PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

14 Nov 2021
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Soneto CXXIX, de Juan Boscán

Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste,

dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando de esta mortal tierra partiste?,
¿por qué, al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?

Bien pienso yo que, si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras:

que o quisieras honrarme con tu lado
o a lo menos de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras.

 

El barcelonés Juan Boscán (1487-1542) debería figurar en las historias de nuestra literatura mucho más destacado de lo que suele estarlo. No sólo por su papel crucial -disruptor, diríamos ahora- como renovador de la poesía castellana, al traernos el petrarquismo y al introducir en nuestras letras muchos novedosos metros y estrofas italianos -el verso endecasílabo; el soneto, la octava real, el terceto…- sino también como poeta, como autor. La enorme figura de su admirado amigo Garcilaso de la Vega dejó a Boscán en una cierta e injusta sombra.

Cataloparlante de niño, aprendió después el castellano a la perfección. Se formó en la corte de los Reyes Católicos, bajo la tutela del humanista siciliano Lucio Marineo Sículo -«siempre te amé mucho, Boscán mío, no solo por la nobleza de tu linaje y por el grande ingenio de que estás dotado, sino porque a ninguno he visto adornado de mayores virtudes y más dedicado al estudio excelente de las buenas letras», que lo convirtió en un notable helenista y latinista, y en un excelente traductor: a él le debemos el primer El cortesano, de Castiglione.

Otro italiano, Andrea Navagero, embajador de la República de Venecia ante la corte de Carlos V, fue quien le sugirió a Boscán que se iniciara en los novedosos metros poéticos italianos. «Estando un día en Granada con el Navagero (…) me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia. (…) Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro. Pero fui poco a poco metiéndome con calor en ello. Mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso, con su juicio -el cual, no solamente en mi opinión, más en la de todo el mundo ha sido tenido por cosa cierta- no me confirmara en esta mi demanda».

No solo a Garcilaso. También convenció Boscán de las posibilidades de los nuevos metros a otros poetas de la época hasta entonces anclados en la lírica tradicional castellana, como Diego Hurtado de Mendoza. Y con ellos, a todos los que vinieron después en nuestras letras. Nuestros mejores sonetistas, de Lope a Quevedo o Góngora; de Neruda a Lorca o Hernández, son deudos de Boscán.

El excelente -en la forma y en el fondo- soneto de Boscán que hoy os traigo es de 1536. Está dirigido precisamente a Garcilaso, que acababa de morir en una acción de guerra al servicio del emperador Carlos V. No fue el mayor de los homenajes del poeta barcelonés al poeta toledano. Este no publicó en vida sus composiciones. Fue Boscán quien, en 1543, recogió buena parte de la obra de Garcilaso en una recopilación de versos propia, y lo lanzó así al estrellato que bien merecía. Bien se ve aquí la admiración que le profesaba. Yo lo siento y lo digo así: