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27 Nov 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Eros tremendum, de Carlos Edmundo de Ory

En la noche del sexo busco luz
y encuentro más y más oscuridad
mi cuerpo es sacro y sacrifica edad
sin tiempo sobre el tuyo cruz con cruz.

Subo y bajo y gravito mi testuz
cae sobre el muro de tu atroz ciudad
sin puertas donde al fin me da mitad
de entrada a la tiniebla un tragaluz

Mantel mi espalda cubre los manjares
mis brazos y mis piernas son a pares
con los tuyos en forma de escorpión

Las dos manzanas mi contacto deja
y duerme como un vaso en la bandeja
de tu vientre mi enorme corazón.

El gaditano Carlos Edmundo de Ory (1923 – 2010) es uno de los más singulares poetas en español del último siglo. A nadie se parece, nadie se le parece. Se ha hablado de él como «el poeta en los márgenes», «el poeta iconoclasta», «el extravagante poeta de los aerolitos», «el poeta que al morir no salió en los telediarios».

En los años cuarenta del pasado siglo lanzó junto a Eduardo Chicharro Briones y Silvano Sernesi un movimiento, el postismo, que quería ser una especie de síntesis de todas las vanguardias literarias anteriores. Tomaba incluso el nombre de una contracción de postsurrealismo. De Ory dio así -en palabras de Francisco Rico, en su Mil años de poesía española (BlackList, 2009)- «con una poesía universalista y libérrima, sin ataduras formales ni temáticas, cuyos rasgos más discordantes con la estética de la poesía social son, quizá, la pirueta fonética y el humor explícito de sus piezas más conseguidas».

Las piruetas fonéticas y los deslumbrantes juegos de palabras son una de sus principales marcas de la casa. No siempre excelentes, claro: «Su originalidad se sale a menudo de madre», escribe el profesor Gaspar Jover Polo, en un texto titulado Los peores poemas de Carlos Edmundo de Ory en el que, tras señalar los defectos, concluye que en la obra del gaditano «encontraremos también varios textos que nos conmoverán por su bellísima originalidad».

Primero pensé en traeros hoy aquí su famoso Fonemoramas: «Si canto soy un cantueso / Si leo soy un león / Si emano soy una mano / Si amo soy un amasijo / Si lucho soy un serrucho / Si como soy como soy / Si río soy un río de risa / Si duermo enfermo de dormir / Si fumo me fumo hasta el humo / Si hablo me escucha el diablo / Si miento invento una verdad / Si me hundo me Carlos Edmundo». (El no uso de los signos de puntuación en sus poemas es otra de sus características). Pensé también en el Soneto a Greta Garbo («Ábreme las dos puertas de tu casa / quiero besar tu boca que me deja / adivinar el aire cuando pasa / tu corazón envuelto en una abeja // O bien decirme puedes qué te pasa / pálido rododendro triste y vieja / bajo la luna que te pone lasa / mientras te llueve el mundo en una oreja // Sin duda como sueles llorar lloras / Sin duda te desnudas a la luna / Sin duda de costumbre te adormeces // Quiero besar tu boca en esas horas / muertas que mueres tú también de una / supuración de amor algunas veces». 

He optado al final por este otro soneto, tradicional en la forma -pocas formas de nuestra lírica son tan tradicionales como el soneto de endecasílabos consonantes- y tan innovador y arriesgado en el fondo. Yo digo así este Eros tremendum: