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01 Ago 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Autobiografía, de Gloria Fuertes

Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.

A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores,
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude sobrellevar
mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta,
-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.
Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.

Su enorme popularidad radiofónica y televisiva como poeta y escritora para niños, en los años ochenta del pasado siglo, eclipsaron de algún modo la obra mayor y para mayores de Gloria Fuertes (1917-1998), una de las más genuinas representantes de la Generación del 50, de la que hablamos aquí al comentar un poema de Jaime Gil de Biedma. La unen a todos aquellos autores los grandes temas poéticos -la soledad, las contradicciones, la injusticia social, la tristeza de un país que malvive bajo un dictadura…- y la separan los orígenes: Gloria Fuertes, madrileña de Lavapiés, era de familia muy humilde -su padre era bedel; su madre, costurera-, fue una esforzada autodidacta -«Cuando mi madre me veía con un libro, me pegaba. Nadie de mi familia me dijo nunca ‘escribe, hija, escribe, que lo haces bien’. Nadie»- y se definía como «poéticamente desescolarizada».

Precoz hasta el punto de que a los cinco años escribía e ilustraba sus propios cuentos, siempre fue coherente en su obra con ese espíritu autodidacta. «Antes que contar las sílabas, los poetas tienen que contar lo que pasa», proclamó. Transformó incluso ese decir llano y sencillo, muchas veces un punto naíf, en su principal bandera. «Escribo como escribo, / a veces deliberadamente mal / para que os llegue bien», dice un poema suyo que se titula, significativamente, Arte poética.

Más apreciada y estudiada durante años en el extranjero que entre nosotros -en Estados Unidos hay docenas de investigaciones académicas y tesis doctorales sobre ella-, la celebración, hace cuatro años, del centenario de su nacimiento sirvió para recuperarla y celebrarla también en España como una de las figuras clave de las letras del siglo pasado, y no solo en su faceta como autora para el público infantil y juvenil.

El poema que hoy os traigo resume bien su propia vida y su peculiar poética. Algunos versos son sencillamente antológicos. Como esos: «Todos los míos han muerto hace años / y estoy más sola que yo misma», que un autor nada autodidacta hubiera dejado como remate final del poema. Gloria no, ella lo remata con esa alusión irónica a José María Pemán, uno de los poetas de corto vuelo y franquista desde primera hora a los que el régimen veneraba como si fuera Lope de Vega redivivo.

Yo siento y digo este poema así: