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20 Feb 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Una tarde, de Evaristo Silió

¡Tarde horrible! El horizonte
la alta esfera negro velo
recubrió;
triste, oscuro, estaba el monte,
triste el valle, triste el cielo,
¡triste yo!
 
En medio el cuadro sombrío,
de pavura todo acento
feneció;
mudo estaba el manso río,
muda el ave, mudo el viento,
¡mudo yo!
 
De la aldea a la cabaña 
buscó un ser mi vista… en vano
le buscó;
sola estaba la montaña,
solo el bosque, solo el llano,
¡solo yo!
 
Y tras el negro horizonte, 
solo el poder soberano 
que hoy logró
que ni una flor guarde el monte,
ni una el bosque, ni una el llano,
¡ni una yo!

 ¡Ah! del tiempo al honda saña,
seremos, en este arcano
que él formó,
polvo estéril la montaña,
polvo el bosque, polvo el llano,
¡polvo yo!

Nacido en Santa Cruz de Iguña, un pequeño pueblo cántabro a orillas del Besaya, Evaristo Silió (1841-1874) fue periodista, crítico literario, estudioso de lenguas… y poeta postromántico hoy prácticamente olvidado. Del pueblo natal pasó de adolescente a Santander. De ahí a Valladolid, donde comienza su vida literaria con el estreno del drama Fe, esperanza y caridad. Luego a Madrid, donde publica poesía -incluida una celebrada loa a la Gloriosa, la revolución de 1868 que acaba con Isabel II-, escribe libretos de zarzuela, estudia lenguas y literaturas varias: alemana, inglesa, italiana, francesa… Enfermo de tuberculosis, regresa en 1869 a su pueblo natal, a recuperarse. No volvió a salir de su reclusión. Murió allí, cinco años después, en 1874, el año en que cumplía los 33 de edad.

Contemporáneo de Bécquer -que nació cinco años antes y murió tres y medio antes, quizás también de tuberculosis-, los críticos ven en la obra de Silió más ecos de otros don grandes poetas románticos: la gallega Rosalía de Castro y el italiano Giacomo Leopardi.

Silió es un lírico melancólico. A veces, como en el poema que hoy os traigo, la melancolía se convierte en un pesimismo casi trágico. En lo formal, como veis, muy ducho, muy experto. ¿A qué os recuerdan estas estrofas? Sí, a las de las Coplas… de Jorge Manrique: «Recuerde el alma adormida, / avive el seso e despierte / contemplando / cómo se passa la vida, / cómo se viene la muerte / tan callando…» (Paréntesis; advertid que transcribo «alma adormida» y no «alma dormida»; me convenció un artículo de mi querido Ángel Gómez Moreno, catedrático de la Universidad Complutense, codirector de Archiletras Científica y experto en literatura medieval).

Ambas composiciones, la de Manrique y la de Silió, están en sextillas, que son estrofas de seis versos; los primeros, segundos, cuartos y quintos octosílabos; los terceros y sextos de pie quebrado, tetrasílabos. La combinación de rima consonante y el cambio de ritmo del pie quebrado le dan a esta estrofa un aire muy singular.

En lo formal, observad en el poema de Silió la fuerza que le imprimen las anáforas -repetición de una palabra o de varias- con que concluyen todas y cada una de las sextillas: del «triste, oscuro, estaba el monte, / triste el valle, triste el cielo, / ¡triste yo!» de la primera al «polvo estéril la montaña, / polvo el bosque, polvo el llano, / ¡polvo yo!».

El poema está incluido el libro Desde el valle, que se publicó en 1868; es decir, antes de que el poeta dejara Madrid para combatir la tuberculosis en su pueblo montañés a orillas del Besaya. Pero ese aire desolado del paisaje que nos describe, ese pesimismo, ese estado de ánimo tan abatido, parecen indicar que el poeta se temía ya su enfermedad y su muerte.

Yo digo y siento este Una tarde así: