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27 Jun 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Determinarse y luego arrepentirse, de Villamediana

Determinarse y luego arrepentirse,
empezarse a atrever y acobardarse,
arder el pecho y la palabra helarse,
desengañarse y luego persuadirse;

comenzar una cosa y advertirse,
querer decir su pena y no aclararse,
en medio del aliento desmayarse,
y entre temor y miedo consumirse;

en las resoluciones, detenerse,
hallada la ocasión, no aprovecharse,
y, perdida, de cólera encenderse,

y sin saber por qué, desvanecerse:
efectos son de Amor, no hay que espantarse,
que todo del Amor puede creerse.

Noble de rancio abolengo -su padre, su abuelo y él mismo fueron Correo Mayor del reino, título creado por Felipe I (el Hermoso, marido de la reina Juana) para promover, organizar y administrar lo que hoy llamaríamos servicio postal; su abuela paterna era descendiente directa de Pedro I, el rey justiciero para sus partidarios y cruel para sus adversarios-, Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana (1592-1622), fue un tipo cultísimo, ingenioso, deslenguado, crápula, libertino y mujeriego, muy conocido, para bien y para mal, en la Corte de Valladolid y de Madrid de Felipe III y Felipe IV. Vestía como un dandy, y marcaba tendencias; le gustaban las joyas, los caballos y la buena vida; jugaba y apostaba a los naipes -y en ocasiones no pagaba-; era bisexual practicante, y le costó un proceso legal por sodomía del que aún hoy se ignoran los detalles. Y fue, además, un poeta técnicamente excelso; culterano militante: es decir, partidario de Góngora y de su corriente poética.

Desterrado varias veces de la Corte, unas por escándalos económicos o por sus líos de amores, otras por sus versos satíricos contra la alta nobleza -incluido el duque de Lerma, valido del rey, probablemente el mayor ladrón de la historia del España-, Villamediana murió de un modo extraño: asesinado a puñaladas, cuando paseaba en coche de caballos por la calle Mayor de Madrid, propinadas por un desconocido que detuvo el carruaje, en teoría para darle un recado al conde. Su muerte fue un escándalo que sacudió la sociedad madrileña, especialmente la literaria. Unos creyeron ver la mano del poder detrás del crimen; otros, de los acreedores del conde; terceros, de sus andanzas con mujeres casadas o con jovencitos…

Antonio Hurtado de Mendoza, un dramaturgo y poeta de segunda o tercera fila en aquellas décadas áureas pobladas de genios, nos dejó en dos décimas un certero retrato del conde: «Ya sabéis que era Don Juan / dado al juego y los placeres; / amábanle las mujeres / por discreto y por galán. / Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente… / más pulido que Medoro / y en el vestir sin segundo, / causaban asombro al mundo / sus trajes bordados de oro… / Muy diestro en rejonear, / muy amigo de reñir, / muy ganoso de servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera».

En su obra abundan los poemas satíricos, muy incisivos e ingeniosos, contra la clase alta de su tiempo, a la que él mismo pertenecía; otros de tema mitológico, algunos de ellos oscuros para un lector de entonces y de hoy; y otros muchos de asunto amoroso en los que Villamediana se desenvuelve con igual pericia en tonos petrarquistas tardomedievales y en otros ya barrocos.

Los sonetos son su estrofa preferida. Este que hoy os traigo parece glosa de uno anterior de Lope de Vega que ya os comenté y recité. En ambos (y en otros más, secuelas del primero del Fénix), el poeta describe el amor mediante la enumeración de una serie de términos, la mayoría verbos y adjetivos. «Esto es amor, quien lo probó lo sabe», dice el último verso del de Lope. «Esto es amor, y lo demás es risa», dice en su final el poema paródico, quizás de Quevedo. «Efectos son de Amor, no hay que espantarse, / que todo del Amor puede creerse», acaba el suyo Villamediana.

Yo lo siento y lo digo así: