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06 Jun 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Qué paseo de noche, de Pedro Salinas

¡Qué paseo de noche
con tu ausencia a mi lado!
Me acompaña el sentir
que no vienes conmigo.
Los espejos, el agua
se creen que voy solo;
se lo creen los ojos.

Sirenas de los cielos
aún chorreando estrellas,
tiernas muchachas lánguidas,
que salen de automóviles,
me llaman. No las oigo.
Aún tengo en el oído
tu voz, cuando me dijo:
“No te vayas”. Y ellas,
tus tres palabras últimas,
van hablando conmigo
sin cesar, me contestan
a lo que preguntó
mi vida el primer día.
Espectros, sombras, sueños,
amores de otra vez,
de mí compadecidos,
quieren venir conmigo,
van a darme la mano.
Pero notan de pronto
que yo llevo estrechada,
cálida, viva, tierna,
la forma de una mano
palpitando en la mía.
La que tú me tendiste
al decir: “No te vayas”.
Se van, se marchan ellos,
los espectros, las sombras,
atónitos de ver
que no me dejan solo.
Y entonces la alta noche,
la oscuridad, el frío,
engañados también,
me vienen a besar.
No pueden; otro beso
se interpone en mis labios.
No se marcha de allí,
no se irá. El que me diste,
mirándome a los ojos
cuando yo me marché,
diciendo: “No te vayas”.

Poeta, ensayista, dramaturgo, novelista, profesor, traductor (de Marcel Proust, por ejemplo, al que dio a conocer en todo el ámbito hispanohablante), el madrileño Pedro Salinas (1891-1951) es uno de los considerados poetas mayores de la enorme Generación del 27, la de Federico García Lorca, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego… ¡Nunca desde el Siglo de Oro había concentrado la literatura en español tanto talento en tan poco tiempo!

Como académico, Salinas hizo una larguísima carrera que le llevó a residir en muy distintas ciudades, periplo en la que le acompañó su amada Margarita Bonmatí Botella, con la que se había casado muy joven, con 24 años: tras dos cursos de Derecho y doctorarse en Filosofía y Letras -con una tesis sobre las ilustraciones del Quijote- en la Universidad de Madrid, fue lector de español en La Sorbona y en Cambridge, catedrático en la Universidad de Sevilla (donde tuvo entre sus alumnos a Cernuda) y en la de Murcia, profesor en la Escuela Central de Idiomas y en el Centro de Estudios Históricos en Madrid… Fue también, en los primeros meses de la República, uno de los promotores de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, fundada en 1932 y con sede central en Santander, y de la que acabó siendo secretario general.

Es en esa época cuando conoce y se enamora de una estudiante estadounidense, Katherine R. Whitmore, con el tiempo una de las más prestigiosas profesoras de lengua y literatura española en EE UU. Ella es la destinataria de la trilogía poética de Salinas que forman La voz a ti debidaRazón de amor y Largo lamento. Y fue ella la que puso fin a la relación cuando la mujer de Salinas la descubrió e intentó suicidarse.

Salinas bebe de la poesía pura de la primera época de Juan Ramón Jiménez, que era diez años mayor que él. En sus primeros pasos poéticos, hablaba de «liberar el verso español del yugo de la métrica». También lo hizo del de la rima. La mayoría de sus versos son blancos, no rimados. Frases lapidarias, tono conceptista, paradojas, reflexiones y sentimientos reducidos a su mínima expresión, pocos o ningún adorno… Y el amor como tema prácticamente único. Entre los de la Generación del 27, Salinas es el gran poeta del amor. «He tenido siempre un deseo de amor tan vivo que por eso he sido poeta», escribe en una de sus Cartas de amor a Margarita, su mujer.

El poema que hoy os traigo tiene mucho de todo eso.  Está en heptasílabos blancos, sin rima. Es de 1933, de La voz a ti debida. El «No te vayas» entrecomillado, tres veces, es la voz de Katherine.

También a Katherine le escribió Salinas muchas cartas, algunas incluso después de la ruptura. En 2002 se publicó una selección de ellas, 151 de las 354 que se conservan en la Houghton Library de la Universidad de Harvard. Los estudiosos creen que de alguna manera las cartas y los poemas eran la forma de Salinas de cortejarla, de seducirla.

Tras la crisis, Margarita siguió con Salinas hasta la muerte del poeta, en Boston, en el exilio al que habían salido tras la guerra civil: Francia, Estados Unidos, Puerto Rico, EE UU de nuevo…

En 1939, cuatro años después de su ruptura con el poeta, Katherine se casó con un profesor del que tomó el apellido. El de soltera era Reding. Mucho tiempo después, ya fallecidos Pedro y Margarita, y también el marido de Katherine, esta escribió esto sobre Salinas y su relación con él: «Fue emocionante, alegre, devastador y triste para ambos. Verdaderamente tenía «Beauty, and Wonder, and Terror», cita del Epipsychidion de Shelley que sirve de prefacio en La voz a ti debida. Cuando releo sus cartas después de tantos años y paso las páginas de los exquisitos volúmenes que encuadernó especialmente para mí, me pregunto cómo el destino pudo ser tan amable».

Yo siento y digo así este bello poema de amor: