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23 Ene 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Peregrino, de Luis Cernuda

¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

«Difícil de conocer. Delicado, pudorosísimo, guardándose su intimidad para él solo, y para las abejas de su poesía que van y vienen trajinando allí dentro -sin querer más jardín- haciendo su miel. (…) Por dentro, cristal. Porque es el más Licenciado Vidriera de todos, el que más aparta a la gente de sí, por temor de que le rompan algo, el más extraño».

El sevillano Luis Cernuda (1902-1963), miembro de la Generación del 27 -la del granadino Federico García Lorca, el gaditano Rafael Alberti, los madrileños Pedro Salinas, Dámaso Alonso y Concha Méndez; los vallisoletanos Jorge Guillén y Rosa Chacel; el cántabro Gerardo Diego; la palmense Josefina de la Torre; la vitoriana Ernestina de Champourcín; el también sevillano Vicente Aleixandre…, y no menciono a todos- quizás siga siendo aún hoy «el más extraño», el «más difícil de conocer» de todo el excelso grupo poético. El entrecomiilado que abre esta nota es de uno de ellos, Salinas, que era de los mayores en edad y tuvo a Cernuda de alumno en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, hace ahora cien años.

Rebelde, solitario, desarraigado, republicano, Cernuda se sintió muchas veces marginado, probablemente por homosexual. Vivió -con distintas parejas que marcaron su vida y su obra, a veces solo- en su Sevilla natal, en Madrid y en Valencia; en Oxfordshire, en el centro de Inglaterra, como tutor de niños vascos refugiados durante la guerra civil española; en las universidades de Glasgow o de Cambridge como lector de español. Y tras la guerra y el exilio definitivo, en Estados Unidos unos años y en México los últimos once de su vida. Murió en el domicilio de su amiga y compañera de generación Concha Méndez, de la que hablamos aquí hace pocas semanas.

Como poeta, bebe en clásicos como Garcilaso o Fray Luis de León, pero también en los románticos Bécquer, Keats o Hölderlin, y en los simbolistas franceses, y en sus casi contemporáneos Cavafis, Eliot o Juan Ramón Jiménez. Toda su obra es un diálogo, o más bien una pugna, una antítesis, entre la realidad y el deseo (así titulo, La realidad y el deseo, las recopilaciones de su obra poética completa que fue publicando y ampliando desde 1936 hasta el final de sus días), entre los hechos y los sueños, entre el suelo y el cielo. Muchos otros títulos de sus poemarios son en sí mismos un poema de un solo verso, un poema con la poética de Cernuda dentro: Los placeres prohibidos (de 1931), Donde habite el olvido (1933), Como quien espera el alba (1947), Vivir sin estar viviendo (1949), Con las horas contadas (1956), Desolación de la Quimera (1962).

He dudado mucho al elegir para hoy un solo poema de entre los muchos excelentes de Cernuda. Dudé entre el corto e intenso Contigo («¿Mi tierra? / Mi tierra eres tú. / ¿Mi gente? / Mi gente eres tú. / El destierro y la muerte / para mí están adonde / no estés tú. / ¿Y mi vida? / Dime, mi vida, / ¿qué es, si no eres tú?); el que da título a Donde habite… («Donde habite el olvido, / en los vastos jardines sin aurora; / donde yo sólo sea / memoria de una piedra sepultada entre ortigas / sobre la cual el viento escapa a sus insomnios»…) y este que he elegido, Peregrino. Es tardío, pertenece a su último libro, y tiene mucho de resumen de su vida, con esa proclama de «seguir libre adelante, disponible por siempre», «sin hijo que te busque», «sin Ítaca que aguarde y sin Penélope», tan bella, tan triste.

Yo lo siento y lo digo así: