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12 Sep 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Amar el día, aborrecer el día, de María de Zayas

Amar el día, aborrecer el día,
llamar la noche y despreciarla luego,
temer el fuego y acercarse al fuego,
tener a un tiempo pena y alegría.

Estar juntos valor y cobardía,
el desprecio cruel y el blando ruego,
tener valiente entendimiento ciego,
atada la razón, libre osadía.

Buscar lugar en que aliviar los males
y no querer del mal hacer mudanza,
desear sin saber qué se desea.

Tener el gusto y el disgusto iguales,
y todo el bien librado en la esperanza,
si aquesto no es amor, no sé qué sea.

La madrileña María de Zayas (nacida en 1590 y fallecida se ignora cuándo, probablemente entre 1647 y 1661) es uno de los grandes enigmas de nuestras letras. Se sabe que era hija de un capitán de infantería, se cree que aparte de en su Madrid natal quizás vivió en Zaragoza, o en Barcelona, o en Nápoles, o en Granada o Sevilla… y poco más. Tan poco se sabe de su vida que algún experto dudó incluso de su existencia y planteó si no fue sino un heterónimo de Alonso de Castillo Solórzano -un escritor de segunda fila del Barroco-, tesis hoy descartada. Probablemente hayan contribuido a la confusión algunas circunstancias que rodean las obras publicadas bajo esa firma de María de Zayas, fundamentalmente sus Novelas ejemplares y amorosas y sus Desengaños amorosos. Son de estilo realista, con aires que recuerdan los de la picaresca, abundan en reivindicaciones sobre la mujer que hoy calificaríamos de feministas o prefeministas y, atención, contienen pinceladas eróticas -incluido el lesbianismo- infrecuentes en nuestra literatura de aquellos siglos, y mucho más en la pluma de una mujer.

Conclusión: fueron muy celebradas por el público, especialmente el femenino; alabadas por algunos de sus contemporáneos (entre ellos, por Lope de Vega); plagiadas en Francia; prohibidas por la Inquisición e ignoradas y silenciadas por la inmensa mayor parte del academicismo y de la crítica literaria de entonces y de varios siglos después. Con una notable excepción que hay que resaltar: Emilia Pardo Bazán, que incluyó obras de Zayas en la Biblioteca de la Mujer que la gallega dirigía y financiaba, y logró así que volviera a ser considerada por los estudiosos de nuestra literatura.

Aunque lo suyo es la novela, María de Zayas fue también autora teatral y poeta. El soneto que hoy os traigo -dedicado a definir el amor mediante paradojas y antítesis- quizás os suene, o al menos os suene a conocido el asunto y hasta la técnica con que se trata. Forma parte de los muchos que se compusieron en nuestro Barroco sobre el mismo tema: las contradicciones, los contrasentidos y las incoherencias del amor. Os traje aquí hace ya más de un año uno espléndido de 1602 de Lope de Vega («Desmayarse, atreverse, estar furioso, / áspero, tierno, liberal, esquivo, / alentado, mortal, difunto, vivo, / leal, traidor, cobarde y animoso»…) y otro, hace tres meses, de Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana («Determinarse y luego arrepentirse, / empezarse a atrever y acobardarse, / arder el pecho y la palabra helarse, / desengañarse y luego persuadirse»…) que parecía glosa de aquel.

Este de hoy de María de Zayas, que no desmerece a ninguno de los dos antes reseñados, parece aún más hecho al modo de Lope. Ved el verso final en ambos, el decimocuarto: «esto es amor, quien lo probó lo sabe», el de él; «si aquesto no es amor, no sé qué sea», el de ella.

Yo lo digo y lo siento así: