». Critiqué en su día aquel emoji pero hoy, visto lo visto, la prefiero mil veces. Ojalá en 2021 decrezcamos y se imponga «caguay», o «chupipandi».
Las sotas, en la baraja española, son pajecillos que portan las insignias de sus señores en esa gran batalla de papel que es toda partida de cartas. ¡Qué de injurias sufren estos jovencitos imberbes! A la sota de oros la llaman «pendanga», que significa «puta», sin que haya hecho nada para merecer tal apelativo.
Seguramente recordaremos 2020 no en calidad de año sino de daño colateral: un periodo inusual con regustillo a hospital y trazas de cuarentena. Bien merecerá la pena para el año veintiuno ponerme el disfraz de tuno y encerrarme en el baño (más loco que cuerdo) a tirar de la cadena del recuerdo.
Poco se habla del poder del SP (Sindicato de Perdices), que ha conseguido desterrar de los cuentos modernos la fórmula vejatoria «Y fueron felices y comieron perdices», que se llevaba empleando siglos. Sus siguientes objetivos son prohibir los escabeches y reeducar en el pacifismo a los perros perdigueros.
Escribir en un teclado y no en papel, pluma mediante, o en máquina mecánica de escribir, implica tomar distancia del vínculo artesanal con la palabra. No hay herida abriéndose a tu paso sino puntos de sutura virtuales que pueden ser borrados, una y otra vez, sin dejar cicatrices ni costuras a la vista. ¡Cobardes!