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04 Sep 2022
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Los mejores en castellano, seleccionados, comentados y recitados por el editor y director de Archiletras.

Arsenio Escolar

Periodista, filólogo, escritor y editor. Fundé Archiletras en 2018 tras darle vueltas al proyecto durante 35 años.

Yo sé que ya mi voz se va perdiendo, de Pedro Garfias

Yo sé que ya mi voz se va perdiendo,
yo sé que ya mis ojos vuelan poco,
sé que de tanto ya sentirme loco
loco me estoy volviendo.

Sé que mi amor sé fue sin haber sido,
que mi vida se va porque así quiere,
y que mi anhelo de vivir se muere
en pasmo convertido.

Sé que esto ya no cuenta y que no es cuento
ni el velo ni el desvelo de la noche.
Apenas siento deslizarse el río.

Al corazón pongo el oído atento.
Como Rubén siento pasar un coche
y pasa por mi carne un largo frío.

Salmantino de nacimiento y andaluz de infancia y de familia -padre onubense, madre sevillana-, Pedro Garfias (1901-1967) es uno de los más interesantes poetas españoles del siglo XX, y en tres muy diferentes ámbitos: el de las vanguardias que hace ahora un siglo agitaban para bien las letras hispánicas; el de la república y la guerra civil en los años treinta; y el del doloroso exilio de los cuarenta y sucesivas décadas de los perdedores de la contienda. 

En Madrid desde los 17 años para estudiar Derecho, Garfias fue uno de los principales impulsores del ultraísmo, el movimiento literario que bebe en diferentes creadores -los franceses Stéphane Mallarmé y Guillaume Apollinaire, el rumano Tristan Tzara o el chileno Vicente Huidobro- para replicar y enfrentarse a modernistas y novecentistas, por entonces los grandes dominadores del panorama literario español. Muy activo en los ambientes y actividades literarios -la madrileña Residencia de Estudiantes, el Ateneo de Sevilla, diversas revistas (sobre todo Ultra, la de su movimiento), manifiestos, fiestas y recitales-, Garfías no sale en la icónica foto, pero estaba también allí, en el Ateneo sevillano, el 17 de diciembre de 1927 en el homenaje a Góngora, acto que se considera fundacional de la Generación del 27.

Republicano fervoroso, fundador de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, militante muy activo del Partido Comunista, al final de la guerra salió al exilio, pasó por un campo de concentración en Francia y por una finca de acogida de republicanos españoles en Inglaterra y acabó recalando y ya para siempre en México. Antes, en 1938, un jurado en el que estaba Antonio Machado le había concedido el Premio Nacional de Literatura por su libro Poesía de la guerra española. y durante su estancia inglesa había escrito el poemario Primavera en Eaton Hasting, según Dámaso Alonso «el mejor poemario del destierro español».

En México se convirtió en un personaje errabundo, recitando de ciudad en ciudad poemas propios y ajenos en los más diversos actos de los exiliados. Murió y está enterrado en una de ellas, Monterrey. Pobre y alcoholizado, según algunos biógrafos. 

Dudé sobre qué poema de Garfías traeros. A muchos os sonará, sin saber que es suyo, el Asturias al que puso música el cantante Víctor Manuel: «Asturias, si yo pudiera, / si yo pudiera cantarte. / Asturias verde de monte / y negra de minerales». El poema que finalmente os traigo es tardío y crepuscular. Está dedicado «a Pedro Camacho», un amigo del exilio, abogado y flamencólogo jienense. Es un soneto con una peculiaridad técnica -el último verso de los dos cuartetos no es un endecasílabo, sino un heptasílabo-, lo que le da a todo el poema un aire muy especial.

Yo lo siento y lo digo así: