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23 May 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Lo inacabable, de Alfonsina Storni

No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores…
El tronco seco dará nuevas hojas.

Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.

Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.

Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.

Mas… ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!

Bellísimo y extraño este poema de amor de la argentina Alfonsina Storni (1892-1938), una de las cumbres de la poesía en español no solo de su país sino de todo el mundo hispanohablante. Poema de amor extraño por infrecuente, por insólito, pues trata de la fugacidad, caducidad y volatilidad del amor; de la cadena de amores sucesivos, uno tras otro; del ciclo continuo de enamoramiento/desenamoramiento/nuevo enamoramiento tan frecuente en las relaciones humanas reales como infrecuente en la literatura, donde abunda mucho más el modelo del «amor constante más allá de la muerte» de Quevedo y de tantísimos otros poetas. Storni, además, no lo describe como algo negativo o triste, sino como un proceso vivificador continuo, como una sucesión de resurrecciones: «perderemos el polen de las alas / y hallaremos más polen en la flora».

Alfonsina Storni tuvo una vida dura, corta e intensísima. Fue niña en una familia que pasó estrecheces económicas. Trabajó de camarera, de actriz, de maestra, de periodista. Fue madre soltera con solo 19 años, en unos tiempos en que eso estigmatizaba y mucho. Se abrió paso en las letras argentinas en un mundo de hombres al que le costó entrar, pero donde finalmente fue reconocida como figura estelar. Sus primeros poemas publicados eran coletazos del romanticismo, después fueron modernistas y al final de su vida, cuando padecía la enfermedad que la llevaría al suicidio, fueron poemas oscuros, duros, doloridos, desnudos incluso en la forma. Y siempre, como una constante en su trayectoria, la suya fue una literatura feminista, de reivindicación de la mujer.

Lo inacabable -un poema de solo veinte endecasílabos con rima asonante en los versos pares (esa música o/a de rosa, hojas, sombra…)- está lleno de destellos de genialidad. De versos que se nos han quedado para siempre en la memoria a muchos lectores -«no tienes tú la culpa si en tus manos / mi amor se deshojó como una rosa»; «las palabras se secan como ríos / y los besos se secan como rosas»-; de figuras retóricas -metáforas (lágrimas/perlas), paradojas (cadáver/vida, capullo/muerte)- que fluyen con naturalidad, sin artificio; de esa mezcla de sentimiento y pensamiento, de corazón y cabeza que destila todo el poema.

En el verano de 1934, la salud de Alfonsina Storni empezó a quebrarse. Le diagnosticaron meses después un cáncer de mama, pasó por varios especialistas, fue operada. La mastectomía le dejó cicatrices físicas y sobre todo emocionales. Empezó a recluirse, a evitar a amigos y a conocidos. Su vida entró en un tobogán de desánimo, depresiones y paranoias. Su salud mental también se resquebrajó.

En octubre de 1938 se refugió en un hotel de Mar del Plata, la ciudad costera a 400 kilómetros al sureste de Buenos Aires. Sobre la una de la madrugada del martes 25 de octubre, después de haber enviado tres cartas -una a su hijo, Alejandro; otra a su amigo Manuel Gálvez…-, salió del hotel, caminó hacia la playa La Perla y se arrojó al mar desde la escollera del Club Argentino de Mujeres, una de las primeras asociaciones de mujeres del país, que tenía allí una residencia solo para mujeres. O quizás el final no fue así. Quizás fue internándose la poeta lentamente en el mar, paso a paso, como se cuenta en la zamba compuesta por el pianista Ariel Ramírez y que hizo célebre la cantante Mercedes Sosa, y tras ella docenas de intérpretes: «Por la blanca arena / que lame el mar, / su pequeña huella / no vuelve más. / Un silencio solo / de pena y silencio llegó / hasta el agua profunda…».

Hubo quien creyó que esos versos de la canción eran de la propia Alfonsina. No era así, eran del historiador y escritor Félix Luna. Los últimos versos de Alfonsina Storni estaban en la tercera carta que envió horas antes de arrojarse al mar. Se los mandaba al diario La Nación. Era un impactante soneto sin rima («tenme prestas las sábanas terrosas / y el edredón de musgos escardados» … «voy a dormir, nodriza mía, acuéstame» … «déjame sola» …) que acababa en unos versos aún hoy enigmáticos: «si él llama nuevamente por teléfono, / le dices que no insista, que he salido…».

Yo recito y leo Lo inacabable así: