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01 Abr 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Espronceda, por la libertad

El extremeño José de Espronceda no solo fue el autor de una de las joyas más memorizadas y recitadas en todo el ámbito hispanohablante en cualquier tiempo y lugar. Fue también un periodista tenaz, militante de la libertad y de la crítica al poder. Y también un activísimo político liberal y revolucionario en la agitada España de la primera mitad del siglo XIX.
 
Entró en política con 15 años, militando en la sociedad secreta Los Numantinos. A los 17 años ya era su presidente. Una delación de un topo infiltrado por la policía de Fernando VII, contra el que conspiraban, le valió a tan temprana edad un exilio fuera de Madrid por cinco años. Cumplió solo tres meses en un monasterio de Guadalajara.
 
Vivió exiliado largas temporadas en Lisboa, Londres y París, donde participó en las barricadas de julio de 1830. En la capital portuguesa conoció a la que había de ser la mujer de su vida, Teresa Mancha, hija de un coronel liberal también exiliado. Ella
se casó con otro pero Espronceda tuvo con Teresa amores y desamores intensos y polémicos. Y una hija.
 
Cuando ella murió, ya estaban separados y alejados desde tiempo atrás, pero él le escribió uno de los más bellos poemas de amor y una de las mejores elegías en nuestra lengua: el Canto a Teresa.
 
Espronceda murió joven, de difteria con 34 años. Entonces ocupaba un escaño de diputado por Almería.
 
En la poesía se inició muy joven, bajo el influjo de los neoclásicos e ilustrados Juan Meléndez Valdés y Alberto Lista, y maduró ya en el romanticismo bajo los de Lord Byron o del mítico Ossian.
 
Además de sus obras mayores como El estudiante de Salamanca o El diablo mundo, Espronceda escribió muchos poemas más cortos, como esta Canción del pirata. U otros como El verdugo o El reo de muerte. Todos se inspiran en lo que hoy llamaríamos antihéroes, en personajes excluidos de la sociedad. Muchos expertos han visto tratados ahí los temas sociales.
 
Técnicamente, la Canción del pirata es un prodigio. Rimas que fluyen casi solas, muchas de ellas en agudo para darle intensidad; ritmo vivísimo, apoyado en esos súbitos cambios métricos, del octosílabo al infrecuente tetrasílabo; y un estribillo repetido cinco veces a lo largo del poema. Un estribillo que encierra la esencia del poema.
 
Yo digo y siento así la Canción del pirata de José de Espronceda 
 
Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín;
bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
 
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul.
 
«Navega velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza,
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
 
Veinte presas
hemos hecho
a despecho,
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
 
Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra,
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.
 
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
 
A la voz de ¡barco viene!
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar:
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
 
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual:
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
 
¡Sentenciado estoy a muerte!;
yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna antena
quizá en su propio navío.
 
Y si caigo
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
de un esclavo
como un bravo
sacudí.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.
 
Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
 
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado
arrullado
por el mar.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria la mar».