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01 Jun 2024
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

León Felipe, en búsqueda de sí mismo

Nació en Zamora, en una familia acomodada. Era hijo de un notario vallisoletano. Pero vivió una vida muy agitada, impropia de esos orígenes, en tres continentes. Una vida en la que no le faltó ni la cárcel. Tres años de cárcel. Y como él mismo dice en un poema, “no como prisionero político sino como delincuente común”. Se llamaba Felipe Camino Galicia de la Rosa, y ha pasado a la historia de la literatura como León Felipe, nombre que adoptó con su libro Versos y oraciones del caminante, que es de 1919.

Soy Arsenio Escolar y esto es Poemas sentidos

La vida de León Felipe estuvo llena de peripecias novelescas. Fue farmacéutico de formación y de profesión, regentó farmacias en los lugares más variados. Fue también cómico de la legua en compañías ambulantes de poca monta. Fue bohemio. Dice así en un poema:

He dormido en el estiércol de las cuadras, en los bancos municipales,
he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos
y me ha dado limosna —Dios se lo pague—
una prostituta callejera…

Estuvo preso durante tres años en el penal de El Dueso, en Santoña, por un desfalco. Fue administrador de hospitales en Guinea, bibliotecario en México en los años veinte del siglo pasado, profesor en Estados Unidos. Y fue también exiliado republicano desde el comienzo de la Guerra Civil.

Poco extraña, con esa biografía, que diga así un poema suyo titulado Nadie fue ayer y que es uno de mis favoritos.

Nadie fue ayer,
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol…
y un camino virgen
Dios.

La de León Felipe es una voz singular de nuestra lírica, muy personal, difícil de encasillar. Hay quien lo encuadra en la Generación del 27, aunque él era algo mayor que todos ellos, que los Lorca, Aleixandre, Cernuda, Salinas, Alberti o Guillén, y sus prioridades poéticas eran también otras.

Mira este poema. Se titula Como tú, y habla, como en el anterior, de sí mismo. Dice así:

Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido
para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia;
como tú,
piedra aventurera;
como tú,
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera…

Versos sencillos y variados, sin estrofa clásica alguna, un verso monosílabo y uno endecasílabo entre ellos, y esa rima asonante en los versos pares… Puro León, puro León Felipe.

Sus poemas son una constante búsqueda de sí mismo, una introspección; a veces, como hemos visto antes, de carácter religioso. Dijo esto de sí mismo: «Creo que soy el más torpe y el más ciego de todos los poetas españoles, pero creo que me salva el poder responder de todos mis versos con mi sangre».

Más introspección, más búsqueda de sí mismo encontramos en el poema que os traigo ahora, también en versos muy variados y en esta ocasión con una misma rima asonante en todos ellos; no solo en los pares. Se titula Romero solo, y dice así:

Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

Acabamos ya. Y vamos a hacerlo con otro poema muy marca de la casa, muy León Felipe. Se titula Vencidos, y dice así:

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar…