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25 Oct 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Octubre, de Juan Ramón Jiménez

Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón, y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,

a ver si con romperlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.

Este soneto técnicamente perfecto de Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es uno de los poemas más conocidos del autor, y de los más representativos. Lírica reflexiva, casi filosófica; amor tan intelectual como pasional; la emoción del paisaje castellano como epígono que fue de la Generación del 98 (Unamuno, Machado, Baroja, Azorín, Maeztu…).

Juan Ramón, uno de los poquísimos escritores en español al que se le conoce por su nombre a secas, sin apellidos, tan relevante fue en su tiempo y tan influyente en las siguientes generaciones, es uno de los poetas más singulares y señeros de la historia de nuestra lengua. Epígono del 98, fue también y sobre todo preludio y prólogo inspirador de la generación siguiente, la del 27 (Lorca. Cernuda, Guillén, Salinas, Aleixandre, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Alberti, León Felipe aunque era algo mayor que el resto, Miguel Hernández aunque era algo más joven…), quizás el grupo más valioso de literatos contemporáneos entre sí desde el de nuestro Siglo de Oro.

Aunque publicó varias docenas de poemarios, la celebridad se la dio una obra lírica en prosa, Platero y yo, publicada inicialmente en 1914 y que en este siglo largo ha conocido multitud de reimpresiones.

De convicciones republicanas, Juan Ramón Jiménez salió al exilio durante la guerra civil y ya nunca volvió a España. Residió en Estados Unidos y en Puerto Rico, impartió conferencias en otros países latinoamericanos, hizo viajes a Argentina y Uruguay. Siempre con su mujer, la escritora, traductora y lingüista Zenobia Camprubí, probablemente la persona que más influyó en su vida y en su obra. El 25 de octubre de 1956, cuando la pareja llevaba seis años residiendo en Puerto Rico e impartiendo clases en el campus de Ríos Piedras, la Academia Sueca le comunicó a Juan Ramón la concesión del Nobel de Literatura. Tres días después, el 28, Zenobia fallecía en San Juan. Él nunca se recuperó de aquel golpe, el rector de la universidad recibió el Nobel en su nombre. El poeta murió dos años después en la misma clínica donde había fallecido Zenobia.

Yo siento y digo este soneto así: