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08 Nov 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Hace un año que busco la forma de mi amado, de Carilda Oliver

Hace un año que busco la forma de mi amado.
Él era joven, bueno, un poco mal hablado
aunque puso una fiesta en cada palabrota.
Entera la sonrisa, el alma casi rota.

Los ojos con la magia lumínica del rayo,
la boca como jueves romántico de mayo.
Iba desnudo y diáfano por gracia de su piel;
suave, con esa única caricia de laurel.
 
Tenía una manera de amar gentes y trinos
y le colgaban versos, ternuras y caminos.
Se sabe que era humilde. Se sabe que era pobre.
Maestro de las fraguas, artesano del cobre.
 
Gastaba los insomnios limando alguna espada.
(Quizás quiso con ellas atravesar la nada).
Comía sueños, frutas, neblinas, girasoles.
Guardado estuvo el miedo ahí en sus caracoles.
 
Me hizo una pulsera de plata: esta serpiente
que llevo aquí en el brazo como una huella ardiente
de aquel que era rebelde, nocturno, tan distinto,
con máscara de broma, pariente del jacinto.
 
Leía extraños libros. (Se le oye cuando canta
y exprime soledades aún en su garganta).
 
Fue huérfano de todo. Nació ya siendo hombre.
Mi amante, mi marido. Naufragio fue su nombre.
Vivir sólo quería, mas nunca tuvo suerte.
Se equivocó de vaso y se bebió la muerte.

Abogada, profesora, bibliotecaria, gestora cultural y, sobre todo, poeta prolífica y multipremiada, con casi medio centenar de libros publicados, la cubana Carilda Oliver (1922-2018) es una de las principales voces de la lírica contemporánea en español. La gran Gabriela Mistral la consideró «la mejor sonetista de América». El cuarto endecasílabo de su soneto más famoso, que es de 1949 («Me desordeno, amor, me desordeno / cuando voy en tu boca, demorada; / y casi sin por qué, casi por nada, / te toco con la punta de mi seno. / Te toco con la punta de mi seno / y con mi soledad desamparada; / y acaso sin estar enamorada; / me desordeno, amor, me desordeno. / Y mi suerte de fruta respetada / arde en tu mano lúbrica y turbada / como una mal promesa de veneno; / y aunque quiero besarte arrodillada, / cuando voy en tu boca, demorada, / me desordeno, amor, me desordeno»), ese «Te toco con la punta de mi seno», la convirtió en todo un mito, y no solo en su país.

Cuando murió, a los 96 años, hace poco más de dos, una necrológica habló de ella como «la reconocida poetisa que escandalizó y enamoró a partes iguales a Cuba», y añadió: «La vida de Oliver estuvo marcada por el desenfreno, la irreverencia ante los prejuicios y la libertad de elección que escandalizarían a la conservadora sociedad cubana de mediados del siglo XX». Otro artículo necrológico, en la BBC británica -tal era su fama y su alcance, pues fue traducida a muchos otros idiomas-, se tituló así: «Muere Carilda Oliver, la irreverente poetisa erótica que ‘desordenó’ Cuba», con comitas en el ‘desordenó’, en referencia a su celebérrimo soneto.

Son muchos y de gran calidad sus poemas amorosos y eróticos, pero Carilda Oliver es mucho más: su lírica se ocupa del amor, pero también de otros muchos aspectos de la vida y de la muerte. Y hasta de la política. Su Canto a Fidel, de 1957, dos años antes del triunfo de la revolución castrista, fue musicado y convertido casi en un himno por el régimen castrista… y al tiempo sus libros fueron prohibidos durante décadas por el castrismo, y sus libros no volvieron a ser publicados en la isla hasta 1979.

El poema que hoy os traigo es de amor, sí, y es también de muerte. El verso final de la larga serie de alejandrinos, ese «Se equivocó de vaso y se bebió la muerte», es casi tan icónico como el «Me desordeno, amor, me desordeno» que aún hoy se dicen muchas parejas, y no sólo en Cuba.

El poema de hoy yo lo siento y digo así: