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31 Oct 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Fragmento del Libro de buen amor, del Arcipreste de Hita

En la cima del puerto, me vi en una rebata;
encontré una vaquera al lado de una mata.
Preguntele quién era, respondiome: «¡La Chata!
Yo soy la Chata recia, la que a los hombres ata.

Yo guardo este portazgo y su peaje cojo;
al que paga de grado, nunca le causo enojo;
al que pagar no quiere, bien pronto lo despojo.
Págame tú o verás cómo trillan rastrojo»

Con Gonzalo de Berceo, del siglo XIII, y Jorge Manrique, del XV, Juan Ruiz, que vivió sobre todo en el XIV y es más conocido como el Arcipreste de Hita, completa el trío de grandes poetas medievales en español.

De los tres, es del Arcipreste de quien menos datos biográficos sabemos. Quizás nació en un Alcalá (¿de Henares, en Madrid? ¿la Real, en Jaén?), hacia 1283. Probablemente murió hacia 1350, se ignora dónde. Puede que cursara estudios en Toledo. Puede también que pasara un tiempo preso, por orden del arzobispo de Toledo, y que en la cárcel escribiera en parte su Libro de buen amor.

Con certeza era un gran aficionado a la música, dadas las muchas referencias a ese arte en su obra. Y casi con certeza, aunque hay quien lo pone en duda, fue arcipreste de Hita, localidad de Guadalajara que hoy le honra y celebra con una Casa-Museo que merece la pena visitar y con un excelente y veterano Festival Medieval en el que participa toda la población.

Con absoluta certeza, el Arcipreste es un autor excelso. Su Libro de buen amor -nombre que le debe al filólogo Ramón Menéndez Pidal, pues ninguno de los manuscritos que se conservan lleva título- es una extensísima composición, de más de 1700 estrofas. Su hilo conductor es un relato autobiográfico ficticio del autor. Relato sobre todo amoroso, y de amor más carnal que espiritual. El protagonista -hombre casi siempre jovial, que frecuenta «escolares nocherniegos»- tiene amores con mujeres de todas las clases sociales y creencias: «E judías e moras», dice.

El libro es una delicia, por su variedad, amenidad, desenfado, heterogeneidad… El pequeño fragmento que hoy os traigo es muy representativo. Esta Chata recia es uno de los muchos bien trazados personajes de la obra, con Don Melón de la Huerta, Doña Endrina, Don Carnal, Doña Cuaresma, Trotaconventos… Esta última, una alcahueta, es el más claro precedente de la Celestina, siglo y medio antes.

El fragmento, y gran parte de la obra, está en tetrástrofos monorrimos -una estrofa de cuatro versos de catorce sílabas que riman todos ellos en consonante-, muy frecuentes en nuestro idioma. También Berceo los frecuenta.

El episodio de la Chata se desarrolla en ocho estrofas, las numeradas de la 950 a la 958. Tras mucha porfía dialéctica, la vaquera se echó al caminante a cuestas y le pasó la sierra.

Os he adaptado al castellano actual el fragmento, y lo digo y lo siento así: