El lenguaje perdido de la España vaciada
Una lectura sosegada de la novela 'La gaznápira', de Andrés Berlanga, nos muestra un rico léxico rural que hoy casi ha desaparecido
Leer más >Entrevista a Junot Díaz
Entrevista a Joan Margarit
Los principales quioscos de las mayores ciudades andaluzas recibirán nuevos ejemplares del número y de su suplemento, que se había agotado muy rápidamente
Mantente al día de nuestras publicaciones imprescindibles y de las ofertas, actividades y eventos que más te interesan
Una lectura sosegada de la novela 'La gaznápira', de Andrés Berlanga, nos muestra un rico léxico rural que hoy casi ha desaparecido
Leer más >Los alemanes de entre 20 y 30 años prefieren aprender el español de los países hispanohabl...
Leer más >El portuñol está plagado de ‘falsos amigos’, vocablos idénticos, pero con distinto signifi...
Leer más >Una república joven en la que la enseñanza del español se abre camino con el esfuerzo de m...
Leer más >En Gamonal estaba la fábrica de galletas Loste, que inundaba con su dulce olor todo el barrio. Tenía un cartel que decía: «Ni oxte, ni moxte, galletas Loste». A mí, de niño, me sonaba a conjuro, como «ábrete, sésamo» o «abracadabra», y a veces repetía la frase a escondidas, con la esperanza de hacer magia
«Latir» viene del latín 'glattire', en referencia al ladrido o gruñido agudo que emiten los cachorros de perro y los perros de caza cuando olisquean una presa. Tiene por tanto todo el sentido que mi corazón se acelere cada vez que me acerco a ti. Un sentido antiguo y animal. Por eso también decimos «latidos» en lugar de «latiuno».
Hay ciertos semáforos que, de noche, dejan de gobernar el tráfico y se limitan a parpadear con su disco naranja (ámbar, dicen en las autoescuelas). Descontentos con su triste destino, declaman en morse los monólogos de Segismundo a un público de farolas, buzones y noctámbulos.
El abuso de la mayúscula se ha extendido como la peste y afecta incluso a la sociedad más cultivada, incapaz a veces de utilizar bien la mayúscula diacrítica
Leer más >La diversidad lingüística es uno de los bienes inmateriales más importantes y ricos del ser humano si ponemos un poco de empatía
Leer más >Los presidentes de Gobierno usan los nombres de los ministerios como neones para vender sus prioridades
Leer más >Hace unos días, la Fundación Anar publicó un estudio en el que analizaba más de 6 000 casos relacionadas con el abuso sexual infantil de los últimos diez años.
Ayer llevé en mi taxi a una mujer sobrepasada. Tenía problemas serios con su ex, y un hijo pequeño en urgencias, a punto de ser operado. En el trayecto, habló por teléfono con alguien. Necesitaba desahogarse.
Una edición original de Por el camino de Swann, primer libro de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, es propiedad hoy de la Biblioteca Nacional Francesa, que lo adquirió por 350.000 euros. Pero la gran historia detrás de esta compra es de dónde ha salido el dinero para ello, nada menos que de una colecta entre ciudadanos, orgullosos de la cultura.
¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave la alborada!
Escritor y ensayista español, Azorín -cuyo verdadero nombre era José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (Monóvar, Alicante, 1873 – Madrid, 1967)- fue uno de los principales novelistas en castellano del siglo XX, aunque también destacó en el apartado ensayístico, con especial atención a la crítica literaria, y en el campo de la dramaturgia.
Adscrito a la Generación del 98, sus inicios estuvieron muy marcados por una sensibilidad de carácter anarquista, y sus primeros títulos respondían a esa ideología: es el caso de Notas sociales (1896) y Pecuchet demagogo (1898) y tradujo al español a algunos autores libertarios, Las prisiones de Kropotkin. Incluso en 1897 fue expulsado del diario El País por «un artículo sobre el amor libre» y participó en varias protestas junto a otros intelectuales. Después, en los primeros años del siglo xx, se aproximó a las filas conservadoras de Antonio Maura y fue diputado por su partido en cinco ocasiones, además de secretario de Instrucción Pública dos veces, en 1917 y 1919.
En 1924 pasó a formar parte de la RAE, en una época en la que rechazó de pleno la dictadura de Primo de Rivera. Durante la Guerra Civil se exilió en Francia y vivió allí hasta el final del conflicto, volviendo a España gracias a la intervención de Ramón Serrano Suñer.
Azorín fue conocido por sus ensayos y novelas, de entre los cuales habría que destacar títulos como La ruta de Don Quijote, Doña Inés, Don Juan, Pueblo, El escritor o La isla sin aurora, entre otros muchos. Gran parte de los textos literarios de Azorín vieron la luz por vez primera en los periódicos. El profesor e hispanista Edward Inman Fox (1934-2008), autor del más detallado catálogo bibliográfico sobre José Martínez Ruiz —Azorín: guía de la obra completa—, ha contabilizado un total de cinco mil quinientos artículos —el primero publicado en 1891 en Alicante—, más de la mitad de los cuales aparecieron en ABC, en donde colaboró desde 1905 hasta 1965.
Azorín murió en Madrid el 2 de marzo de 1967.