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06 Jun 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Ajedrez, de Jorge Luis Borges

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

Jorge Luis Borges (1899-1986). Palabras mayores. Una de las más poderosas voces de toda la literatura del siglo XX, y no sólo en español. También de las más influyentes, de las que más huella y semilla dejaron en autores contemporáneos suyos y posteriores a él. En Borges beben desde Julio Cortázar y Ernesto Sábato a Octavio Paz o Roberto Bolaño. Y el estadounidense Paul Auster, y el italiano Umberto Eco, y el indio-británico Salman Rushdie, y el turco Orhan Pamuk, y… Eco lo homenajeó en El nombre de la rosa con el personaje de Jorge de Burgos, el monje anciano y ciego que cuida la biblioteca de la abadía medieval donde se desarrolla la trama.

El cuento fue siempre el territorio natural de Borges, y el que le dio fama y prestigio en todas las culturas, en todo el mundo. Decía que era el género literario esencial. Despreciaba la novela porque, sostenía, obligaba al relleno. Nunca escribió una novela. Entre sus cuentos, hay docenas de piezas magistrales especialmente en estos tres libros: Historia universal de la infamiaFicciones -uno de los mejores libros de la historia, según numerosos rankings- y El Aleph. Y entre los poemarios, Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno de San Martín.

Tanto sus cuentos como sus poemas -y sus ensayos, su tercer pilar- están impregnados de unos motivos constantes en su larga vida como escritor: el tiempo, los laberintos, las bibliotecas, los sueños, las matemáticas, la mitología, la filosofía, los espejos…

El poema que hoy os traigo es muy representativo de ese mundo borgiano. El plano que se va abriendo y nos va abriendo la mente: las piezas, el jugador, Dios… Y técnicamente perfecto, un soneto clásico con todos sus detalles. En realidad, Ajedrez es un poema doble, con dos sonetos. Este de arriba es el segundo. Ahora transcribo aquí el primero para que lo conozcáis y volváis después a leer el de arriba, quizás con otros ojos aún más borgianos: «En su grave rincón, los jugadores / rigen las lentas piezas. El tablero / los demora hasta el alba en su severo / ámbito en que se odian dos colores. / Adentro irradian mágicos rigores / las formas: torre homérica, ligero / caballo, armada reina, rey postrero, / oblicuo alfil y peones agresores. / Cuando los jugadores se hayan ido, / cuando el tiempo los haya consumido, / ciertamente no habrá cesado el rito. / En el Oriente se encendió esta guerra / cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. / Como el otro, este juego es infinito».

El de arriba lo memoricé de muy joven, me viene a la cabeza y a la boca muy a menudo. Ahí va: