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13 Feb 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Melancolía, de Clementina Suárez

Madre o hermana mía taciturna y huraña
que has hecho luminosa tu pobre soledad,
que suavizaste el quejido y acallaste la saña
y ofreces a los tristes tu sombra de piedad.

Quiero que me lleves en tu barca sombría
por los mares ignotos donde todo es inerte,
donde reina la noche y muere la alegría,
a los vastos dominios donde impera la muerte.

Abre tus brazos! Oh gran melancolía!
y deja que mi vida se envuelva en tus saudades,
así tu gran tristeza del brazo con la mía
puede ser que den vida a nuevas claridades.

Deja que recueste mi cabeza cansada
sobre tu regazo de paz y santidad,
que me olvide de todo, que me absorba la nada,
que se esfume mi vida en tu gran soledad.

Deja que me abrace a tus sombras tranquilas,
que me pierda en tu seno y explore tus arcanos,
que me sacien de silencio mis hambrientas pupilas
y de suavidades mis temblorosas manos.

Enséñame la senda melancólica hermana
que va hacia los silencios y las renunciaciones
que nos lleva a esa tierra misteriosa y lejana
donde hallan paz y sosiego los tristes corazones.

 

Lectora precoz y voraz, escritora desde muy niña, introvertida de pequeña, después mujer nada convencional o incluso anticonvencional, Clementina Suárez (1902-1991) está considerada «la matriarca de la poesía hondureña». Su obra y su vida son interesantísimas. Fue dependienta en una tienda y camarera en un restaurante. Dio recitales de poesía por toda Centroamérica. Viajó muchísimo y casi siempre sola. Residió en Tegucigalpa, en México, en Nueva York, en Cuba, en Costa Rica. Desafió las convenciones sociales: frecuentaba amistades masculinas cuando ninguna mujer lo hacía; vestía a su aire, con pantalones cortos y blusas entalladas, a veces con trasparencias o casi desnuda, como en el escenario del Teatro Nacional en uno de sus recitales; tuvo sin casarse dos hijas con el escritor Marco Antonio Rosa. «Sola frente a la sociedad, como obedeciendo a un impulso interno», cuenta su biógrafa Janet N. Gold.

Promotora de las artes, especialmente de la pintura, la retrataron tantos artistas -hasta el mexicano Diego Rivera- que se dijo de ella que era «la mujer más retratada de Honduras». Su casa en México fue a un tiempo galería de exposiciones de principiantes, salón bohemio y lugar de acogida de expatriados. Poetas activistas nicaragüenses negociaban allí la compra de armas para luchar contra el dictador de su país. Y en la mesa de su cocina, según se cuenta, el guatemalteco luego Miguel Ángel Asturias -luego Premio Nobel- trabajó los primeros textos de su célebre El señor Presidente, una de las principales de las llamadas ‘novela de dictador’, género muy fecundo es español: Tirano Banderas (Valle-Inclán), Yo, el Supremo (Roa Bastos), El recurso del método (Carpentier), El otoño del patriarca (García Márquez), La fiesta del Chivo (Vargas Llosa)…

Como poeta, Clementina Suárez comenzó en las vanguardias, pasó en la poesía erótica y desembocó en el compromiso social. Habló del dolor, de la ternura, del amor, de los afectos… y del compromiso, de la denuncia. La poesía, declaró en una entrevista, «en primer lugar [ha de] ser auténtica, honrada, sincera. Utilizarla como lenguaje de los pueblos, como bandera de lucha, identificarse con las causas justas, esa y no otra debe ser la función de la poesía». Un poema suyo, Combate, dice así: «Yo soy un poeta, / un ejército de poetas. / Y hoy quiero escribir un poema, / un poema silbatos, / un poema fusiles / para pegarlos en las puertas, / en la celda de las prisiones, / en los muros de las escuelas. / Hoy quiero construir y destruir, / levantar en andamios la esperanza. / Despertar al niño / arcángel de las espadas, / ser relámpago, trueno, / con estatura de héroe / para talar, arrasar / las podridas raíces de mi pueblo».

Sus últimos días fueron terribles. El sábado 7 de diciembre de 1991 fue encontrada en su casa de Tegucigalpa, golpeada e inconsciente. Falleció dos días después en un centro asistencial, sin haber recobrado el conocimiento. El crimen nunca fue aclarado.

Este Melancolía de Clementina Suárez, estos seis serventesios de versos alejandrinos -alguno irregular- que hoy os traigo, me han parecido tan representativo de su obra como Combate. Yo lo digo y lo siento así: