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04 Jul 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Devoluciones, de Gioconda Belli

Devuélveme mi corazón, viajero.
Tú te irás –me lo dices-,
montado en alado pegaso te alejarás
y dejarás sólo noches solas a mi alrededor.

Por esto, antes de que dobles el hueco del camino,
debes dejarme puesto en el pecho el corazón.
No te atrevas a llevártelo escondido en el equipaje
tentado por el deseo de acariciarlo
cuando encuentres que no encuentras otro
tan rojo, tan amante, tan lleno de cantos para vos.
Debes devolverme la roja lámpara
que alumbrará otros caminos andantes de mi pecho.
Debes dejármelo palpitando, trasplantado,
un poco enfermo seguramente,
pero vivo y aleteando vida.

Yo envolveré en una manta mis largos pies.
Te los daré para que, nerviosos, te sigan,
para que ellos vuelvan a traerte todo mi cuerpo
si alguna vez quieres trópico y corazón del sol
cuando el frío y las luces de neón
te rodeen como ejércitos enemigos.

Poeta y novelista de éxito, popular y querida tanto en su país como en muchos otros del ámbito hispanohablante, la nicaragüense Gioconda Belli (1948) dio un paso más -tras los de Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Idea Vilariño, Julia de Burgos, Laura Victoria o Carilda Oliver- en la renovación y la reivindicación de la poesía amorosa en español creada por mujeres.

Ya en su primer libro, Sobre la grana, de 1972, abordaba sin eufemismos ni tapujos el cuerpo y la sexualidad femenina. «Yo hablé de mi cuerpo, de lo que yo sentía, y nunca pensé que fuera pecaminoso hablar de la sexualidad, del amor desde el cuerpo y no solo desde el alma. Nunca he sentido que eso fuera criticable, pero fue muy criticado. Cuando empecé a escribir, a los 21 años, fue un escándalo en Nicaragua, en una sociedad pequeña, muy conservadora, y cuando salieron mis poemas fue como una explosión», comentaba en una entrevista que le hicimos en Archiletras hace ahora un año. Y agregaba: «Hay una mentalidad patriarcal y machista donde la mujer no puede hacer uso de su cuerpo a su arbitrio. A mí me llama la atención que todavía me cataloguen como poeta erótica o sexual [se ríe], porque estamos en otro mundo, no son lo mismo los setenta que hoy. Pero obviamente todavía hay en el fondo un miedo. Creo que es un miedo a la revelación femenina, con uve. Miedo al poder que tenemos las mujeres. El cuerpo de la mujer tiene un poder extraordinario, y el hombre lo ha tratado de dominar».

Perseguida durante la dictadura de Somoza, exiliada en México y en Costa Rica, Gioconda Belli fue militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional, con el que colaboró en actividades clandestinas, desde la entrega de correspondencia al trasporte de armas. Volvió a su país tras la Revolución Sandinista, colaboró inicialmente con la nueva administración y acabó alejándose de esta cuando, con Daniel Ortega al frente, tomó el carácter autoritario con que ha llegado hasta hoy. «Ahora estamos viviendo paradójicamente otra dictadura en Nicaragua, como la que luché por derrocar. Una dictadura más dura en muchos sentidos, más insidiosa, que viene presentada como un proyecto liberador de izquierdas, y es mentira», contaba también en esa entrevista. (Muy recomendable, puedes leerla entera aquí).

Como poeta, Belli es un torrente irrefrenable, lleno de perlas singulares, de sorprendentes hallazgos líricos. «La poesía para mí es innata. De repente es como que surge solita, hay algo que me motiva, que me mueve, que me emociona, y siento una línea en mi cabeza de algo que quiere ser. Entonces yo tengo que correr en ese momento a escribirla. Es una cosa bien fuerte, sale y luego yo la trabajo. Mi poesía es espontánea».

He dudado mucho a la hora de elegir un poema de Belli. Tiene unos cuantos antológicos. Mirad este, Anoche: «Anoche tan solo / parecías un combatiente desnudo / saltando sobre arrecifes de sombras. / Yo desde mi puesto de observación / en la llanura / te veía esgrimir tus armas / y violento hundirte en mí. / Abría los ojos / y todavía estabas como herrero / martillando el yunque de la chispa / hasta que mi sexo explotó como granada / y nos morimos los dos entre charneles de luna».

O este otro, Amor de frutas: «Déjame que esparza / manzanas en tu sexo / néctares de mango / carne de fresas. / Tu cuerpo son todas las frutas. / Te abrazo y corren las mandarinas; / te beso y todas las uvas sueltan / el vino oculto de su corazón /sobre mi boca. / Mi lengua siente en tus brazos / el zumo dulce de las naranjas / y en tus piernas el promegranate / esconde sus semillas incitantes. / Déjame que coseche los frutos de agua / que sudan en tus poros: / Mi hombre de limones y duraznos, / dame a beber fuentes de melocotones y bananos / racimos de cerezas. / Tu cuerpo es el paraíso perdido / del que nunca jamás ningún Dios / podrá expulsarme.

O este otro, casi un himno: «Y Dios me hizo mujer, / de pelo largo, / ojos, / nariz y boca de mujer. / Con curvas / y pliegues / y suaves hondonadas / y me cavó por dentro, / me hizo un taller de seres humanos. / Tejió delicadamente mis nervios / y balanceó con cuidado / el número de mis hormonas. / Compuso mi sangre / y me inyectó con ella / para que irrigara / todo mi cuerpo; / nacieron así las ideas, / los sueños, / el instinto. / Todo lo que creó suavemente / a martillazos de soplidos / y taladrazos de amor, / las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días / por las que me levanto orgullosa / todas las mañanas / y bendigo mi sexo».

O el célebre Como gata boca arriba, que comienza así: «Te quiero como gata boca arriba, / panza arriba te quiero…».

Este Devoluciones que finalmente os traigo creo que representa muy bien a esta voz tan singular. Yo lo siento y lo digo así: