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01 Jul 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Pita Amor, soberbia, perversa y desquiciada poeta y mujer

«Soy vanidosa, déspota, blasfema; soberbia, altiva, ingrata, desdeñosa”. “Soy perversa, malvada, vengativa”. “Soy histérica, loca, desquiciada”. Lo dijo ella sobre sí misma, en endecasílabos. Hoy os traigo una poeta, una mujer, una persona excepcional, insólita: la mexicana Pita Amor. No te la pierdas.

Fue una personalidad arrolladora, excéntrica y controvertida. La mexicana Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein, más conocida como Pita Amor, fue en su tiempo una figura estelar en su país, y como vais a ver no sólo de la vida literaria. 

Su tiempo fue el siglo XX. Nació en mayo de 1918 y murió en el año 2000, también en mayo. Era la menor de siete hermanos, en una familia que había sido riquísima, con negocios de azúcar, y se había arruinado con la Revolución mexicana. Ella llegó en tiempos de vacas flacas. “Lo que le faltó en lujos le sobró en mimos”, escribe uno de sus biógrafos, comentando lo consentida que la criaron sus padres. Quizás eso espoleó su carácter egocéntrico y vanidoso.

Antes que escritora, fue actriz de cine y de teatro y modelo de fotógrafos y pintores, entre estos Diego Rivera. Amiga entre otras muchas celebridades de Frida Kahlo, de Picasso, de María Félix, de Juan Rulfo, de Gabriela Mistral, de Alfonso Reyes…, se convirtió ella misma en una celebridad, probablemente tanto por su obra como por su vida. Llegó a ser llamada «la undécima musa», en un país, México, en el que «la décima musa» es su admirada sor Juana Inés de la Cruz. 

Pita Amor fue también una de las pioneras de la liberación de la mujer, en una sociedad en la que era muy difícil serlo. Su biógrafo y amigo Michael K. Schuessler cuenta esto: “En aquel entonces, en México, que una mujer tan radiante, tan bella, tan brillante, tan genial, irrumpiera en la escena literaria, cultural, de la Ciudad de México, fue algo aplaudido por muchos y también cuestionado por otros porque dudaban que esta persona que parecía modelo o actriz, pudiera llegar a casa, después de estar en el cabaret Leda, y sentarse a escribir Dios, invención admirable, o algo así”.

Hubo incluso quien corrió la especie de que ella no escribía sus versos, que serían obra de los consagrados escritores Alfonso Reyes o Juan José Arreola. Ambos tuvieron que negarlo una y otra vez. 

Vivió intensamente; muchas veces, entre polémicas y escándalos. A los 18 años se convirtió en la amante de José Madrazo, un rico ganadero de 60 años, con quien mantuvo una larga relación. Tuvo otras relaciones muy sonadas con toreros, pintores y escritores.

A los 41 años tuvo un hijo, Manuelito, y se lo dio en custodia a su hermana mayor. Cuando el niño tenía apenas un año, Manuelito murió ahogado en una piscina, y ella desapareció de la vida pública durante toda una década.

Cuentan que como poeta comenzó tarde. Que un día, a los 27 años de edad, escribió con su lápiz de cejas en una servilleta de papel un poema que comenzaba así 

Casa redonda tenía
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.

Lo incluyó en su primer libro, titulado Yo soy mi casa y dedicado a Gabriela Mistral. Lo publicó en 1946, con gran éxito. Le siguieron otros libros y otros éxitos: Puerta obstinada, en 1947; Círculo de angustia, en 1948; Polvo, en 1949. Y dijo ella, modesta: “Se unía, por aquellos tiempos, mi belleza a mi genio».

Pita tenía un carácter fuerte, avasallador, insolente en ocasiones. Sus biógrafos cuentan que alguna de sus disputas, incluso por cosas nimias, las arreglaba sacudiendo bastonazos al contrincante. Ella misma se retrató así en este famoso soneto, titulado Letanía de mis defectos

Soy vanidosa, déspota, blasfema;
soberbia, altiva, ingrata, desdeñosa;
pero conservo aún la tez de rosa.
La lumbre del infierno a mí me quema.

Es de cristal cortado mi sistema.
Soy ególatra, fría, tumultuosa.
Me quiebro como frágil mariposa.
Yo misma he construido mi anatema.

Soy perversa, malvada, vengativa.
Es prestada mi sangre y fugitiva.
Mis pensamientos son muy taciturnos.

Mis sueños de pecado son nocturnos.
Soy histérica, loca, desquiciada;
pero a la eternidad ya sentenciada. 

Algunos de esos versos cargados de adjetivos a mí me recuerdan el «áspero, tierno, liberal, esquivo» y otros similares del famoso soneto de Lope de Vega sobre el amor que os traje en el episodio 3 de este pódcast.

Sus poemas hablan sobre todo de sí misma. De sí misma respecto a todo: la soledad, la vida, Dios. Versificaba fácil, facilísimo; a veces, con ripios incluidos. Otro soneto suyo dice así:  

A mí me ha dado en escribir sonetos
como a otros les da en hacer sonatas
lo mismo que si fueran corcholatas,
etiquetas, botones o boletos.

A mí me ha dado en descubrir secretos.
A mí me ha dado por volar veletas.
A mí me ha dado en recortar siluetas
y en medir bien la luz de los abetos.

A mí me ha dado en alumbrar la rosa
y medir el listón de la violeta,
la rosa que se vuela en mariposa,

la rosa desmayada tan secreta,
la rosa de la flor maravillosa,
y en quebrar el fulgor de la ruleta.

No solo el soneto. Pita Amor dominaba muchos otros metros. La décima, por ejemplo. Uno de sus libros se titula Décimas a Dios. Dice así la décima número 1 de ese libro:

Dios, invención admirable,
hecha de ansiedad humana
y de esencia tan arcana,
que se vuelve impenetrable.
¿Por qué no eres tú palpable
para el soberbio que vio?
¿Por qué me dices que no
cuando te pido que vengas?
Dios mío, no te detengas,
o ¿quieres que vaya yo?

También frecuentaba la lira, otra estrofa que llegó a la lírica castellana desde la Italia del Renacimiento, como el soneto. Mira esta joyita, este breve poema en una sola lira. Parece un haiku ampliado. Dice así: 

Cansada de esperarte
con mis brazos vacíos de caricias,
con ansias de estrecharte
pensaba en las delicias
de esas noches, pasadas y ficticias

De sus sonetos y de sus liras habla en un sonetillo que ahora os leo. El sonetillo es un soneto que en lugar de estar compuesto en versos endecasílabos o en alejandrinos lo está en octosílabos. Dice así este:

He escrito dos mil sonetos
y mil novecientas liras,
tengo un vestido de tiras
bordadas, y seis cuartetos

que escribí entre los abetos
En mis luminosas giras
hablé ya de odios y de iras
hablé de amores secretos

hablé de mapas y oceanos,
de las palmas de mis manos
de los astros y los ríos

de mis cien mil extravíos
Pero es más lo que he callado
que lo que ya he publicado

El poema de Pita Amor con que vamos a terminar este episodio es uno de los que a mí más me gustan. Es también un sonetillo, un soneto en versos de ocho sílabas. Si en Jorge Manrique las vidas son los ríos que van a dar a la mar, en Pita Amor las vidas de los enamorados son rieles que van paralelos, unidos y separados, también camino al mar, a un mar ahora quebrado y desolado. Dice así este sonetillo de Pita Amor:

Como los rieles del tren,
unidos y separados
pero siempre sentenciados
a llegar tarde al andén.

Como el constante vaivén
del tren por los encrespados
cerros grises levantados,
mi amor y el tuyo también

corren paralelamente,
corren fugitivamente,
corren juntos, divididos,

separados, pero unidos
corren hasta el mar quebrado,
mar sin olas, desolado.