PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

27 Feb 2022
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Soneto, de Leonor de la Cueva y Silva

Ni sé si muero ni si tengo vida, 
ni estoy en mí ni fuera puedo hallarme; 
ni en tanto olvido cuido de buscarme, 
que estoy de pena y de dolor vestida. 

Dame pesar el verme aborrecida, 
y si me quieren doy en disgustarme; 
ninguna cosa puede contentarme: 
toda me enfada y deja desabrida. 

Ni aborrezco, ni quiero, ni desamo; 
ni desamo, ni quiero, ni aborrezco; 
ni vivo confiada ni celosa. 

Lo que desprecio a un tiempo adoro y amo: 
¡vario portento en condición parezco!, 
pues que me cansa toda humana cosa. 

La vallisoletana -de Medina del Campo- Leonor de la Cueva y Silva (1611-1705) es una de tantas y tantos poetas llamados menores de nuestros Siglos de Oro, tan fecundos en poetas mayores (Garcilaso, Fray Luis, Juan de la Cruz, Lope, Quevedo, Góngora, sor Juana Inés, Calderón, Villamediana…) que apenas les dejaron breves notas a pie de página a los menores en las historias de la literatura. Muchos de los menores del XVII, eso sí, hubieran sido considerados estelares y principales de haber nacido y creado en la centuria siguiente, el XVIII.

De Leonor de la Cueva y Silva poco se sabe. Aparte de su longevidad, 94 años, aunque aun de eso se duda. Y del nombre, pues hay documentos que hablan de una Leonor de la Rúa y Silva que podría ser ella misma. Se sabe que era hija de una familia burguesa de la próspera -por la lana, y desde hacia varias centurias- Medina del Campo. Que tuvo un hermano canónigo, Jerónimo, que fue quien recogió sus composiciones poéticas en un manuscrito. Que escribió sonetos, octavas reales, liras, sextillas, romances… Que fue autora teatral –La firmeza en la ausencia, cuyo original se guarda en la BNE-, si bien se duda si llegó a estrenar en los cotizados y atiborrados de público corrales de comedias de su tiempo.

Se ignora incluso si se casó o si tuvo hijos, pero se sabe que al amor le dedicó muchas de sus composiciones. Al amor y a la ausencia de amor y al desamor, como en este soneto que hoy os traigo, contradictorio, de ida y vuelta, de saber y no saber… ¡tan pesimista, tan barroco! Los dos primeros versos del primer terceto -«Ni aborrezco, ni quiero, ni desamo; / ni desamo, ni quiero, ni aborrezco»- son dignos de cualquiera de los poetas mayores de nuestros Siglos de Oro. El primer verso del segundo terceto -«Lo que desprecio a un tiempo adoro y amo»- lo suscribiría la mismísima sor Juana Inés. El último verso del soneto -«pues que me cansa toda humana cosa»- evoca al mejor Quevedo filósofo y moral.

Yo digo y siento este poema así: