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06 Mar 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Broadway, de José María Fonollosa

El amor es un juego apasionante
y el mejor sustituto del amor.
De aquel amor inmenso, el amor único,
que uno halla varias veces por el tiempo.

El recíproco amor es lo más bello.
Lo sabemos los dos. Pero es muy grande
el vacío que se abre entre el amor
que se ha ido y el amor que aún no ha llegado.

¿Por qué llenarlo, pues, con la tristeza
si es posible colmarlo de sonrisas?

Si se ha ocultado el sol pueden los faros
del coche iluminar la carretera.
Mientras llega otro amor buscando el nuestro
juguemos, sólo juego, a enamorarnos.

Juguemos a querernos, sin querernos,
hasta el día en que alguno de los dos
vuelva a sentir amor por cualquier otro.
El amor es hermoso aun como juego.

Atentos al poeta que hoy os traigo, el barcelonés José María Fonollosa (1922-1991), uno de los más singulares, renovadores del lenguaje poético y desconocidos -pese a que al final de su vida Joan Manuel Serrat y Albert Pla musicaron algunos de sus textos- de la llamada generación de la postguerra. Aunque quizás haríamos mejor no encuadrándolo en generación, grupo ni colectivo alguno. Él mismo se apartó de corrientes y modas literarias; residió diez años fuera de España, en Cuba; permaneció callado -sin publicar nada- casi tres décadas, desde 1961 a 1990… Tan apartado de todo y en silencio anduvo, que hubo en el mundillo literario quien dudó de su existencia y creyó que Fonollosa era el seudónimo o el heterónimo de algún poeta famoso que se ocultaba para decir desde ese parapeto muchas cosas que hoy calificaríamos como políticamente incorrectas.

Fonollosa es en su obra, en efecto, un poeta provocador, a veces amoral, escéptico, irónico, políticamente incorrectísimo. E ingenioso, brillante, deslumbrante, técnicamente habilísimo. Su dominio del ritmo y del léxico lucen especialmente en sus endecasílabos, su metro preferido, casi siempre agrupados en cuartetos blancos, sin rima.

La mujer es uno de sus temas poéticos más frecuentes, a veces en términos provocadores, siempre con una mirada propia. Así dice el poema Cleveland Place: «Sé que por fin has vuelto a la ciudad / en un suntuoso coche de gran lujo… / La gente pensó en mí. Yo la maldigo. / El coche se detuvo ante tu casa, / pero tú no bajaste, no. Vino alguien / a buscarme, mas yo no quise verte. / El coche iba despacio por la calle / dejando tu recuerdo en cada puerta. / Tu cuerpo lo dejó en el cementerio. / Tu madre me miró. Yo la maldije. / Has vuelto a la ciudad porque estás muerta. / Pero yo iré a escupir sobre tu nombre». Y así Plaça Blasco de Garay: «Mi casa necesita una mujer / que llene de canciones sus paredes / y complete mi cama por la noche. / Un cuerpo que discurra en torno mío. / Una voz que responda si digo algo. / Yo no tengo el dinero de los otros; / no sé tampoco hablar como los otros, / ni tengo la apostura de los otros. / Por eso necesito una mujer / que oculte mi tristeza entre sus brazos». Y William Street comienza así: «Las mujeres que quiero van con otros. / Cuando pasan prendidas de otros brazos / miro a la que se apoya en mí y compruebo / que yo me he equivocado de mujer. (…)».

He dudado entre muchos poemas excelentes a la hora de elegir hoy uno de Fonollosa. Este que os traigo, Broadway, que me parece muy representativo del barcelonés y del que me seduce especialmente el verso final «El amor es hermoso aun como juego», se impuso a última hora en mi elección a este otro, sin título, que no me resisto a trascribir. «No a la post vida, ni en cielo ni en infierno. / No a que me absorba cualquier divinidad. / No a un más allá, ni aun siendo el paraíso / reservado a islamitas, con beldades / que un libro garantiza siempre vírgenes. / Porque esos son los juegos para ingenuos / en que mi agnosticismo nunca apuesta. / Mi envite es al no ser. A lo seguro. / Rechaza otro existir, tras consumida / mi ración de este guiso indigerible. / Otra vez, no. Una vez ya es demasiado». No tiene título porque es un poema que llamaríamos póstumo. Estaba a lápiz en su mesa, junto a otros borradores, el día que Fonollosa murió, el 7 de octubre de 1991. Es su testamento, su despedida del «guiso indigerible» de la existencia.

Yo digo y siento este Broadway así: