PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

23 Oct 2022
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

El amor ha tales mañas, de Florencia Pinar

El amor ha tales mañas
que quien no se guarda dellas,
si se l′entra en las entrañas,
no puede salir sin ellas.

El amor es un gusano
bien mirada su figura,
es un cáncer de natura
que come todo lo sano.
Por sus burlas, por sus sañas,
dél se dan tales querellas
que si s′entra en las entrañas,
no puede salir sin ellas.
Es de diversas colores
que quien no se guarda dellas,
si se l′entra en las entrañas,
no puede salir sin ellas.
Es de diversas colores,
críase de mil antojos;
da fatiga, da dolores,
rige grandes y menores,
ciega muchos claros ojos;
y aquellos, desque cegados,
no quieren verse en clarura;
hállanse tanto quebrados,
que dicen los desdichados
es un cáncer de natura,
a quien somos sojuzgados.
Éntranos por las axilellas
cuándo quedo, cuándo apriesa,
con sospechas, con rencillas;
y al contar destas mancillas
tal se burla que s′confiesa,
y aun las más defendidas
señoras del ser humano
cuando déste son heridas,
si saben y son garridas,
y a ellas come lo sano
y a nosotros nuestras vidas.

Poco se sabe de Florencia Pinar, pero ese poco nos da motivo suficiente para traerla aquí. Que nació hacia 1470 y murió hacia 1530. Que era de clase social elevada. Que fue dama de la corte de Isabel la Católica, y probablemente una de las llamadas Puellae doctae (las niñas sabias), un grupo de mujeres cultas y humanistas cercanas a la reina que contribuyeron a difundir las lenguas clásicas y a extender la educación femenina. Las más conocidas, Beatriz Galindo, Lucía de Medrano, Juana Contreras, Teresa de Cartagena… 

De Pinar se sabe con certeza que es la primera mujer escritora con nombre y apellido de la historia del castellano. Queda constancia documental de ello por su participación en las justas poéticas de su tiempo, en el paso de la Edad Media al Renacimiento, y por la inclusión de varios poemas suyos en el Cancionero General de Hernando del Castillo, del que ya os hablé aquí hace muy poco. El Cancionero fue una antología lírica de poesía en castellano recopilada a partir de 1490 y editada por primera vez en 1511 por el poeta y librero segoviano Hernando del Castillo.

Florencia Pinar no sólo merece atención por ser mujer y pionera, lo merece también por la calidad y altura de sus poemas. El más conocido, el referido a unas perdices que comienza así («Destas aves su nación / es cantar con alegría, / y de vellas en prisión / siento yo grave pasión, / sin sentir nadie la mía»), es para muchos expertos uno de los primeros de nuestra literatura con alusiones sexuales. En esa época, la perdiz simbolizaba la promiscuidad femenina, y probablemente sorprendió a los muchos lectores del Cancionero -que fue un éxito de ventas durante décadas- el ver ese simbolismo usado por una mujer.  

Este que hoy os traigo es también un poema de amor, pero de otra naturaleza: el amor como enajenación mental, como enfermedad que nos corroe por dentro, como mal que nos invade sin que podamos evitar la destrucción que nos causa, como «gusano» y «cáncer» «que come todo lo sano». Aunque en la forma (octosílabos, redondillas, quintillas…) Pinar está aún en la lírica castellana tradicional, en el fondo estaba ya anticipando algunos motivos literarios del Renacimiento y del Barroco.

Yo lo digo y lo siento así: