PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

26 Jun 2022
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Sonaron tres golpes, de Emilio Prados

Sonaron tres golpes
junto a mi ventana.
Sonaron tres golpes
allá en la montaña.

Tan. Tan. Tan. Tres golpes.
Los perros aullaban.

El viento gemía,
sollozaba el agua;
sobre el cielo negro,
la luna se alzaba.

Tan. Tan. Tan. Tres golpes
en la madrugada.

Cruzaron tres sombras
bajo mi ventana.
Tres sombras más negras
que sus negras almas.

Tan. Tan. Tan. Tres sombras
en la madrugada.

Ni el viento gemía,
ni lloraba el agua.
Se escondía la luna
tras las nubes altas.

Tan. Tan. Tan. Tres sombras.
Los perros aullaban.

Hoy solo el silencio
rueda por mi casa.

El malagueño Emilio Prados (1899-1962) es uno de los secundarios de lujo de la valiosísima y copiosa Generación del 27. Estrellas tan luminosas como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Rafael Alberti, León Felipe o Miguel Hernández dejaron sin pretenderlo en un segundo plano a excelentes mujeres poetas como Concha Méndez, Josefina de la Torre o Ernestina de Champourcín y a hombres como Prados, Juan José Domenchina, Adriano del Valle, Manuel Altolaguirre, José Moreno Villa o José María Hinojosa. Con estos tres últimos, malagueños como él, dio Prados sus primeros pasos literarios. Todos se conocieron y trataron en las tertulias del Café Inglés malacitano, en la calle Larios, donde por aquellos tiempos se reunía la bohemia artística de la ciudad.

A los quince años, Prados deja su Málaga natal y viaja a Madrid para entrar en la mítica Residencia de Estudiantes, en el grupo de niños. Conoce allí a Juan Ramón Jiménez, que impulsa su afición a la poesía. Años después, ya en el grupo universitario, traba amistad con otros residentes: Lorca, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Pepín Bello…

Tras un año en un sanatorio en Suiza, por una enfermedad pulmonar, y estudios de Filosofía en Friburgo y Berlín, vuelve a su Málaga natal y funda con Altolaguirre la revista Litoral, en la que publicaron muchos de sus compañeros de generación, y trabaja como editor en la imprenta Sur, de cuyos talleres salieron también muchos poemarios del 27, de muy diversos autores.

Republicano, miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, sale al exilio tras la guerra civil primero a Francia y después a México, donde residió el resto de su vida.

Los expertos hablan de tres etapas en su obra, todas ellas en las vanguardias, pero en territorios poéticos muy diversos. Una primera donde la naturaleza es la protagonista, una segunda de poesía social y política y una tercera filosófica, de la soledad y del desarraigo durante el exilio.

El poema que hoy os traigo es de la segunda, de los años 30, del poemario Llanto de octubre, que lleva el significativo subtítulo de “Durante la represión y bajo la censura posterior al levantamiento del año 1934″. Se refería a la Revolución de 1934, la insurrección obrera que ese octubre prendió en Asturias durante la huelga general revolucionaria organizada por los socialistas contra un Gobierno de derechas del que se sospechaba que alentaba un golpe de Estado contra la República. La Revolución acabó con una durísima represión gubernamental, con entre 1.500 y 2.000 muertos.

Todo el libro es desolado, trágico, lúgubre. También este romancillo: un romance en versos más cortos que los tradicionales octosílabos, en este caso hexasílabos. Habla de muerte, sin mencionarla explícitamente. Sollozos del viento, aullidos de perros, la luna asomándose y escondiéndose, sombras negras… Y esos machacones tres golpes. Como si fuera una ejecución. Y al final, el silencio, “solo el silencio”.

Yo lo siento y lo digo así: