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09 May 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

La llama funesta, de Alfonso Reyes

Si te dicen que voy envejeciendo
porque me da fatiga la lectura
o me cansa la pluma, o tengo hartura
de las filosofías que no entiendo;

si otro juzga que cobro el dividendo
del tesoro invertido, y asegura
que vivo de mi propia sinecura
y sólo de mis hábitos dependo,

cítalos a la nueva primavera
que ha de traer retoños, de manera
que a los frutos de ayer pongan olvido;

pero si sabes que cerré los ojos
al desafío de unos labios rojos,
entonces puedes darme por perdido.

Poeta, narrador, ensayista, pensador, filólogo, traductor…, el mexicano Alfonso Reyes (1889-1959) fue un moderno humanista, un literato completo. Fue nominado al Premio Nobel en cinco años diferentes; la primera vez, en 1949, a propuesta de la chilena Gabriela Mistral. El argentino Jorge Luis Borges lo consideraba «el mejor prosista en lengua española de cualquier época».

Además de todos esos oficios como escritor, Reyes tuvo otro que influyó mucho y para bien en los primeros: diplomático, con destinos en muy diversas ciudades (Nueva York, París, Roma, Buenos Aires, Río de Janeiro…), lo que le permitió tratar con las mejores cabezas de cada una de ellas y embeberse en sus respectivas culturas. Su larga etapa en Madrid, de 1914 a 1924, pasa por ser la más fecunda de todas ellas. En esos años, investigó y publicó sobre el Arcipreste de Hita, Lope de Vega, Quevedo, Gracián, Góngora…; frecuentó la narrativa, el libro de viajes, la poesía…

Su obra es extensísima: ocupa 26 volúmenes recopilatorios en Fondo de Cultura Económica. Su fama y prestigio, que fueron inmensos (doctor honoris causa de universidades tan variadas como Princeton, La Habana, París o Berkeley), son hoy decrecientes, como el número de sus lectores. Pero muchos de sus prosas y de sus poemas han envejecido bien y se leen aún hoy con sumo placer. Este soneto (su estrofa preferida, con los romances) que hoy os traigo, dice mucho de Reyes: el paso del tiempo, el acomodo, la vejez… y la chispa de una ilusión («unos labios rojos») a la que quizás (o quizás no) se reaccione. Dudé entre este y otro soneto, Visitación: «-Soy la Muerte- me dijo. No sabía / que tan estrechamente me cercara, / al punto de volcarme por la cara / su turbadora vaharada fría. / Ya no intento eludir su compañía: / mis pasos sigue, transparente y clara / y desde entonces no me desampara / ni me deja de noche ni de día. / -¡Y pensar -confesé-, que de mil modos / quise disimularte con apodos, / entre miedos y errores confundida! / «Más tienes de caricia que de pena». / Eras alivio y te llamé cadena. / Eras la muerte y te llamé la vida».

Yo siento y digo La llama funesta así: