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27 Ene 2024
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Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Guiomar y la sombra de Machado


Nunca fue una figura de primer nivel de nuestra historia literaria. Pero Pilar de Valderrama merece que le dediquemos un episodio en este espacio. Por varias razones, entre ellas estas dos: por su propia obra como poeta y como dramaturga y por la que inspiró en uno de nuestros grandes poetas, Antonio Machado. Sí: Pilar de Valderrama es la Guiomar de Machado.  

Miembro de la alta burguesía madrileña, Pilar de Valderrama anduvo cerca del grupo de Las Sinsombrero, del que ya hemos hablado aquí hace pocos meses cuando dedicamos un episodio a las tres principales poetas del grupo: Concha Méndez, Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre.

Valderrama coincidió con algunas de ellas en el exclusivo Lyceum Club, una asociación de mujeres en la que se reunían muchas de las más destacadas de la cultura española del primer tercio del siglo pasado. Varias de ellas fueron injustamente invisibilizadas porque tenían cerca algún ilustre varón. Por ejemplo, Zenobia de Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez; María de Maeztu, hermana de Ramiro; Mabel Rick, mujer de Ramón Pérez de Ayala; o María de la O Lejárraga, esposa de Gregorio Martínez Sierra.

A Pilar de Valderrama, la cercanía a un hombre muy notable, Antonio Machado, no sólo no la ocultó sino que, al contrario, la visibilizó. Aunque pasaron muchos años para que así fuera. 

Pilar de Valderrama y Antonio Machado se conocieron bien avanzados los años 20 del siglo pasado. Exactamente en marzo de 1928, en el Hotel Comercio de Segovia, al que ella había acudido, según he leído en los paneles de una exposición sobre su figura que aún puede visitarse en la sede central del Instituto Cervantes, en Madrid, “para reponerse de un traumático episodio conyugal”. Ella era ya lectora ferviente del poeta, e hizo todo lo posible por acercarse a él, que residía en Segovia porque por entonces ocupaba la cátedra de francés del Instituto General y Técnico de la ciudad. El poeta era 14 años mayor que ella, y era viudo de su gran amor de vida y de poética, la soriana Leonor. 

Pese a las desavenencias, Pilar nunca se separó de su marido, con quien ya tenía tres hijos cuando conoció a Machado. La relación con Machado fue secreta, a escondidas. La reveló ella muchísimos años después, en 1981, cuando ya habían pasado 42 años de la muerte del poeta. Lo hizo en el libro póstumo titulado Sí, soy Guiomar. Memorias de mi vida. Así se supo quién era la enigmática Guiomar del poeta sevillano. La inspiradora de sus Canciones a Guiomar que figuran entre lo más valioso de sus últimos años. Mira, así comienza ese maravilloso poema de Machado:

No sabía
si era un limón amarillo
lo que tu mano tenía,
o el hilo de un claro día,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonreía.
Yo pregunté: ¿Qué me ofreces?
¿Tiempo en fruto, que tu mano
eligió entre madureces
de tu huerta?
¿Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
¿Dorada esencia encantada?
¿Copla en el agua dormida?
¿De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
¿Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
de sus crepúsculos viejos?

Hay un pasaje, después, en esas Canciones a Guiomar de Machado, que a mí me emociona especialmente. Dice así, le dice así Antonio Machado a Guiomar:

Tu poeta:
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes Guiomar;
nos sorbe la serranía.

Los machadianos, los machadistas y los machadiólogos están divididos. Unos piensan que Pilar / Guiomar fue la gran musa del Machado veterano y triste de los años finales, el principal motor creativo del Machado crepuscular. Incluso algunos de ellos ven en Guiomar una singular mezcla de Leonor y de Juan de Mairena, de persona real y de heterónimo espejo frente al que se espolea la creatividad. 

Otros, por contra, ven en Pilar / Guiomar a una arribista, a una poeta del montón que aprovechó su relación con el sevillano (no se sabe si solo platónica o también íntima) para hacerse un hueco, aunque fuera a pie de página, en la historia de la literatura.

Yo me inclino más por lo primero. Por pensar que Pilar de Valderrama fue para Machado un acelerador de su creatividad en sus últimos años. Para la propia Valderrama seguramente fue el poeta un estímulo poético. Vamos a ver ya algún poema de ella. Este primero que os traigo se titula Huerto cerrado. Es de 1925; es decir, de unos años antes de que ella conociera a Machado. Dice así:

Unas tapias altas cerrando un espacio
pequeño:
Pequeño tan sólo si se mira a tierra,
pero ilimitado si se mira al cielo.

Hiedras en esas tapias.
Un ciprés muy viejo
al que en Mayo alegran unas golondrinas
pone en el ocaso su perfil austero.

Las nubes muy cerca.
El mundo muy lejos…

Crece el cinamomo junto a los granados,
el mirto, el romero;
y sobre la orilla fresca de un arroyo
abren sus corolas los lirios bermejos.

De mi propio campo, de mis propias flores
soy el jardinero.

¡Con qué amor las riego!

De hierbas, reptiles
e insectos,
que un día pudieran secar sus raíces,
las limpio y defiendo.

Y para que nunca ningún ser profano
a ultrajar llegara mis lirios bermejos,
quisiera crecieran… crecieran… las tapias
hasta confundirse con el ancho cielo.

Por fuera la vida
y yo aislada dentro
sobre el viejo mundo
en mi mundo nuevo…

Y cuando un extraño, mirando el recinto
curioso indagara. «¿Será torre o templo?»
Alguien respondiera: «Es Huerto Cerrado
donde se cultiva la Flor de los Sueños».

No es un poema deslumbrante, pero no está mal. Esa mezcla de narración y de reflexión, esa rima arromanzada de los versos pares (pequeño, cielo, viejo, austero…) le dan al poema un cierto encanto. 

Entre 1928 y el año de la muerte del sevillano, 1939, Pilar de Valderrama y Antonio Machado se escribían mucho, y se veían lo que podían y clandestinos. Se escribieron centenares de cartas, algunos expertos calculan que dos a la semana en cada dirección durante muchos de esos años. De las de él, 36 las incluyó ella en el libro antes referido, en el Sí, soy Guiomar. El resto se ha perdido.

Se veían en secreto en los Jardines de la Moncloa, en una fuente que hoy está dentro del recinto del Palacio de la Moncloa, sede de Presidencia del Gobierno, y que ahora lleva el nombre de ella. Visité la fuente, no hace mucho, y recordé estos versos de Machado:

En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar, sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.

Se veían también en un café de Cuatro Caminos, entonces un barrio periférico de Madrid. Probablemente tan lejos del centro adrede, para que no los vieran. De ese café habla el soneto en versos alejandrinos de Pilar de Valderrama con que vamos a acabar hoy. Un café donde años después, ya muerto Antonio Machado, ella busca los recuerdos de su amado y descubre que todo ha desaparecido, «como un girón de niebla». El poema es, en mi opinión, de una calidad superior al otro que veíamos antes. Se titula Evocación, y dice así:

Aquel café de barrio, destartalado y frío,
testigo silencioso de nuestras confidencias,
extremo de rigores, conjunto de inclemencias,
que sólo caldeaban tu corazón y el mío.

Viejo café de barrio, adonde yo acudía,
donde tú me esperabas con el alma impaciente,
y cada vez, al verme, coronaba tu frente
con un halo de luz la fugaz alegría.

Con nostálgico afán en vano te he buscado
queriendo en tus vestigios revivir un pasado
que inexorablemente para mí se ha perdido.

Nadie de ti sabía, todo estaba cambiado:
tus muros, tu recinto, la sombra de Machado
como un girón de niebla han desaparecido.