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16 Mar 2024
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

El Lorca gitano

Federico García Lorca. El poeta más popular y más influyente de todo el siglo XX español. El dramaturgo innovador. Uno de los mitos más universales, más globales, de toda nuestra cultura. 

A Lorca, a Federico, hay que acercarse poco a poco, por tramos. Hoy solo vamos a hablar del Lorca gitano. Él no lo era, pero quizás nadie ha estudiado y dignificado tanto como él la cultura gitana y los gitanos.

Hay dos poemarios de Lorca profundamente gitanos. El titulado Poema del Cante Jondo, que es de 1921, y el Romancero gitano, que se publicó en 1928.

Poema del Cante Jondo lo escribió Lorca como una especie de prólogo a lo que iba a ser un Concurso de Cante Jondo, en Granada. Auspiciado por Manuel de Falla y previsto para un año después, para 1922, el Concurso nunca se llegó a celebrar, pero el poemario lorquiano ha cumplido ya un siglo y sigue vivísimo. El poeta granadino lo concibió como un homenaje al flamenco, y los gitanos aparecen en él como depositarios y transmisores directos de ese arte.

Está dividido en diferentes partes. Una de ellas, titulada Poema de la seguiriya gitana, incluye el poema La guitarra. Antes de abordarlo, os traigo una cita del propio Lorca. El 19 de febrero de 1922 el poeta pronunció una conferencia sobre el cante jondo en el Centro Artístico de Granada. Y dijo esto: «La guitarra ha construido el cante jondo. Ha labrado, profundizado, la oscura musa oriental judía y árabe antiquísima, pero por eso balbuciente. La guitarra ha occidentalizado el cante, y ha hecho belleza sin par».

Vamos con el poema La guitarra. Dice así.

Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil 
callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh, guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.

El segundo poema que hoy os traigo es uno de mis favoritos. Uno de mis poemas favoritos a secas, no sólo de Lorca. Rara vez tan pocas palabras me han contado, sugerido y emocionado tanto. En la edición definitiva del poemario, Lorca lo tituló Sorpresa. Antes se había titulado Esquina, y antes Copla. Sea como fuere, dice así: 

Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.

¡Cómo temblaba el farol!
Madre.
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!

Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle
que con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie.

Según los expertos, el muerto del poema era un gitano tratante de caballos famoso en toda la vega granadina por su habilidad como jinete y por su afición a la bebida. Una noche en que había bebido más que de costumbre se cayó del caballo y su cuchillo, que siempre llevaba en la cintura, se le clavó en el vientre y murió. Se lo conocía por el nombre de Antoñito el Camborio. Quedaos con este nombre, que en unos minutos va a volver a aparecer.

Vámonos al otro poemario de Lorca del que hoy os quiero hablar, el Romancero gitano. Lorca ya es un escritor consagrado cuando lo publica, en 1928, en la Revista de Occidente. Ya había escrito y estrenado, un año antes, uno de sus dramas más célebres, el titulado Mariana Pineda. Ya había participado el 17 de diciembre de 1927, en el Ateneo de Sevilla, con motivo del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora, en el que se considera el acto fundacional de la llamada Generación del 27. Allí estaba Lorca con Pedro Salinas, con Jorge Guillén, con Dámaso Alonso, con Gerardo Diego, con Rafael Alberti… 

En el Romancero gitano se gesta ya por completo la figura del gitano en una dimensión mítica, universal. En una conferencia-recital de presentación del Romancero dice esto el propio Lorca: «EI Iibro en conjunto, aunque se llama gitano, es el poema de Andalucía, y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal».

Lorca siempre se había interesado por los marginados, por las minorías. Llegó a decir: «Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos. Del gitano, del negro, del judío… del morisco que todos llevamos dentro».

El poemario incluye 18 romances. La muerte, la noche, el cielo, la luna, la pena… son los motivos poéticos dominantes. Y lo gitano, los gitanos.

Os he seleccionado tres romances, podría haber seleccionado los 18. El titulado Romance de la luna, luna lo dedica Lorca a su hermana Conchita. Dice así:

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,
¡ay cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

El que acabamos de escuchar es el primer poema del libro. El siguiente en que nos vamos a detener es el séptimo, y es tan conocido como el anterior. También lleva dedicatoria. Lorca se lo dedica «a Lydia Cabrera y a su negrita». Lydia Cabrera era una folclorista cubana a la que Lorca conoció en España, y su negrita era su doncella. Se titula el poema, quizá ya lo hayas adivinado, La casada infiel, y dice así:

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.

Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

Terminamos ya este intenso episodio lorquiano, y lo hacemos con otro romance memorable. También está dedicado por el autor, esta vez nada menos que a Margarita Xirgú, la famosa actriz amiga de Federico. Una actriz que estrenó algunas de sus principales obras teatrales, como Mariana Pineda o Yerma, y que reestrenó la celebérrima Bodas de sangre.

El poema se titula Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla. Lorca toma el nombre del gitano granadino real al que parece que se refería el poema que hemos visto hace unos minutos. Ahora es otro personaje, es ficticio, totalmente poético. Y tiene unos antagonistas que también son recurrentes en la obra de Lorca: los guardias civiles. El poema dice así.

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna,
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

-Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.