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14 Sep 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

A la salida de la cárcel, de fray Luis de León

Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa
ni envidiado ni envidioso.

Teólogo, traductor, catedrático en Salamanca, astrónomo (fue uno de los expertos a los que se consultó para el paso del calendario juliano al gregoriano), humanista, fraile agustino… Luis de León (1527-1591) es uno de los más excelsos poetas en español del Renacimiento, en un siglo, el XVI, en el que hubo muchos y excelentes: Garcilaso, Boscán, Herrera, Aldana, Cetina, Juan de la Cruz, Ercilla… La obra de todos ellos y de algunos narradores (el principal, el portentoso anónimo autor del Lazarillo) impulsan nuestras letras en su pasos definitivos hacia la modernidad. Luis de León, además, fue miembro destacado de la Escuela de Salamanca, el grupo de pensamiento que probablemente más ha influido internacionalmente en toda la historia de la cultura española.

La de fray Luis de León es una poesía ascética, de una gran perfección técnica en la forma (sonetos, décimas -como esta de hoy-, liras…), y centrada en el fondo de modo prioritario en la renuncia a lo material y a los placeres materiales, en el vivir con lo imprescindible y poco más («con pobre mesa y casa»), en apartarse de lo urbano y retirarse a lo rural («en el campo deleitoso») en soledad («y a solas su vida pasa») para cultivar el alma, la espiritualidad, la fe.

Nuestro escritor de hoy tiene poemas ascéticos mucho más elaborados y conocidos (¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal rüido / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido…». «Vivir quiero conmigo, / gozar quiero del bien que debo al cielo, / a solas, sin testigo, / libre de amor, de celo, / de odio, de esperanzas, de recelo…»), pero hemos elegido este pequeño poema -de una sola estrofa: una décima- porque a lo ascético le añade información a un episodio biográfico del autor que influyó mucho en su vida y en su obra.

Denunciado ante la Inquisición, entre otras cosas por haber traducido el Cantar de los cantares del hebreo al castellano sin licencia y por otras presuntas desviaciones heréticas -en el fondo, perece que por envidias profesionales y de otras órdenes religiosas-, fray Luis pasó en las prisiones inquisitoriales de Valladolid casi cinco años, de marzo de 1572 a diciembre de 1576, cuando fue absuelto. La décima que hoy traemos la habría escrito en las paredes de aquella cárcel, y estaríamos por tanto ante un poema grafiti. Digo estaríamos, en condicional, porque hay quien niega el grafiti e incluso quien sostiene que la décima no fue obra de Luis de León.

Sea como fuere, yo la siento así: