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14 Oct 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Roque Dalton, el revolucionario reidor de trágico final

Poeta, ensayista, periodista, activista político salvadoreño, Roque Dalton fue una figura central de la literatura latinoamericana de hace medio siglo. Dejó algunos poemas memorables. Y murió asesinado de un modo atroz por sus propios compañeros revolucionarios.

Se llamaba Roque Antonio García, pero ha pasado a la historia de la literatura -y del activismo político, y de las revoluciones, y de la crónica más negra de las revoluciones- como Roque Dalton. Todos lo recuerdan como un tipo de gran magnetismo y de humor corrosivo.

“Era un hombre que a los cuarenta años daba la impresión de un chico de diecinueve -escribió sobre él el escritor argentino Julio Cortázar-.Tenía algo de niño, conductas de niño, era travieso, juguetón. Era difícil saber y darse cuenta de la fuerza, la seriedad y la eficacia que se escondían detrás de ese muchacho”.

El poeta y sacerdote y teólogo y revolucionario nicaragüense Ernesto Cardenal añadió: “Roque Dalton yo lo recuerdo riendo. Flaco, de un blanco pálido, huesudo, narizón como yo, y siempre riendo. No sé por qué siempre te recuerdo riendo, Roque Dalton. Un revolucionario reidor. No es que los revolucionarios sean especialmente serios ni mucho menos, pero es que él era un revolucionario especialmente reidor. Se reía en primer lugar de él mismo. Se reía de cosas ridículas de El Salvador, y siempre estaba hablando de El Salvador y es que quería muchísimo a su país, Pulgarcito. Se reía de la burguesía salvadoreña naturalmente, y nos hacía reír a todos. Se reía de los jesuitas con los que se había educado y en cuyo colegio había «perdido la fe» (también se reía de esta expresión) para entrar al Partido Comunista y también se reía de cosas de su Partido Comunista (pero de todos modos era su partido)”. 

Pulgarcito, como le decía Cardenal, era un nombre que se había puesto el propio Roque Dalton a sí mismo en una de sus últimas obras. Se titulaba Las historias prohibidas del Pulgarcito, y era una especie de historia no oficial de su país desde la conquista y la colonia españolas hasta los tiempos contemporáneos al autor. 

Tras la de Julio Cortázar y la de Ernesto Cardenal, una cita más para que conozcáis mejor a nuestro poeta de hoy. Es un entrecomillado de la escritora mexicana Elena Poniatowska. Dice así: “Roquito hacía reír hasta a las piedras. Hacía reír porque rompía los lugares comunes. Nadie menos solemne que Roque Dalton, nadie más capaz de hacer reír hasta las horas negras, más dispuesto a aventarse a pecho abierto contra el peligro, nadie más accidentado”.

¡Y tan accidentado, y tan aventado a pecho descubierto contra el peligro! Roque Dalton, poeta, ensayista, periodista, activista político salvadoreño, murió asesinado de un modo atroz a manos de sus propios compañeros revolucionarios. Luego lo veremos.

Era un revolucionario reidor, sí, pero también un revolucionario consciente, realista. “Río por los ojos que han conocido el brote de las lágrimas”, dice en uno de sus poemas. Vamos a leerlo entero. Se titula Como tú, y dice así: 

Yo, como tú,
amo el amor, la vida, el dulce encanto
de las cosas, el paisaje
celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.

Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan, de todos.

Y que mis venas no terminan en mí
sino en la sangre unánime
de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.

Un revolucionario que, como observó Cardenal, hablaba, reflexionaba y escribía sobre todo sobre su país, El Salvador. Y aunque reidor, pesimista. Mira en este poema, titulado El gran despecho. Dice así:

País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo

Antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de ti

Ello me alegra
porque prueba que me inventé un país
aunque me deba entonces a los manicomios

Soy pues un diosecillo a tu costa

(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex patria)

Roque Dalton había nacido en San Salvador, en 1935. Era hijo de un inmigrante estadounidense y de una enfermera salvadoreña. Con 18 años se fue a Chile, a cursar derecho, y allí se zambulló en el estudio del marxismo. Se afilió a su vuelta al Partido Comunista de El Salvador. Viajó a la URSS, donde conoció y trató a algunos de los iconos de la izquierda mundial. A su vuelta a su país, se convirtió en una especie de bestia negra de los gobiernos militares y de la sociedad tradicional. 

Escribió mucha poesía política. Mucha y muy irregular. En ocasiones, con un punto irónico. Mira este poema, sobre su militancia y activismo. Se titula Sobre dolores de cabeza, y dice así:

Es bello ser comunista,
aunque cause muchos dolores de cabeza.

Y es que el dolor de cabeza de los comunistas
se supone histórico, es decir
que no cede ante las tabletas analgésicas
sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra.
Así es la cosa.

Bajo el capitalismo nos duele la cabeza
y nos arrancan la cabeza.
En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo.
En la construcción socialista planificamos el dolor de cabeza
lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario.

El comunismo será, entre otras cosas,
una aspirina del tamaño del sol.

Conoció la cárcel. Conoció también el exilio: en México, en Checoslovaquia. Sobre todo en Cuba, donde recibió instrucción militar. En uno de sus regresos a su país, acabó preso y fue interrogado por agentes de la CIA. Volvió a Cuba, ganó en 1969 el prestigioso premio Casa de las Américas, en su modalidad de poesía. Tras ganar el galardón, lo entrevistó para la revista Marcha el escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti, que le preguntó sobre el compromiso. Y contestó así Roque Dalton: “Todo lo que escribo está comprometido con una manera de ver la literatura y la vida a partir de nuestra más importante labor como hombres: la lucha por la liberación de nuestros pueblos. Sin embargo, no debemos dejar que este concepto se convierta en algo abstracto. Yo creo que está ligado con una vía concreta de la revolución, y que esa vía es la lucha armada”.

Lo dijo y lo hizo. Abrazó la lucha armada, en efecto. Se integró en el Ejército Revolucionario del Pueblo, uno de los cinco grupos armados de la izquierda revolucionaria salvadoreña que andando el tiempo confluyeron en el llamado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. 

Vamos a hacer un alto en el relato de su vida, que ya se acerca a su final. Vamos a hacer un alto para volver a su obra. A este poema titulado Hora de la ceniza, que dice así.

Finaliza septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.

Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.

Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que exigió la esperanza.

Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.

Siento deseos de reír
o de matarme.

“Cuando yo muera”, dice varias veces Roque Dalton en ese poema… Murió pronto. 

Entre 1974 y 1975, el Ejército Revolucionario del Pueblo atravesó por un profundo y bronco debate interno sobre los métodos de lucha y sobre su propio liderazgo. Roque Dalton, demasiado independiente, demasiado crítico, fue acusado de revisionista, de moderado, de haberse vendido al imperialismo, de estar al servicio de la CIA… y los máximos dirigentes del grupo decidieron su detención y posterior ejecución. 

Están poco claros los detalles. Una versión dice que él y otro compañero fueron ejecutados en una zona cercana al volcán de San Salvador, en el centro del país, y sus cadáveres dejados a la intemperie para que animales salvajes los devoraran. Otra versión sostiene que no fue en la zona volcánica sino en un barrio de San Salvador donde los mataron y abandonaron los cuerpos. Era el 10 de mayo de 1975, cuatro días antes de que Roque Dalton cumpliera 40 años. Su familia tardó 23 años más en lograr una partida de defunción del poeta. Documentos posteriores de la organización guerrillera admitían que la acusación de que Dalton pertenecía a la CIA había sido “un montaje para eliminar a alguien a quien solo podían acusar de ser un intruso y un aventurero. Un indisciplinado que era perjudicial y dañino para el proceso revolucionario salvadoreño”.

Vamos a terminar con otro poema de Roque Dalton. Un poema en el que, como en el anterior, también habla de su propia muerte. Se titula Alta hora de la noche. A mí me recuerda al Lorca del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, y dice así:

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.