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28 Jun 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Soneto, de sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Cabeza y corazón, forma y fondo, técnica y sentimiento. Sor Juana Inés de la Cruz (1648 (o 1651)-1695) lo tiene todo, es una de las y los principales poetas de América de toda la historia de nuestra lengua. Casi contemporánea de Lope, de Quevedo, de Góngora, de Calderón, ese es su nivel, esos son sus pares. Hubo quien la llamó, con razón, «la décima musa». Es un portento de ingenio y de creatividad, de raciocinio y de emociones, y siempre con una gran habilidad técnica. De ella brotan los versos con una naturalidad comparable, e incluso superior, a las estrellas del siglo XVII antes citadas: Lope, Quevedo, Góngora, Calderón.

Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, novohispana (hoy mexicana), fue niña precoz en leer y en escribir. Creció y destacó de muy joven en la corte de los virreyes de la Nueva España; la propia virreina, Leonor de Carreto, ejerció como su mecenas. Juana Inés repentizaba versos de modo tan brillante que asombraba a la culta e ilustrada corte del virrey. No menos asombro causó cuando se disfrazó de hombre para entrar en la universidad, vedada por entonces a las mujeres, y cuando rechazada en la academia decidió hacerse monja, primero carmelita, después y ya de por vida en la orden de los jerónimos, como una manera de ser y sentirse más libre que si se hubiera casado. Ambas cosas, el intento universitario y el gesto de profesar como religiosa para ser más libre, más muchos de sus poemas (entre ellos, las famosas redondillas que empiezan «Hombres necios que acusáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de lo mismo que culpáis…»), la han convertido también en un símbolo de la lucha por los derechos de la mujer, en una especie de feminista temprana.

Escribió prosa, escribió piezas teatrales, especialmente autos sacramentales, y escribió sobre todo poesía lírica. Mucha de ella, en sonetos, estrofa que domina como casi nadie. Varios de ellos entrarían destacados en cualquier antología universal del género.

El que traemos hoy es muy representativo de la autora y del barroco. En el tema: ¿Qué es mejor en el amor no correspondido? ¿Seguir porfiando por el que no nos hace ningún caso o entregarse al que no nos interesa? Sor Juana le dedicó más piezas al asunto. Entre ellas, otro soneto con un punto de comicidad que empieza así: «Feliciano me adora y le aborrezco; / Lisardo me aborrece y yo le adoro…». Y en la forma: retruécanos, contradicciones, contrastes, antítesis… Los juegos de palabras bien construidos y rimados son una de las grandes habilidades de sor Juana Inés.

Ahí va: