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21 Nov 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Para que yo me llame Ángel González, de Ángel González

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.

Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

El ovetense Ángel González (1925-2008) es una de las figuras centrales de la llamada Generación del 50, de la que ya hemos hablado aquí al comentar poemas de algunos otros de sus miembros: José Ángel Valente, Gloria Fuertes o Jaime Gil de Biedma. Diseminados en distintos focos geográficos -Barcelona, Madrid, Andalucía…-, a todos les unía una cierta desesperanza sobre la situación que vivía España en esos años del siglo pasado, durante los primeros años de la dictadura franquista; la denuncia de la injusticia social; el pesimismo; las contradicciones…

A González le había marcado especialmente el periodo de la Guerra Civil. Su padre había muerto cuando él apenas tenía 18 años, uno de sus hermanos falleció en 1936 a manos del bando nacional, otro hermano se tuvo que exiliar tras la contienda, una hermana no pudo ejercer como maestra por sus convicciones republicanas… Como Rafael Alberti dos décadas antes, fue durante una convalecencia recuperándose de una tuberculosis cuando se aficionó a leer poesía y a escribirla. Acabó siendo muy seguido y admirado también en América, ingresó en la Real Academia, es el maestro reconocido por poetas de las siguientes generaciones. Ha dejado una honda huella.

El poema que hoy os traigo pertenece al primer poemario de González. Lleva un título harto significativo, Áspero mundo, y fue accésit en 1955 del prestigioso Premio Adonais, que ha dado a conocer en los últimos sesenta años a muchos de los principales poetas españoles. Leedlo y escuchadlo atentamente. No hay verso sin sentimiento ni reflexión, todo está en su sitio, es casi un retrato no sólo del autor sino también de un tiempo y un país. Prestad atención a la música de fondo de la rima asonante e-o de los versos pares: suelo, tiempo, cuerpos (…), desaliento.

Hay quien ha visto en estos versos de Ángel González una especie de segunda parte del desesperanzado poema Insomnio, de Dámaso Alonso, que empieza así: «Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). / A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro».

Con vosotros, uno de los grandes poemas en español del siglo XX. Yo lo digo y lo siento así: