PATROCINADORES
INSTITUCIONES
Junta castilla
jcm

Archiletras

18 May 2024
Compartir

Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Tres romances viejos intensamente vivos

 

El romance es mucho más que un tipo de estrofa. Es todo un subgénero dentro de nuestra lírica. Los romances tienen su origen en lo más antiguo de nuestra tradición, y aún hoy siguen cultivándose. Hoy os traigo a este espacio tres romances viejos. Han cumplido ya sobradamente los cinco siglos, y siguen tan vivos como cuando se escribieron. Los tres son anónimos. Y los tres, de un nivel lírico altísimo.

No podemos hablar de romances viejos sin hacerlo antes de Ramón Menéndez Pidal. Filólogo, historiador, medievalista, folklorista… Don Ramón fue uno de nuestros grandes sabios. El creador de la escuela filológica española.  

Entre otras muchas actividades, Menéndez Pidal recorrió toda España recogiendo de labios de la gente versos de tradición oral, poemas que habían ido pasando de una a otra generación durante siglos. Especialmente, romances antiquísimos. En 1928, don Ramón publica un libro que un siglo después es tan recomendable como entonces. Lo titula Flor nueva de romances viejos, y en él incluye una selección de lo que había ido recogiendo pueblo a pueblo.

La mayoría de los romances de tradición oral que han llegado hasta nosotros son del siglo XV, pero hay expertos que sostienen que este género literario ya existía varios siglos antes. Los romances no tienen autor conocido, y en muchos de ellos se aprecia incluso la mano de varios autores, con indicios de que a unos versos iniciales creados por un juglar le añadieron otros versos otros trovadores posteriores. En muchos casos, el juglar no solo los recitaba, pueblo a pueblo, sino que incluso los cantaba con una música muy simple, repetitiva. 

En la estructura formal, los romances son siempre una serie de versos octosílabos en la que los pares riman en asonante. ¿Y cuántos versos tiene un romance? Los que el autor quiera. Los hay muy cortos y los hay larguísimos.

Hoy os he seleccionado tres que son muy representativos. Tres romances viejos.

El primero se titula Romance del conde Olinos y es uno de los más difundidos de nuestros clásicos. Y de los más variados, pues se han recogido y documentado hasta 75 versiones diferentes en variados lugares de toda España, de América y de la tradición sefardí… 

En algunas de esas versiones, el conde no se llama Olinos sino Lino, o Niño, o Lirio. En otras no es conde y se llama don Fernandito. Ramón Menéndez Pidal le puso a la versión que él recogió el expresivo título de Amor más poderoso que la muerte.

 En todas las versiones, el poema es una joya preciosa, un primor. ¡Y aún sigue vivo, vivísimo! Yo se lo he cantado a mis hijos y a mis nietos multitud de veces, con una tonada que no sé si aprendí de mi madre o de la madre de mis hijos. El Romance del conde Olinos, dice así:

Madrugaba el conde Olinos,
mañanita de San Juan,
a dar agua a su caballo
a las orillas del mar.
Mientras el caballo bebe
canta un hermoso cantar:
las aves que iban volando
se paraban a escuchar;
caminante que camina
detiene su caminar,
navegante que navega
la nave vuelve hacia allá.

Desde la torre más alta
la reina le oyó cantar,
-Mira, hija, cómo canta
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
que esa no tiene cantar;
es la voz del conde Olinos,
que por mí penando está.
-Si por tus amores pena
yo le mandaré matar,
que para casar contigo
le falta sangre real.
-¡No le mande matar, madre;
no le mande usted matar,
que si mata al conde Olinos
juntos nos han de enterrar!
-¡Que lo maten a lanzadas
y su cuerpo echen al mar!
Él murió a la media noche;
Ella, a los gallos cantar.
A ella, como hija de reyes,
la entierran en el altar,
y a él, como hijo de condes,
unos pasos más atrás.
De ella nace un rosal blanco;
de él, un espino albar.
Crece uno, crece el otro,
los dos se van a juntar.
La reina, llena de envidia,
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella nacería una garza;
de él, un fuerte gavilán.
Juntos vuelan por el cielo,
Juntos vuelan par a par.

¡Qué maravilla este romance! ¿Quién lo crearía?

 Vamos con nuestro segundo romance de hoy. Si me apuras, tanto o más conocido que el anterior. Se le conoce por el título de Romance del prisionero. Es un monólogo de una intensidad poética extrema. Es muy corto, son apenas 16 versos. Dice así:

Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión,
que ni sé cuándo es día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero;
¡dele Dios mal galardón!

Ponte en el lugar del prisionero. Triste y solo, en su oscura mazmorra, no tiene más contacto con el bullicioso y ameno mes de mayo lleno de vida del exterior que el que le proporciona una pequeña ave a la que oye y escucha una vez al día, al amanecer,… y a la que mata un desaprensivo cazador.

El poema, tan corto y tan bello, ha pasado a estar en la memoria, en todo o en parte, de multitud de personas y ha germinado siglos después en otros autores. Mirad, por ejemplo, este pequeño poema de Rafael Alberti titulado Canción 60

Prisionero de León,
matáronte la avecica
que te cantaba al albor.

Libre, vendrá una mañana
en que escuches tu avecica
cantando de rama en rama.

Vamos ya con nuestro tercer romance viejo de hoy. Se titula Romance de la amiga de Bernal Francés, y aunque tiene bastantes más de 500 años, ya veréis luego por qué, impresiona hoy por su intensidad, por su calidad literaria, por la pericia poética y narrativa que exhibe y sobre todo por la tragedia violenta que relata. 

Comienza con lo que parece un poema erótico, con una dama que está sola y acostada -«namorando mi cojín», dice-), Luego gira casi a vodevil, con un candil que se apaga y un personaje que quizás no sea quien dice ser. Y finalmente se convierte en una tragedia de lo que hoy llamaríamos violencia machista: el asesinato de una mujer, Catalina, por su marido.

Fíjate en estos detalles. En la rima en palabras agudas, tan apropiada a lo que cuenta. En los cambios de narrador: empieza pensando/contando ella, luego habla él, después hay un narrador omnisciente, más tarde un primer diálogo entre ella y él, retoma al poco la voz el narrador omnisciente y por último vuelve y ya va hasta el final el diálogo entre los dos personajes. Fíjate también en la progresión de la acción en los diálogos, En el hecho de que haya un tercer personaje que no aparece en la acción pero que es varias veces mencionado. 

Todos esos elementos le dan al poema esa viveza y esa fuerza que impresionan tantos siglos después. Y el estremecedor final, con esas terribles metáforas (regalo/muerte, joyas/sangre, gargantilla/corte de la espada) del marido asesino en los últimos catorce versos.

Un apunte mas antes de pasar al poema. Los investigadores han encontrado un capitán llamado Bernal Francés de los tiempos de las guerras de Granada de los Reyes Católicos, luego estaríamos ante un romance de finales del siglo XV. El poema debió de ser muy conocido y divulgado, pues hay referencias a él en versos de Lope de Vega y de Góngora, que son del siglo XVII, e incluso en canciones populares en otras lenguas románicas: el portugués, el catalán, el francés o el piamontés. 

El Romance de la amiga de Bernal Francés, de autor anónimo y excelso, dice así:

Sola estoy en la mi cama
namorando mi cojín;
¿quién será ese caballero
que a mi puerta dice «abrid»?

-Soy Bernal Francés, señora,
el que os suele servir
de noche para la cama,
de día para el jardín.

Alzó sábanas de holanda,
cubriose de un mantellín;
tomó candil de oro en mano
y a la puerta bajó a abrir.
Al entreabrir de la puerta,
él dio un soplo en el candil.

-¡Válgame Nuestra Señora,
válgame el señor san Gil!
Quien apagó mi candela
puede apagar mi vivir.
-No te espantes, Catalina,
ni me quieras descubrir,
que a un hombre he muerto en la calle,
la justicia va tras mí.

Le ha cogido de la mano
y le ha entrado al camarín;
sentole en silla de plata
con respaldo de marfil;
bañole todo su cuerpo
con agua de toronjil;
hízole cama de rosa,
cabecera de alhelí.

-¿Qué tienes, Bernal Francés,
que estás triste a par de mí?
¿Tienes miedo a la justicia?
No entrará aquí el alguacil.
¿Tienes miedo a los criados?
Están al mejor dormir.
-No temo yo a la justicia,
que la busco para mí,
ni menos temo a criados
que duermen su buen dormir.
-¿Que tienes, Bernal Francés?
¡No solías ser así!
Otro amor dejaste en Francia
o te han dicho mal de mí.
-No dejo amores en Francia
que otro amor nunca serví.
-Si temes a mi marido,
muy lejos está de aquí.
-Lo muy lejos se hace cerca
para quien quiere venir,
y tu marido, señora,
lo tienes a par de ti.
Por regalo de mi vuelta
te he de dar rico vestir,
vestido de fina grana
forrado de carmesí,
y gargantilla encarnada
como en dama nunca vi;
gargantilla de mi espada
que tu cuello va a ceñir.
Nuevas irán al Francés
que arrastre luto por ti.