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29 Nov 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Vivo sin vivir en mí, de Teresa de Jesús

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada ( 1515-1582), Teresa de Ávila o Teresa de Jesús como religiosa, santa Teresa para la Iglesia desde 1622, es una de las figuras señeras de la vida espiritual de todos los tiempos. Fundadora de la Orden de los Carmelitas Descalzos, por la que se reformaba una orden anterior, la de Nuestra Señora del Monte Carmelo, del siglo XII, viene hoy a este blog por otra faceta suya menos conocida pero no menos valiosa: como escritora, como poeta, como figura estelar -con san Juan de la Cruz, colaborador suyo en la reforma carmelita- de la poesía mística.

La mística es una corriente espiritual, presente en varias religiones, no solo el cristianismo, que busca el grado máximo de unión del alma con la divinidad durante la existencia terrenal. La mística cristiana es una corriente que arranca en Pablo de Tarso (san Pablo) y los llamados padres de la Iglesia (san Agustín, san Gregorio, san Ambrosio y san Jerónimo), pasa por santo Tomás de Aquino y desemboca, entre nosotros, en figuras como san Juan de Ávila, fray Luis de León, san Juan de la Cruz y santa Teresa.

Eclipsada por la Teresa de Jesús religiosa, la Teresa de Jesús poeta no fue suficientemente apreciada hasta el siglo XIX, muchísimos años después de su muerte. El poema de hoy, con esa paradoja constante de morir para vivir plenamente, de la muerte como liberación, como la mejor vía para la fusión con dios, es ejemplar tanto en su contenido como en su continente. Este, un villancico, una forma poética y musical que entre los siglos XV y XVIII se usaba en castellano y en portugués tanto para temas profanos como para asuntos religiosos. Un estribillo con el que acababan las estrofas era uno de sus signos distintivos. Aquí, ese «que muero porque no muero» que ha acabado siendo parte del acervo popular en nuestro idioma.

Nuestro poema sentido de hoy yo lo siento así: