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06 Sep 2020
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Lo cotidiano, de Rosario Castellanos

Para el amor no hay cielo, amor, sólo este día;
este cabello triste que se cae
cuando te estás peinando ante el espejo.
Esos túneles largos
que se atraviesan con jadeo y asfixia;
las paredes sin ojos,
el hueco que resuena
de alguna voz oculta y sin sentido.

Para el amor no hay tregua, amor. La noche
se vuelve, de pronto, respirable.
Y cuando un astro rompe sus cadenas
y lo ves zigzaguear, loco, y perderse,
no por ello la ley suelta sus garfios.
El encuentro es a oscuras. En el beso se mezcla
el sabor de las lágrimas.
Y en el abrazo ciñes
el recuerdo de aquella orfandad, de aquella muerte.

Os presento a Rosario Castellanos (1925-1974), una interesantísima escritora e intelectual mexicana, menos conocida fuera de su país de lo que se merece. Escribió y publicó mucho y muy variado: novelas, cuentos, teatro, ensayo… y poesía, sobre todo poesía. Para algunos críticos, es la principal voz de la poesía mexicana del siglo XX. Dos grandes causas recorren toda su obra: la defensa de los indígenas (vivió muchos años de su infancia y juventud entre ellos, en Chiapas) y la reivindicación de la igualdad de las mujeres en una sociedad, la de su tiempo, que relegaba a ambos colectivos.

Promotora y gestora cultural, profesora de filosofía y de literatura en universidades mexicanas y estadounidenses, diplomática… Algunos aspectos de su vida y de su pensamiento recuerdan los de otra de las grandes de su tiempo, la chilena Gabriela Mistral.

Castellanos murió de forma trágica, con solo 49 años, en Tel Aviv, donde llevaba tres años destinada como embajadora de su país. Fue, según la versión oficial, un accidente doméstico: electrocutada por una lámpara, cuando salía de bañarse para atender una llamada telefónica. Una versión oficiosa especuló con que podía haber sido víctima de un asesinato, instigado por los sectores sociales a los que incomodaban sus escritos feministas y en defensa de los pueblos indígenas.

Un aire melancólico, tristísimo, recorre buena parte de su poesía. Mucha de ella es de amor y de desamor. Como este poema de versos blancos, sin rima, que os traigo hoy, fresco como si estuviera recién escrito, triste como un atardecer, con esos dos versos finales que rematan en la palabra muerte. La muerte, como si presintiera la suya, es otro de sus motivos poéticos. Comienza así otro de sus más conocidos poemas, el paradójicamente titulado Amanecer: «¿Qué se hace a la hora de morir? ¿Se vuelve la cara a la pared? / ¿Se agarra por los hombros al que está cerca y oye? / ¿Se echa uno a correr, como el que tiene / las ropas incendiadas, para alcanzar el fin?»…

Lo cotidiano, el poema hoy seleccionado, yo lo siento así: