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07 Feb 2021
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Emoción vesperal, de Ernesto Noboa y Caamaño

Hay tardes en las que uno desearía
embarcarse y partir sin rumbo cierto,
y
, silenciosamente, de algún puerto,
irse alejando mientras muere el día;

Emprender una larga travesía
y perderse después en un desierto
y misterioso mar, no descubierto
por ningún navegante todavía.

Aunque uno sepa que hasta los remotos
confines de los piélagos ignotos
le seguirá el cortejo de sus penas,

Y que, al desvanecerse el espejismo,
desde las glaucas ondas del abismo
le tentarán las últimas sirenas.

El ecuatoriano Ernesto Noboa y Caamaño (1889-1927) es uno de los más acreditados miembros de la conocida como Generación Decapitada, un grupo poético que hace ahora poco más de un siglo, en la segunda década del XX, intentaba llevar a Ecuador a la modernidad poética de las corrientes desplegadas por entonces en medio mundo: el modernismo del nicaragüense Rubén Darío, el mexicano Amado Nervo o -en menor medida- el español Juan Ramón Jiménez y el simbolismo de los llamados poetas malditos franceses de finales del XIX: Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé y, sobre todo, Paul Verlaine.

Además de Noboa, componían el grupo ecuatoriano el también guayaquileño Medardo Ángel Silva, los quiteños Arturo Borja y Humberto Fierro y, para algunos tratadistas, también el latacungueño Félix Valencia Vizuete. Se conocieron, frecuentaron e influyeron mutuamente en noches de bohemia y más que alcohol en los alegres cafés de Quito de la época. «Amo todo lo extraño, amo todo lo exótico; / lo equívoco y morboso, lo falso y lo anormal: / tan sólo calmar pueden mis nervios de neurótico / la ampolla de morfina y el frasco de cloral», comienza Ego sum, otro poema de Noboa. Se les conoce como Generación Decapitada porque todos murieron jóvenes. Borja a los 20 años, Silva a los 21, Valencia a los 32, Noboa a los 38, Fierro a los 39. Tres de los cinco, y entre ellos Noboa, suicidándose.

De familia acomodada, Noboa llevó una intensa vida no sólo en Quito, también en España y Francia, donde según algunos biógrafos se hizo adicto a las drogas alucinógenas. Solo publicó en vida un poemario, Romanza de las horas, en 1922, si bien recogía composiciones de toda su vida anterior, algunas de ellas ya publicadas en periódicos o revistas. Incluía en el poemario este soneto (escribió muchos, en endecasílabos y en alejandrinos), Emoción vesperal, que hoy os traigo. Bellísimo y polémico: un soneto muy semejante, con el título de Spleen, había sido publicado en 1915 con la firma de un dramaturgo, novelista y poeta argentino hoy prácticamente olvidado, Emilio Berisso. ¿Quién plagió a quién? Expertos en Noboa aseguran que el poeta ecuatoriano lo recitaba ya en 1910 en algunas tertulias literarias, entre ellas en la del café Fígaro, uno de los que frecuentaba; y que incluso se le puso música para que fuera cantado; y que además el autor lo escribió de su puño y letra en un papel y corrigió en él algunas de las rimas, y se lo dedicó allí mismo «a Manuel Arteta, como a un hermano», dedicatoria bajo la que se recogió en el libro de 1922. Tan popular se hizo el poema, según esos expertos en Noboa, que llegó a oídos de Berisso, quien lo recicló, retocó y publicó en Argentina antes que el autor lo publicara en Ecuador.

Las dudas sobre la autoría están aún abiertas. Quizás algún día aparezcan nuevas pruebas que determinen con claridad quién fue el autor y quién el plagiario. En lo que no hay duda alguna es en el valor del soneto. El tedio modernista (y tardorromántico) de la vida, las ansias de huir lo más lejos posible, la constatación de que llevarás contigo tanto las penas como los deseos y las tentaciones. A mí me recuerda un poco el final del Buscón de Quevedo: «Determiné (…) pasarme a Indias (…) y ver si mudando mundo y tierra mejoraría mi suerte. Y fueme peor (…), pues nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres». Y lo digo y lo siento así: