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14 Feb 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Dineros son calidad, de Góngora

Dinero son calidad
Verdad!
Más ama quien más suspira
¡Mentira!

Cruzados hacen cruzados,
escudos pintan escudos,
y tahúres muy desnudos
con dados ganan condados;
ducados dejan ducados,
y coronas majestad,
¡Verdad!

Pensar que uno sólo es dueño
de puerta de muchas llaves,
y afirmar que penas graves
las paga un mirar risueño,
y entender que no son sueño
las promesas de Marfira,
¡Mentira!

Todo se vende este día,
todo el dinero lo iguala;
la corte vende su gala,
la guerra su valentía;
hasta la sabiduría
vende la Universidad,
¡Verdad!

En Valencia muy preñada
y muy doncella en Madrid,
cebolla en Valladolid
y en Toledo mermelada,
Puerta de Elvira en Granada
y en Sevilla doña Elvira,
¡Mentira!

No hay persona que hablar deje
al necesitado en plaza;
todo el mundo le es mordaza,
aunque él por señas se queje;
que tiene cara de hereje
y aun fe la necesidad,
¡Verdad!

Siendo como un algodón,
nos jura que es como un hueso,
y quiere probarnos eso
con que es su cuello almidón,
goma su copete, y son
sus bigotes alquitira
¡Mentira!

Cualquiera que pleitos trata,
aunque sean sin razón,
deje el río Marañón,
y entre al río de la Plata;
que hallará corriente grata
y puerto de claridad
¡Verdad!

Siembra en una artesa berros
la madre, y sus hijas todas
son perras de muchas bodas
y bodas de muchos perros;
y sus yernos rompen hierros
en la toma de Algecira,
¡Mentira!

Sostienen muchos expertos que la poesía en español ha tenido dos grandes periodos áureos a lo largo de su historia: el larguísimo de los Siglos de Oro (el XVI y el XVII) y el más corto pero intensísimo del primer tercio largo del siglo XX. Luis de Góngora (Córdoba, 1561-1627) jugó un importante papel en ambos. Fue el poeta más original, innovador, influyente y disruptor del primero de esos períodos (lo que tiene mucho mérito, pues ahí estaban Garcilaso, Herrera, fray Luis de León, san Juan de la Cruz, Lope de Vega, Quevedo, sor Juana Inés de la Cruz, Calderón…) y fue también el inspirador remoto y modelo de uno de los componentes principales del segundo periodo: la Generación del 27, llamada así porque sus principales miembros se reunieron en 1927 para homenajear a nuestro poeta de hoy y reivindicar su memoria en el tercer centenario de su muerte. Lorca, Cernuda, Salinas, Guillén, Aleixandre, Alberti, Hernández… Todos ellos bebieron en la obra del cordobés.

Hay dos Góngora igual de motivadores. El de su primera época de los llamados poemas menores (romances, letrillas, parte de los sonetos), para todo tipo de públicos. Y el de los poemas mayores (Soledades y Fábula de Polifemo y Galatea), complejos técnicamente, oscuros a veces, rompedores en el fondo y sobre todo en la forma, exquisitos pero solamente aptos para algunos lectores. En una y otra, una gran autoexigencia y un extremo afán de perfección. “El mayor fiscal de mis obras soy yo”, escribió.

Cordobés de origen, formado en la Universidad de Salamanca, Góngora tuvo una accidentada y viajera carrera eclesiástica, entre éxitos de cargos y amonestaciones de sus superiores. Murió en su Córdoba natal, perdidas sus facultades mentales, arruinado, casi pobre de solemnidad.

Metáforas duras y a veces oscuras, la latinización en la sintaxis, las perífrasis, las hipérboles, las muchas alusiones mitológicas, un léxico poco frecuente y a veces muy rebuscado, los cultismos… Todo ello creó dentro del barroco una corriente, el culteranismo, conocida también como gongorismo, por ser Góngora su principal impulsor.

Creó escuela, tuvo seguidores y partidarios de gran nivel (Villamediana, Bocángel, Paravicino, la misma sor Juana Inés), y también rivales poderosísimos. Los principales de estos últimos, Quevedo y Lope, con los que cruzó mordaces pullas literarias. A Lope, que ya mayor y pese a estar ordenado sacerdote vivía con la joven actriz Marta de Nevares, le soltó esta décima: “Dicho me han por una carta / que es tu cómica persona / sobre los manteles mona / y entre las sábanas Marta. / Agudeza tiene harta / lo que me advierten después, / que tu nombre del revés, / siendo Lope por el haz, / en haz del mundo y en paz / pelo desta Marta es”. Y a los dos juntos, que coincidían en fustigarlo, esta redondilla llamándoles borrachuzos: “Hoy hacen amistad nueva / más por Baco que por Febo / don Francisco de Quebebo / y Félix Lope de Beba”.

Podíamos haber elegido hoy aquí alguno de los muchos sonetos memorables de Góngora. De los filosóficos y morales, de los amorosos, de los satíricos, de los religiosos, de los laudatorios, de los funerarios… Muy pocos versos se han escrito en nuestro idioma tan intensos como los suyos. Como por ejemplo el último del soneto gongorino sobre la belleza femenina que acaba convertida “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Pero he preferido traeros esta letrilla de 1601, tan de actualidad hoy como hace cuatro siglos pues habla de dinero, de corrupción, de poder, de mentiras.

La letrilla es una composición poética breve, por lo general satírica o burlesca, ordenada en estrofas de octosílabos al final de las cuales se repite un mismo estribillo de métrica más corta. O dos alternándose, como es el caso en esta. Fue un género muy frecuente en nuestro segundo Siglo de Oro, el XVII. De hecho, otra conocidísima letrilla fue la que seleccioné cuando en este blog me ocupé de Quevedo, hace unos meses. Era además una letrilla sobre el mismo asunto que la de hoy: Poderoso caballero es don Dinero.

La de Góngora, llena de juegos de palabras, paranomasias, ambigüedades calculadas y dobles sentidos -¡tan gongorina, en fin!- yo la siento así: