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10 Abr 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Perdí mi juventud, de Gonzalo Rojas

Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre novia
reventada en el baile.

Me acostaba contigo,
mordía tus pezones furibundo,
me ahogaba en tu perfume cada noche,
y al alba te miraba
dormida en la marea de la alcoba,
dura como una roca en la tormenta.

Pasábamos por ti como las olas
todos los que te amábamos. Dormíamos
con tu cuerpo sagrado.
Salíamos de ti paridos nuevamente
por el placer, al mundo.

Perdí mi juventud en los burdeles,
pero daría mi alma
por besarte a la luz de los espejos
de aquel salón, sepulcro de la carne,
el cigarro y el vino.

Allí, bella entre todas,
reinabas para mí sobre las nubes
de la miseria.

A torrentes tus ojos despedían
rayos verdes y azules. A torrentes
tu corazón salía hasta tus labios,
latía largamente por tu cuerpo,
por tus piernas hermosas
y goteaba en el pozo de tu boca profunda.

Después de la taberna,
a tientas por la escala,
maldiciendo la luz del nuevo día,
demonio a los veinte años,
entré al salón esa mañana negra. 

Y se me heló la sangre al verte muda,
rodeada por las otras,
mudos los instrumentos y las sillas,
y la alfombra de felpa, y los espejos
que copiaban en vano tu hermosura. 

Un coro de rameras te velaba
de rodillas, oh hermosa
llama de mi placer, y hasta diez velas
honraban con su llanto el sacrificio,
y allí donde bailaste
desnuda para mí, todo era olor
a muerte.

No he podido saciarme nunca en nadie,
porque yo iba subiendo, devorado
por el deseo oscuro de tu cuerpo
cuando te hallé acostada boca arriba,
y me dejaste frío en lo caliente,
y te perdí, y no pude
nacer de ti otra vez, y ya no pude
sino bajar terriblemente solo
a buscar mi cabeza por el mundo.

Era muy difícil llegar a ser considerado como un poeta de primerísima fila en un país, Chile, que acababa de encadenar en poco tiempo tantos grandísimos poetas: Gabriela Mistral, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Nicanor Parra… Pues, aun así, Gonzalo Rojas (1916-2011) lo logró, y desde sus primeros pasos en las letras. Tras su primer poemario, La miseria del hombre -inspirado en el mundo minero; su padre, que era ingeniero de minas, murió cuando él tenía apenas cuatro años-, que es de 1948, Gabriela Mistral, ya entonces Premio Nobel y consagrada, le dijo esto en una carta: «Caro Gonzalo Rojas: Hace solo una semana que tengo su libro. Me ha tomado mucho, me ha removido y, a cada paso, admirado y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito. Deme algún tiempo para masticar esta materia preciosa. Usted sabe, Rojas, que yo no sirvo para hacer crítica. (…) Lo que sé, a veces, es recibir el relámpago violento de la creación efectiva, de lo genuino, y eso lo he experimentado con su precioso libro».

Rojas fue poeta, y también prosista; emprendedor cultural, por ejemplo como organizador desde 1958 de los célebres Congresos de Escritores de Concepción, en los que reunía a los escritores hispanos más relevantes de la época; profesor, incluso de mineros analfabetos de Atacama, y también en universidades de Estados Unidos o de Alemania. Desempeñó también misiones diplomáticas en China y en Cuba como representante del Gobierno de Unidad Popular de Salvador Allende, con el que simpatizaba, lo que le obligó a salir al exilio tras el golpe militar de Augusto Pinochet del 11 de septiembre de 1973.

Muchos años después, escribiría: «Ahora tengo 90 y el otro día los cumplí y sigo siendo fidelista como sigo siendo allendero. Mundano de mundanidad, con todos los riesgos. Habré nacido carbonífero, tiznado de carbón, pero mundano. Marítimo y fluvial pero mundano en ese puerto del extremo sur donde el gran personaje es el ventarrón». Una estudiosa de su vida y de su obra, Fabienne Bradu, le puso a su biografía el título de El volcán y el sosiego. «Otros le añadirán otros adjetivos (…) pero las dos mayores columnas vertebrales tanto de su vida como de él mismo creo que sí son un volcán y un sosiego. Es esa potencia del eros en el sentido más general y más amplio del término, hombre de pasiones en todo lo que hacía, y también el sosiego que para mí se acerca mucho a cierta sabiduría, a un aspecto de él que tenía que ver con su visión de las cosas, también fue un hombre que hasta el final de su vida siguió cultivando ese ocio sagrado de la primera infancia».

Su poesía, que empieza en el expresionismo y tiene influencias tan diversas como el surrealismo, los clásicos greco-latinos y los místicos españoles, llega con un sello propio y personalísimo a los públicos más diversos, como demuestra que ha sido traducido al portugués, al inglés, al francés, al italiano, al alemán, al griego, al rumano… y también al sueco, al polaco, al ruso, al chino, al japonés, al turco, al árabe, al hindi. Ganó además muchos e importantes premios, y en diversos países; entre ellos el Cervantes, en 2003.

Erotismo y reflexiones existenciales, dos de las constantes de la poesía de Rojas, se aúnan en este poema de juventud, basado, según el autor, en una experiencia personal a sus 22 años. Volcán y sosiego (o desasosiego), este poema yo lo digo y lo siento así: