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09 Oct 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Ven, muerte, tan escondida, del Comendador Escrivá

Ven, muerte, tan escon­dida,
que no te sienta conmigo,
porque el gozo de contigo
no me torne a dar la vida.
Ven, como rayo que hiere,
que hasta que ha herido
no se siente su ruido,
por mejor herir do quiere.
Así sea tu venida;
si no, desde aquí me obligo
que el gozo que habré contigo
me dará de nuevo vida.

La muerte como resurrección, como factor vivificador, la paradoja de la muerte que da la vida, tiene una larga tradición literaria. Aparece en nuestras letras a finales de la Edad Media -hasta entonces los poetas tenían de la muerte una visión por lo general trágica y realista, de final absoluto, como vemos en las Coplas de Jorge Manrique: «Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir; / allí van los señoríos / derechos a se acabar / y consumir»;- y este poema que hoy os traigo probablemente sea el primero de autor conocido con este tema, luego tan recurrente. Os sonará mucho más el casi un siglo posterior de Teresa de Jesús: «Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero», que le da ya al motivo literario un enfoque religioso, como os comenté aquí hace ya casi dos años. Vivo sin vivir en mí, de Teresa de Jesús 

De Juan Escrivá se sabe que vivió en el paso del siglo XV al XVI; que era valenciano, miembro de una familia noble y activa en los asuntos públicos desde dos siglos atrás; que era aficionado a las matemáticas; que además de su actividad literaria desempeñó diversos cargos diplomáticos y administrativos -fue embajador de los Reyes Católicos en el reino de Nápoles y en la Santa Sede, por ejemplo- y que era conocido como Comendador Escrivá. 

El poema que hoy os traigo -doce versos, en tres redondillas- fue muy popular en su tiempo, y luego imitado, glosado o comentado no sólo por Teresa de Jesús, sino también por Cervantes, Lope de Vega o Calderón. Está recogido en el Cancionero General, una antología lírica de poesía en castellano recopilada a partir de 1490 y editada por primera vez en 1511 por Hernando del Castillo, poeta y librero segoviano. El Cancionero, que recoge poemas de 138 autores identificados diferentes, y además un buen número de textos anónimos, logró un gran éxito de público y fue reeditado varias veces en vida del compilador e incluso después, con añadidos que ya no son suyos. Al autor de nuestro poema de hoy se le firma como ‘Comendador Escrivá’.

Yo lo siento  lo digo así: