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19 Jun 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Nocturno, de Luis Alberto de Cuenca

Apagaste las luces y encendiste la noche.
Cerraste las ventanas y abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.

¿Y a qué olían tus ojos? ¿Qué perfume de oro
y de agua limpia y pura brotaba de tus párpados?
¿Qué invisible temblor de cristales de fuego
agitaba la seda lunar de tus pupilas?

Recamaste la almohada con hilos de azabache.
Tejiste sobre el sueño un velo de blancura.
Eras la rosa pálida tiñéndose de rojo,
la rosa del veneno que devuelve la vida.

La blusa, el abanico, una pluma violeta,
el broche con la perla y el diamante en el pecho.
Todo abierto y en paz, transparente y oscuro,
sin dolor, navegando rumbo a tus manos frías.

Filólogo, helenista, traductor, crítico literario, el madrileño Luis Alberto de Cuenca (1950) es además uno de los más acreditados poetas en español actuales. Doctor en Filología Clásica; traductor al castellano de textos en griego clásico, latín clásico, latín medieval, francés medieval o provenzal -además de catalán, francés, inglés y alemán-; columnista frecuente en prensa; director de la Biblioteca Nacional de España durante cuatro años -de 1996 a 2000-; secretario de Estado de Cultura del Gobierno durante otros cuatro -de 2000 a 2004-, todo ese enorme poso cultural se nota en su propia obra creativa.

La suya es una poesía que hoy llamaríamos transversal. Culta y también popular, elegante y desenfadada, trascendente y cotidiana. A veces en metros clásicos perfectos y en otras ocasiones en versos libres o hasta libérrimos. En una de sus obras, Sin miedo ni esperanza, de 2002, presume de hacer «un poema de la pura nada».

He dudado mucho a la hora de elegir un texto de De Cuenca. Pensé primero en el muy conocido El desayuno. «Me gustas cuando dices tonterías, / cuando metes la pata, cuando mientes, / cuando te vas de compras con tu madre / y llego tarde al cine por tu culpa. / Me gustas más cuando es mi cumpleaños / y me cubres de besos y de tartas, / o cuando eres feliz y se te nota, / o cuando eres genial con una frase / que lo resume todo, o cuando ríes / (tu risa es una ducha en el infierno), / o cuando me perdonas un olvido. / Pero aún me gustas más, tanto que casi / no puedo resistir lo que me gustas, / cuando, llena de vida, te despiertas / y lo primero que haces es decirme: / «Tengo
un hambre feroz esta mañana. / Voy a empezar contigo el desayuno»».

Pensé también en algo más ligero y con mayor tono irónico, ese que tanto le gusta al poeta y a sus numerosísimos lectores, como en este Hammurabi: «Las chicas como tú se ríen en las barbas / del mismísimo Hammurabi. / «Ojo por ojo y diente por diente» / (lo hizo escribir en Babilonia, / hace cuatro mil años). / Las chicas como tú responden / al amor con desdén / y al desdén con amor. / Por fastidiar a Hammurabi». Incluso en el también célebre Soneto amoroso con estrambote, enmendando la plana a Cecco Angiolieri, que es una especie de traducción, réplica y glosa del soneto más famoso del poeta medieval italiano de ese nombre y que dice así: «Si fuese fuego, te calentaría / (y hasta te encendería el cigarrillo). / Si fuese viento, te daría brillo / besándote, y tu pelo rizaría. / Si fuese mar, mis olas te daría / para que protegieran tu castillo. / Si fuera Dios, me haría en ti un ovillo / y a tu imagen el mundo crearía. / Si fuese papa, te convertiría / en papisa. Si fuese emperador, / reina del orbe te proclamaría. / Si fuese muerte, todo tu dolor / y toda tu tristeza mataría / y no me acercaría a ti, mi amor. / Si fuese Luis Alberto, que lo soy, / serías para mí la noche, el día, / el mañana, el ayer, el siempre, el hoy».

Finalmente he optado por este bello Nocturno, en alejandrinos blancos -sin rima-, tan explícito y tan sugerente, tan carnal y tan espiritual. Quizás me haya podido en la elección ese arranque tan lorquiano («Apagaste las luces y encendiste la noche», que tanto recuerda al «Se apagaron los faroles / y se encendieron los grillos» de La casada infiel.

Antes de deciros, como cada domingo, que yo lo siento y lo digo como veis en el video de abajo, dejadme que os recomiende de nuevo el número 7 de Archiletras Científica, el monográfico -mitad estudio crítico, mitad antología- Poesía del siglo XXI en lengua española, que acabamos de distribuir en quioscos y librerías, y que tiene entre otros muchos artículos uno titulado «El triunfo de estar vivos»: la poética ‘de senectute’ de Luis Alberto de Cuenca, de Adrián J. Sáez. Sabréis muchísimo más de nuestro poeta de hoy. (El volumen podéis adquirirlo también aquí https://suscripciones.archiletras.com/)

Ahora sí, vamos con Nocturno: