PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

05 Sep 2021
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Ojos garzos ha la niña, de Juan del Encina

Ojos garzos ha la niña:
¡quién se los namoraría!

Son tan bellos y tan vivos
que a todos tienen cativos,
mas muéstralos tan esquivos
que roban el alegría.

Roban el placer y gloria,
los sentidos y memoria;
de todos llevan vitoria
con su gentil galanía.

Con su gentil gentileza
ponen fe con más firmeza
hacen vivir en tristeza
al que alegre ser solía.

No hay ninguno que los vea
que su cativo no sea.
Todo el mundo los desea
contemplar de noche y día.

Músico y autor teatral de primer nivel, el salmantino (o quizás zamorano, de Fermoselle) Juan del Encina (1468-1529) fue además un poeta notable del paso de la Edad Media al primer Renacimiento. En todo fue pionero, en mucho ha pervivido. Algunas de sus piezas musicales forman todavía hoy parte del repertorio de intérpretes especialistas en aquella época. Sus innovaciones en el teatro, no solo como autor sino también en lo que hoy llamaríamos labores de productor, han llevado a que se le considere el patriarca de una revolución escénica que desemboca en Lope de Vega. Buena parte de su lírica ha envejecido extraordinariamente bien, y genera aún hoy emociones semejantes a las de hace cinco siglos.

Poesía religiosa, poesía amorosa, poesía cortesana escrita de encargo para los nobles y reyes (los Católicos) a los que sirvió… toda la obra de Juan del Encina tiene interés, y no sólo arqueológico. En ocasiones, uno se encuentra joyas como este «No quiero querer querer / sin sentir sentir sufrir / por poder poder saber / merecer el merecer / y servir más que servir»… o como el muy célebre poema que comienza así: «No te tardes que me muero, / carcelero, / no te tardes que me muero. / Apresura tu venida / porque no pierda la vida, / que la fe no está perdida, / carcelero, / no te tardes que me muero».

El poema que hoy os traigo es un villancico, una composición popular tradicional muy frecuente en nuestras letras de los siglos XV y XVI. Juan del Encina fue uno de sus principales maestros. A muchos de los suyos, les puso música.

A los ojos de la persona amada o deseada se han hecho cientos o miles de poemas en la historia de nuestras letras, algunos de ellos excelsos. Aquí trajimos hace tiempo el maravilloso «Ojos claros, serenos, / si de un dulce mirar sois alabados, / ¿por qué, si me miráis, miráis airados?…» de Gutierre de Cetina. Estos versos de Del Encina a esos ojos garzos («de color azulado») que a todos cautivan son de medio siglo antes, y no desmerecen a los del sevillano.

Yo los digo y los siento así: