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06 Dic 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Serranilla VII, del Marqués de Santillana

Moza tan fermosa
non vi en la frontera,
com’una vaquera
de la Finojosa. 

Faciendo la vía
del Calatraveño
a Santa María,
vencido del sueño,
por tierra fraguosa
perdí la carrera,
do vi la vaquera
de la Finojosa.

En un verde prado
de rosas e flores,
guardando ganado
con otros pastores,
la vi tan graciosa,
que apenas creyera
que fuese vaquera
de la Finojosa.

Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera;
fablando sin glosa,
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa;

non tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dejara
en mi libertad.
Mas dije: «Donosa
-por saber quién era-,
¿dónde es la vaquera
de la Finojosa?»

Bien como riendo,
dijo: «Bien vengades,
que ya bien entiendo
lo que demandades;
non es deseosa
de amar, nin lo espera,
aquesa vaquera
de la Finojosa».

Político, militar, noble con varios títulos (el más conocido, Marqués de Santillana, se lo concede el rey Juan II tras la batalla que en Olmedo, en 1445, ponía fin a la guerra civil castellana iniciada ocho años antes), Íñigo López de Mendoza (1398-1458) fue hombre muy culto, bibliófilo y poeta singular de lo que ya se considera el Pre Renacimiento castellano. Fue el primero que en nuestra lengua escribió sonetos en versos endecasílabos al modo italiano. Y uno de los que, aun militando en la llamada poesía culta, mejor supo hacer poesía popular, de la que entroncaba con la lírica tradicional castellana.

Esta Serranilla es un buen ejemplo. Las canciones de serrana eran cantares medievales muy breves que narraban el encuentro en la sierra de un caminante con una pastora a la que el primero pedía ayuda para pasar la montaña y a menudo amores y favores sexuales. Tan famosas fueron que el Arcipreste de Hita, en su Libro de Buen Amor, que es unos cien años anterior a nuestro poema de hoy, incluyó varias parodias en la que diversas mozas trataban con poco miramiento al viajero: «pregunté le quién era, respondió me la Chata / yo só la Chata recia, que a los omnes ata».

A la influencia de la lírica tradicional castellana, las canciones de serrana del siglo XV castellano le añaden otras dos: la de la pastorella italiana y la de pastourelle provenzal. Ambas se notan en el Marqués, que como autor bebía en muy variadas fuentes: desde los clásicos grecolatinos (Homero, Aristóteles, Salustio, Tito Livio, Virgilio) a los italianos Dante Alighieri y Francesco Petrarca o a sus contemporáneos el castellano Juan de Mena, del que fue amigo, o los valencianos Ausiàs March y Jordi de Sant.

La serranilla VII -o VI, según algunos expertos- tiene el encanto de todas esas fusiones de varias tradiciones. Escrita en versos hexasílabos (seis sílabas), infrecuentes en nuestra tradición lírica, en ella la narración, la descripción del paisaje y los diálogos tienen una gracia especial que casi seis siglos después han conservado muy bien. Los versos finales, ese «Non es deseosa / de amar, nin lo espera, / aquesa vaquera / de la Finojosa» es una de las calabazas amorosas más elegantes de nuestra literatura. ¡Y se las da una humilde pastora a un aristócrata!

Yo siento el poema así: