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18 Nov 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Jorge Luis Borges, palabras mayores


Jorge Luis Borges. Palabras mayores. Una de las más poderosas voces de toda la literatura del siglo XX, y no sólo en español. También de las más influyentes, de las que más huella y semilla dejaron en autores contemporáneos suyos y posteriores a él. A Borges tendremos que ir y volver varias veces en este pódcast. Vamos con la primera.

Borges nació en 1899 en Palermo, por aquel entonces un suburbio de Buenos Aires. Cuando tenía apenas 4 años, su familia se trasladó a Suiza, y allí se formó de niño. En Ginebra. No volvió a la Argentina hasta 1921, tras muchos viajes y estancias en toda Europa, incluida España. 

Trabajó de escritor, sí, pero también de traductor y de bibliotecario. A los 55 años quedó casi completamente ciego. Muchos expertos creen que fue eso, su progresiva ceguera, lo que le llevó a crear ese mundo lleno de símbolos, de claroscuros, de laberintos. Ese mundo tan borgiano… palabra que, por cierto, viene en el Diccionario.

El cuento es el territorio natural de Borges, y el que le ha dado fama y prestigio en todas las culturas, en todo el mundo. Él decía que era el género literario esencial. Despreciaba la novela porque, sostenía, obligaba al relleno. Nunca escribió una novela. Entre sus cuentos, hay docenas de piezas magistrales, especialmente en estos tres volúmenes: Historia universal de la infamia, Ficciones -que es uno de los mejores libros de la historia, según numerosos rankings- y El Aleph

En esos cuentos, en ese Borges, beben desde Julio Cortázar y Ernesto Sábato a Octavio Paz o Roberto Bolaño. Y el estadounidense Paul Auster, y el italiano Umberto Eco, y el indio-británico Salman Rushdie, y el turco Orhan Pamuk… Eco lo homenajeó en su obra más famosa, El nombre de la rosa. El monje anciano y ciego que cuida la biblioteca de la abadía medieval donde se desarrolla la trama lleva por nombre Jorge de Burgos.

Tanto sus cuentos como sus poemas o sus ensayos, su tercer pilar, están impregnados de unos motivos constantes en su larga vida como escritor: el tiempo, los laberintos, las bibliotecas, los sueños, las matemáticas, la mitología, la filosofía, los espejos, la divinidad…

Muchos de esos mimbres del mundo borgiano están en el poema de Borges con el que vamos a comenzar. Es en realidad un poema doble, un soneto doble. Se titula Ajedrez. Dice el primero de ellos así:

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

El segundo soneto, el segundo de esta dupla titulada Ajedrez, es aún más borgiano. Y me gusta aún mucho más que el primero. Me subyuga ese plano que se va abriendo y nos va abriendo la mente: las piezas, el jugador, Dios… Lo leí por primera vez cuando era muy niño y pasaba largas horas jugando al ajedrez, entonces mi afición preferida. Lo memoricé y me viene a la cabeza y a la boca con cierta frecuencia, con los pretextos más nimios. Dice así:

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

Los versos de Borges tienen una precisión de relojero. Y los sonetos especialmente. Mira este otro. Se titula Remordimiento. Lo escribió después de la muerte de su madre, con quien mantenía una estrecha relación. Dice así: 

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida

no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

Vamos a acabar con un poema celebérrimo de Jorge Luis Borges. Se titula El Golem, como una novela publicada en 1915 por el austriaco Gustav Meyrink basada en la leyenda judía del Golem, el ser creado artificialmente por un cabalista al que se le acaba yendo de las manos. Es un clásico de la literatura fantástica y para muchos lectores una obra de culto. Entre ellos, para Jorge Luis Borges, que le dedicó al asunto y al personaje este poema memorable. Según Adolfo Bioy Casares, es el mejor poema de Borges. Decía este, el propio Borges: «El Golem es al rabino que lo creó lo que el hombre es a Dios; y es también lo que el poema es al poeta».

El poema borgiano lo componen 18 cuartetos excelsos. Dicen así los tres primeros, no os perdáis ni una coma:

Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de ‘rosa’ está la rosa
y todo el Nilo en la palabra ‘Nilo’.

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Adán y las estrellas lo supieron
en el Jardín. La herrumbre del pecado
(dicen los cabalistas) lo ha borrado
y las generaciones lo perdieron.