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28 Oct 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

El mito de Don Juan, desde sus orígenes al Tenorio de Zorrilla

El de Don Juan es uno de los mitos más potentes que ha dado la literatura en español a la cultura universal. ¡Y a la lengua: a la española y a otras muchas! Donjuán, casanova, tenorio, burlador… son términos que están en los diccionarios. El mito ha transitado por la cultura en los más variados formatos. Hoy vamos a seguirlo en algunos de los rastros que ha dejado en la lírica, en la poesía.

Dice el Diccionario sobre el término ‘donjuán’: “Hombre seductor o conquistador”. De ‘casanova’: “Hombre mujeriego”. En la entrada de ‘tenorio’ remite a ‘donjuán’. Y en el término ‘burlador’ va bastante más allá: “Libertino habitual que hace gala de deshonrar a las mujeres, seduciéndolas y engañándolas”.

El donjuán literario es desde el comienzo prácticamente todo eso: seductor, conquistador, mujeriego y libertino.

Aunque hay quien sostiene que ya algunos romances medievales gallegos y leoneses incorporaban personajes donjuanescos, la mayoría de los expertos sitúan en dos comedias del Siglo de Oro el nacimiento del mito. Dos comedias que en realidad son dos versiones de la misma trama y del mismo asunto: se titulan Tan largo me lo fiais y El burlador de Sevilla. Se atribuían ambas a Tirso de Molina, pero ya son varios los expertos que dicen que el verdadero autor no fue el fraile mercedario, famoso entre otras por El condenado por desconfiado o Don Gil de las calzas verdes

El verdadero autor sería, según estos expertos, un dramaturgo hasta ahora tenido por secundario y que está emergiendo como de primera fila gracias a diferentes estudios de estilometría léxica. Investigaciones recientes realizadas por Germán Vega García-Luengos y por Álvaro Cuéllar le han atribuido, con mucho fundamento, varias comedias que hasta ahora se consideraban de otros autores o anónimas. Se llamaba, se llama este autor, Andrés de Claramonte, quedaos con este nombre. De origen probablemente murciano, Claramonte hizo de todo en el mundillo teatral de comienzos del siglo XVII español: fue autor de comedias, actor, director artístico y hasta empresario teatral.

Sean de Tirso de Molina o de Andrés de Claramonte, ambas comedias, Tan largo me lo fiais y El burlador de Sevilla, tienen por protagonista a un joven sevillano llamado Don Juan Tenorio que seduce y burla cuantas mujeres se tropieza, nobles o de clase baja, vistan “seda o sayal”, como él mismo dice.

Muerto voy
por la hermosa pescadora;
esta noche he de gozarla.

le comenta a su lacayo, Catalinón, sobre Tisbea a poco de conocerla. Atentos a este diálogo con ella, con Tisbea. Empieza hablando él, Don Juan, y dice así:

D. JUAN Muerto soy.

TISBEA ¿Cómo, si andáis?

D. JUAN Ando en pena, como veis.

TISBEA Mucho habláis.

D. JUAN Mucho entendéis.

TISBEA ¡Plega a Dios que no mintáis!

Pobre Tisbea. Don Juan mentía, claro. Seducía a las mujeres con falsas promesas de matrimonio. En el siguiente diálogo seleccionado, comienza Tisbea, y dice así: 

TISBEA El rato que sin ti estoy
estoy ajena de mí.

D. JUAN Por lo que finges ansí,
ningún crédito te doy.

TISBEA ¿Por qué?

D. JUAN Porque si me amaras
mi alma favorecieras.

TISBEA Tuya soy.

D. JUAN Pues di, ¿qué esperas,
o en qué, señora, reparas?

TISBEA Reparo en que fue castigo
de amor el que he hallado en ti.

D. JUAN Si vivo, mi bien, en ti,
a cualquier cosa me obligo.
Aunque yo sepa perder
en tu servicio la vida,
la diera por bien perdida,
y te prometo de ser
tu esposo.

TISBEA Soy desigual
a tu ser.

D. JUAN Amor es rey
que iguala con justa ley
la seda con el sayal.

TISBEA Casi te quiero creer,
mas sois los hombres traidores.

D. JUAN ¿Posible es, mi bien, que ignores
mi amoroso proceder?
Hoy prendes con tus cabellos
mi alma.

TISBEA Yo a ti me allano
bajo la palabra y mano
de esposo.

D. JUAN Juro, ojos bellos,
que mirando me matáis,
de ser vuestro esposo.

TISBEA Advierte,
mi bien, que hay Dios y que hay muerte.

D. JUAN (¡Qué largo me lo fiais!)

Eso de “qué largo me lo fiais” o “tan largo me lo fiais”, verso octosílabo que se repite varias veces en una y otra comedia, define del todo al personaje. Don Juan es un libertino, sí, pero cree en la justicia divina: “no hay plazo que no se cumpla / ni deuda que no se pague”, dice en otro momento. Cree en la justicia divina, pero confía en que tendrá tiempo de arrepentirse de sus atropellos y ser perdonado antes de comparecer ante Dios tras la muerte. 

El mito de Don Juan “es el más proteico de los creados en Occidente”, afirma el antes citado Germán Vega en un artículo sobre Andrés de Claramonte que podéis encontrar en el número 21 de la revista Archiletras. ¡Y tanto! Muchos escritores crean nuevas versiones de Don Juán. Entre ellos, Molière, Carlo Goldoni, Lorenzo da Ponte (que es el autor del libreto de Don Giovanni, de Mozart), Lord Byron, Espronceda, Mérimée, Alejandro Dumas. Y Zorrilla, por supuesto. 

Vamos con Zorrilla y su Don Juan Tenorio, la más popular versión del mito literario del donjuán y una de las obras teatrales más representadas de toda la dramaturgia en español.

Estamos a primeros de 1844, han pasado más de dos siglos desde el burlador original. Una noche de insomnio de ese invierno, el vallisoletano José Zorrilla concibe su obra. La escribe en apenas 21 días, la estrena a finales de marzo y malvende los derechos sin sospechar que iba a ser un éxito clamoroso, que se iba a representar miles y miles de veces en todo el ámbito hispanohablante, y especialmente en días como estos, los cercanos a la festividad de los difuntos.

La escena que os traigo es del primer acto de la obra. Sucede en una taberna sevillana, La Hostería del Laurel, hacia 1545. Un año antes, dos jóvenes tarambanas, Don Juan Tenorio y Don Luis Mejía, han apostado quién de ellos habrá seducido a más mujeres y matado en duelo a más hombres, y se han emplazado a hoy, a hacer recuento y ver quién ha ganado la apuesta. 

DON JUAN -¿Estamos listos? 

DON LUIS -Estamos. 

DON JUAN -Como quien somos cumplimos. 

DON LUIS –Veamos, pues, lo que hicimos. 

DON JUAN -Bebamos antes. 

DON LUIS -Bebamos.

Tras este diálogo muy bien armado por Zorrilla, que era un habilísimo versificador, Tenorio relata sus andanzas…

El largo parlamento está en quintillas, una estrofa de cinco versos octosílabos que riman en consonante con la sola limitación de no usar más que dos rimas diferentes por estrofa y no acabar en un pareado. En el fragmento que os traigo, Zorrilla mete una sola frase en cada quintilla, de punto a punto. Algunas son no solo celebérrimas, sino también casi una proclama del personaje, una introspección en voz alta: «Por donde quiera que fui, / la razón atropellé…». «Yo a las cabañas bajé, / yo a los palacios subí…». Estamos ante un donjuán mucho mejor trazado que los anteriores. Además de seductor de mujeres a las que luego abandona, además de libertino, es camorrista, fanfarrón y temerario… Cuenta y comenta esto de sí mismo: 

En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé, entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
«Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él.»

De aquellos días la historia
a relataros renuncio:
remítome a la memoria
que dejé allí, y de mi gloria
podéis juzgar por mi anuncio.

Las romanas, caprichosas,
las costumbres, licenciosas,
yo, gallardo y calavera:
¿quién a cuento redujera
mis empresas amorosas?

Salí de Roma, por fin,
como os podéis figurar:
con un disfraz harto ruin,
y a lomos de un mal rocín,
pues me querían ahorcar.

Fui al ejército de España;
mas todos paisanos míos,
soldados y en tierra extraña,
dejé pronto su compaña
tras cinco o seis desafíos.

Nápoles, rico vergel
de amor, de placer emporio,
vio en mi segundo cartel:
«Aquí está don Juan Tenorio,
y no hay hombre para él.

Desde la princesa altiva
a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba;
y a cualquier empresa abarca,
si en oro o valor estriba.

Búsquenle los reñidores;
cérquenle los jugadores;
quien se precie que le ataje,
a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores.»

Esto escribí; y en medio año
que mi presencia gozó
Nápoles, no hay lance extraño,
no hay escándalo ni engaño
en que no me hallara yo.

Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.

Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.

Ni reconocí sagrado,
ni hubo ocasión ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.

A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.