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10 May 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Ojos claros, serenos, de Gutierre de Cetina

Ojos claros, serenos, 
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
 

Una pequeña joya de nuestro primer Siglo de Oro, el XVI, esta breve composición del poeta y soldado sevillano Gutierre de Cetina (1520-1557). Es un madrigal, un tipo de poema lírico de versos heptasílabos y endecasílabos que por lo general trataba de amor y que importaron de Italia nuestros poetas viajeros, la mayoría soldados.

Cetina fue ambas cosas. Formado en su Sevilla natal y quizás también en Valladolid, fue soldado en Valencia y probablemente en Argel -en la derrota de las naves que manda Carlos I para arrebatarle a Barbarroja la plaza norteafricana- y seguro en Italia y Alemania, en otras campañas del emperador. Como poeta, en España, donde bebe en Ausias March y sobre todo en Garcilaso de la Vega; en Italia, donde aprendió de Ariosto, de Bembo, de Sannazaro y sobre todo de Petrarca; y en Nueva España (hoy México), tierra a la que fue el primero en llevar las modas italianas de hacer poesía. Allí residió en dos distintos periodos de su vida y allí encontró la muerte… según algunos biógrafos en un lance de amor: en Puebla, en el altiplano central mexicano, al pie de la ventana de Leonor de Osuna, apuñalado por un rival que cortejaba a la misma dama.

Los ojos claros, serenos y airados del poema eran de otra, de la condesa Laura Gonzaga, a la que dedica Cetina parte de su obra, y de la que apenas han perdurado más datos que el de que se casó con otro, no con el poeta. El poema a sus ojos ha tenido vida muchísimo más larga. Si no supiéramos que tiene casi cinco siglos, pensaríamos que es contemporáneo del lector, que se ha creado hoy mismo. Muy pocas piezas literarias se mantienen así de jóvenes.

Aunque ésta es su composición más conocida, Gutierre de Cetina hizo muchas otras. Como poeta lírico, piezas en muy diferentes metros y estrofas de la moda italiana, entre ellas cientos de sonetos, algunos excelentes. Como autor teatral, toda su producción se ha perdido, pero se sabe por autoridades en la materia como entre otros Juan de la Cueva que al menos una de sus obras, titulada Comedia de la bondad divina, tuvo éxito de crítica y de público. Como prosista se le atribuyen dos obras satíricas muy ingeniosas: el Diálogo entre la cabeza y la gorra y la Paradoja en alabanza de los cuernos. De esta última dice mucho su título completo: Paradoja. Trata que no solamente no es cosa mala, dañosa ni vergonzosa ser un hombre cornudo, más que los cuernos son buenos y provechosos. Cetina fue un perfecto renacentista: de lo sublime a lo prosaico, de la lírica a la sátira.

Los expertos ven en Gutierre de Cetina valores literarios muy sólidos. Entre ellos, una gran musicalidad en sus versos, una enorme habilidad versificadora, una eficaz mezcla de poesía popular y cortesana e incluso en algunas ocasiones el anticipo más temprano de figuras retóricas que iban a ser propias, un siglo más parte, de los mejores poetas barrocos.

Sus críticos, que también tiene, advierten en muchos de sus versos un exceso de artificio y una cierta frialdad.

Por la musicalidad, si al ojo entra bien, al oído quizás aún mejor. Ved y escuchad: