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06 May 2023
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Carilda Oliver, la poeta que desordenó todo


Cuando falleció, hace apenas cinco años, la BBC tituló así la noticia: “Muere Carilda Oliver, la irreverente poetisa erótica que ‘desordenó’ Cuba”. Lo de “desordenó” iba entre comitas, ya veréis por qué. Hoy no os traigo un poema, os traigo varios de una autora irrepetible. 

Su amigo Miguel Barnet, poeta, narrador y político también cubano, dijo de ella: «Es una transgresora, una mujer que hizo de su vida lo que le dio la gana. Le dio una patada a la clase media alta a la que pertenecía, se casó con quien quiso, tuvo los amores que quiso y escribió los poemas eróticos más osados». Pero nuestra poeta de hoy no es solo célebre por sus transgresiones: la grandísima Gabriela Mistral calificó a Carilda como “la mejor sonetista de América”.

Abogada, profesora, bibliotecaria, gestora cultural y, sobre todo, poeta, la cubana Carilda Oliver es una de las principales voces de la lírica contemporánea en español. Poeta multipremiada y muy prolífica, con casi medio centenar de libros publicados.

Cuando murió, a los 96 años, hace poco más de cinco, las necrológicas hablaban de ella como la poeta que escandalizó y enamoró a partes iguales a Cuba. En una de ellas se decía esto: «La vida de Oliver estuvo marcada por el desenfreno, la irreverencia ante los prejuicios y la libertad de elección que escandalizarían a la conservadora sociedad cubana de mediados del siglo XX». Otro artículo necrológico, en la BBC británica -tal era su fama y su alcance, pues fue traducida a muchos otros idiomas-, se tituló así: «Muere Carilda Oliver, la irreverente poetisa erótica que ‘desordenó’ Cuba». Lo de ‘desordenó’ iba entre comitas, en referencia a sus versos más conocidos. En referencia a este soneto inolvidable: 

Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Ese “Me desordeno”, ese “Te toco con la punta de mi seno”, ese “Quiero besarte arrodillada”, ese soneto… es de 1949. Causó un gran impactó en la sociedad cubana de entonces, una década antes de la revolución de Fidel Castro. La escandalizó y la encandiló, a partes iguales. La desordenó. 

Son muchos y de gran calidad sus poemas amorosos y eróticos. A mí me encanta este otro. Se titula Anoche; está incluido en Desaparece el polvo, un poemario de 1984. Es un poema en versos blancos, sin rima, y de distinta medida cada uno de ellos. Carilda dominaba con la misma precisión las estrofas clásicas, como hemos visto en el soneto del «Me desordeno», y las más modernas.

Dice así este poema, Anoche

Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillo en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y sábana
nunca pidió permiso.
(Todavía su rayo láser me traspasa.)

Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.

Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.

Son muchos y muy variados en la forma sus poemas amorosos y eróticos, en efecto, pero Carilda Oliver es mucho más: su lírica se ocupa del amor, pero también de otros muchos aspectos de la vida y de la muerte. Y hasta de la política. Su Canto a Fidel, de 1957, dos años antes del triunfo de la revolución cubana, fue musicado y convertido casi en un himno por el régimen castrista… Acababa diciendo así: «Gracias por tu dignidad, / gracias por tu rifle fiel, / por tu pluma y tu papel, / por tu ingle de varón. / Gracias por tu corazón. / ¡Gracias por todo, Fidel!»

Pero… lo que son las cosas: sus libros fueron prohibidos durante décadas por el castrismo, y no volvieron a ser publicados en Cuba hasta 1979.

El poema de Carilda Oliver con que vamos a concluir es de amor, sí, pero es también de muerte. El verso final -no os lo anticipo, estad atentos- es casi tan icónico como el «Me desordeno, amor, me desordeno» que aún hoy se dicen muchas parejas, y no sólo en Cuba.

Este poema con el que concluimos el episodio de hoy os lo encontraréis titulado por su primer verso, Hace un año que busco la forma de mi amado. Dice así:

Hace un año que busco la forma de mi amado.
Él era joven, bueno, un poco mal hablado
aunque puso una fiesta en cada palabrota.
Entera la sonrisa, el alma casi rota.

Los ojos con la magia lumínica del rayo,
la boca como jueves romántico de mayo.
Iba desnudo y diáfano por gracia de su piel;
suave, con esa única caricia de laurel.

Tenía una manera de amar gentes y trinos
y le colgaban versos, ternuras y caminos.
Se sabe que era humilde. Se sabe que era pobre.
Maestro de las fraguas, artesano del cobre.

Gastaba los insomnios limando alguna espada.
(Quizás quiso con ellas atravesar la nada).
Comía sueños, frutas, neblinas, girasoles.
Guardado estuvo el miedo ahí en sus caracoles.

Me hizo una pulsera de plata: esta serpiente
que llevo aquí en el brazo como una huella ardiente
de aquel que era rebelde, nocturno, tan distinto,
con máscara de broma, pariente del jacinto.

Leía extraños libros. (Se le oye cuando canta
y exprime soledades aún en su garganta).

Fue huérfano de todo. Nació ya siendo hombre.
Mi amante, mi marido. Naufragio fue su nombre.
Vivir sólo quería, mas nunca tuvo suerte.
Se equivocó de vaso y se bebió la muerte.