PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

02 May 2021
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

A Inés, que se teñía las canas de rubio, de Baltasar del Alcázar

Tus cabellos, estimados
por oro contra razón,
ya se sabe, Inés, que son
de plata sobredorados.
Pues ¿querrás que se celebre
por verdad lo que no es?
Dar plata por oro, Inés,
es vender gato por liebre.

Cuando murió, en Ronda (Málaga), a principios del siglo XVII, el sevillano Baltasar del Alcázar (1530-1606) era un soldado de larga y reconocida trayectoria y un poeta inédito y poco conocido. Un manuscrito con una recopilación de sus poemas confeccionado a su muerte por su amigo el pintor Francisco Pacheco, que fue maestro y suegro de Velázquez y le añadió al texto el único retrato que se conserva de Del Alcázar, lo lanzaron a un cierto estrellato. Tanto, que lo alabaron Cervantes, Gracián, Quevedo, Lope, Góngora… todos los grandes de la siguiente generación. De él, de sus epigramas, bebieron los mejores de la poesía satírica, burlesca, paródica, hedonística y humorística del segundo de nuestros siglos de oro. En él se inspiran, incluso, algunos de los fabulistas del XVIII.

Baltasar del Alcázar era un hombre jovial, un epicúreo. Tenía dos grandes pasiones: la buena mesa y las mujeres. Uno de sus más célebres poemas, Preso de amores, comienza así: «Tres cosas me tiene preso / de amores el corazón: / la dulce Inés y el jamón / y berenjenas con queso». Fragmentos de su larga Una cena («Comience el vinillo nuevo / y échole la bendición; / yo tengo por devoción / de santiguar lo que bebo». (…) «La ensalada y salpicón / hizo fin: ¿qué viene ahora? / La morcilla, ¡oh gran señora, / digna de veneración! / ¡Qué oronda viene y qué bella! / ¡Qué través y enjundia tiene! / Paréceme, Inés, que viene / para que demos en ella») aún están en la memoria de muchos aficionados a la poesía y a la cocina tradicional española. Otros versos de ese mismo poema («Alegre estoy, vive Dios, / mas oye un punto sutil: / ¿no pusiste allí un candil? / ¿cómo me parecen dos? / Pero son preguntas viles; / ya sé lo que puede ser: / con este negro beber / se acrecientan los candiles») son casi un himno etílico. Quizás os lleven, como a mí, a rememorar el cuadro velazqueño El triunfo de Baco, más conocido como Los borrachos.

Compuso también poesía religiosa, y no mala, pero como se ocupó por lo general de temas cotidianos y considerados menores -los placeres terrenales, la bebida y la comida, la belleza y los afeites, los conflictos matrimoniales, los cuernos…- ha sido tenido siempre por la crítica por un poema menor. Pero en la técnica, es de los mejores de su tiempo. Dominaba algunas estrofas -la redondilla, el soneto, los versos de pie quebrado…- como casi nadie. Algunos de sus poemas largos (Diálogo entre un galán y el eco, Diálogo entre dos perrillos, el citado Una cena…) son un portento de habilidad.

El poema que hoy os traigo es uno de sus epigramas más célebres. El epigrama es, según el DLE, una «composición poética muy breve que expresa un solo pensamiento ingenioso o satírico con gran precisión y agudeza». He escogido el que veis, pero podía haberos traído muchos otros, no menos ingeniosos y agudos. Como este, Los ojos de Ana: «Bellos ojos tienes, Ana, / mas, ¿por qué a mi parecer / se inclina el mundo a tener / por más bellos los de Juana? / Haz que te preste los suyos, / y álzate después con ellos, / que no es bien que ojos tan bellos / se diga que no son tuyos». O este otro: «A Job el diablo tentó / con tanta solicitud, / que los bienes, la salud / y los hijos le quitó. / Mas no pudiendo vencer / su virtud, por inquietarle, / trató de desesperarle / y le dejó… la mujer».

Este A Inés, que se teñía… yo lo siento así: