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05 Feb 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Ramillete de poemas satíricos, y no solo de Quevedo y Góngora

Como os contaba la semana pasada, este blog, Poemas sentidos, va a convertirse en breve en otra cosa, va a mutar a otro formato, va a reinventarse. Estamos ya en ello.

Para que la espera se os haga corta a los que cada domingo entráis aquí, vamos a aprovechar estas semanas de transición recuperando algunas antiguas entradas de la bitácora. Hoy os traigo algunos ejemplos de poesía satírica, un subgénero muy fecundo en nuestras letras y dedicado a la crítica, la burla, la mofa, la inconformidad… de los más variados aspectos de la vida y la sociedad. Siempre o casi siempre, con un toque de humor.

La poesía satírica es tan antigua como la literatura. Ya abundaba en el griego y el latín cásicos. En español, la frecuentan autores bajomedievales como el Arcipreste de Hita o Alfonso Álvarez de Villasandino y llega a su esplendor en los siglos áureos, el XVI y el XVII.

Del XVI es el gran Baltasar de Alcázar, nuestra primera estrella de este subgénero. De él os traje al blog y os recité un epigrama muy corto, titulado A Inés, que se teñía las canas de rubio, que acababa así de sentencioso:

Dar plata por oro, Inés,
es vender gato por liebre.

Y os comenté otros poemas satíricos excelentes, entre ellos su celebérrima Cena jocosa.

Varios autores del siglo XVII han pasado por aquí con sus poemas satíricos.  

-Los Argensola, con su soneto A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa (y entended afeitarse como maquillarse), que empieza así:

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,
que aquel blanco y color de doña Elvira
no tiene de ella más, si bien se mira,
que el haberle costado su dinero.

-Quevedo, con su célebre letrilla Poderosos caballero es Don Dinero, para muchos el mejor poema satírico de la literatura en español, que empieza con esta estrofa de ‘total inmersión’ en la materia de que trata:

Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don Dinero.

-Góngora, con su no menos célebre letrilla Dineros son calidad, de la que me gusta especialmente esta estrofa:

Todo se vende este día,
todo el dinero lo iguala;
la corte vende su gala,
la guerra su valentía;
hasta la sabiduría
vende la Universidad,
¡Verdad!

-Polo de Medina, discípulo de los dos anteriores, de Quevedo y de Góngora, con uno de sus muchísimos ingeniosos epigramas.

Del siglo XVIII, os traje a Samaniego, con un poema muy diferente a sus muy conocidas fábulas para niños. Un poema, La vieja y el gato, que llamaríamos erótico – satírico, más elegante que otros muchos más subidos de tono que escribió el alavés de ese tipo.

Y del siglo XIX, en fin, os traje al singular Bretón de los Herreros, suyo soneto A la pereza te arrancará ¡seguro! una carcajada. Mira en el enlace cómo acaba lo que empieza así:

¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave la alborada!

La poesía satírica, lo habréis notado, me gusta mucho. Tanto, que hasta publiqué en 2014 un poemario titulado Arsénico sin compasión y subtitulado «Una radiografía (en verso) de la actualidad española» en el que salían muchos de los protagonistas de la vida pública de entonces. Por ejemplo, Mariano Rajoy, entonces silencioso presidente del Gobierno aficionado a las ruedas de prensa sin preguntas. Un soneto a él dedicado dice así:

¡Qué elocuencia, Mariano, tu mudez!
¡Qué bien te explicas cuando nada dices!
No te aturullas, no te contradices,
ni un gramo muestras de tu insipidez.

Por tu boca no muere nunca el pez.
Bien callado, ni mientes ni desdices.
¡Por tus huevos, Mariano, o por narices:
no cambies nunca, ni aun con la vejez!

Tus enemigos, que te buscan ruina,
que quieren destrozar tu fuerte roca,
te llamarán de todo menos guapo.

¡Aguanta, líder, que se tomen quina!
¡No cedas, campeón, no abras la boca
por mucho que te pongan como a un trapo!

Arsénico sin compasión me procuró algunas llamadas iracundas de algunos de los políticos mencionados; uno de ellos, porque salía poco. Tuvo un cierto éxito de crítica y ninguno de público. Vendimos poco. Aún podéis paliarlo, aún lo podéis adquirir, baratito, aquí. Arsénico sin compasión.